martes, 1 de julio de 2025

Holidays allowance throughout the world

(An article by Elizabeth Anderson on dailytelegraph.com, published on 8th April, 2016)

The UK has some of the most generous paid annual leave entitlements in the world - many people believe.
Several countries offer holiday packages that give the UK a run for its money.

In Britain, most full-time workers are legally entitled to a minimum of 28 days. This includes Bank Holidays, of which there are eight in Britain. 

Compare this to other countries in the EU: 

Belgium has a statutory minimum of 20 days annual leave. However, the country has 10 public holidays that are added on top of this. 

In Italy, workers receive a minimum of 20 days plus time off for 11 public holidays. 

France has the most generous holiday package in Europe. French workers are entitled to 30 days a year. They also typically work a 35-hour week, the shortest in the EU.

[...]

The US is the only advanced economy in the world that does not guarantee its workers any paid annual leave. In fact, the only other countries that have no paid leave entitlements are Kiribati, Liberia, the Marshall Islands and Palau, according to the World Bank. 

According to the Center for Economic and Policy Research (CEPR), almost one in four Americans has no paid vacation. Recent government statistics suggest the average privatr sector worker in the US receives only about 10 days of paid annual leave and about six paid public holidays a year. 

Working hours in the US are also the longest among the world's advanced economies. Data suggest Americans work more than 1,700 hours a year. 

Canada and Japan are also less generous than most other countries across the world, wit legal requirement of 10 days. 

In some countries, leave entitlement depends on the length of time in a company. In China, which is among the least generous nations for holiday benefits, workers are not entitled paid leave during their first year in employment. The allowance then rises to five days for 2 to 10 years of work. After serving more than 10 years, it rises to 10 days, rising to 15 days when more than 20 years.

Under European law, all countries are required to give their workers at least 20 days of paid leave. Many major companies across the world will offer more than the minimum legal requirements.

domingo, 1 de junio de 2025

Tú te quedas con la marca y yo con la fórmula: así se han repartido Coca-Cola, Nestlé y Damm el futuro de Nestea

 (Un artículo de Cristina G. Bolinches leído en eldiario.es del 16 de diciembre de 2024. Un ejemplo de "tú a Boston y yo a California" en versión empresarial)

El gigante suizo se ha aliado con la cervecera catalana para volver a comercializar la marca de té a partir del 1 de enero, mientras el estadounidense ha lanzado Fuze Tea para competir en la misma categoría. 
 
Un divorcio empresarial en toda regla, con reparto de bienes incluido. En los últimos meses, dos de las mayores multinacionales del mundo, Nestlé y Coca-Cola, han protagonizado el final de un acuerdo empresarial por una marca, Nestea, que lanzaron de la mano en España. Al final, una se ha quedado con la enseña, Nestlé; y otra, con la receta, Coca-Cola. Pero hay más actores que han entrado en juego, como el grupo cervecero catalán Damm.  

Para ver el inicio de esta relación corporativa hay que remontarse a finales del siglo pasado cuando Nestlé y Coca-Cola se aliaron para fabricar y comercializar bebidas, entre otras, Nestea. Diez años después, aceleraron el paso de esa colaboración con la creación de otra sociedad conjunta, Beverage Partners Worldwide (BPW), donde cada una tenía el 50% y que ha operado en varios países europeos, entre ellos, España.
 
Esa colaboración se promocionó en uno de los foros preferidos por el mundo empresarial, el de Davos. Allí, en 2001, el entonces presidente de Nestlé, Peter Brabeck, aseguró que sentía que “el conocimiento del mercado de Nestlé y el poder de distribución de Coca-Cola, es nuestra base y confiamos en que esto sea un gran negocio”. Lo fue hasta 2017, aunque ninguna de las dos compañías ha ido detallando en sus informes anuales las ventas que lograban con esa marca de té. Nestlé sí reconocía que, en realidad, Beverage Partners Worldwide eran dos compañías. Una con sede en Europa, en Suiza. La otra, en Estados Unidos, en el Estado de Delaware.

En ese 2017, dieron por concluida su alianza. “Si bien la empresa conjunta ha tenido un buen desempeño durante más de 15 años, Nestlé y The Coca-Cola Company acordaron disolverla a partir del 1 de enero de 2018”. La multinacional suiza consideró que le era más ventajoso ir en solitario. De hecho, la marca era suya, porque el gigante norteamericano asumió en sus memorias anuales que BPW, “comercializa y distribuye los productos de Nestea en Europa y Canadá en base a acuerdos con nuestros colaboradores. La marca es propiedad de Société des Produits Nestlé”.  

El grupo helvético decidió así, hace siete años, que “el mercado del té listo para beber” había “evolucionado” y que, por eso, era mejor caminar sin ir con un socio de la mano. “Nestlé cree que es el momento adecuado para desarrollar Nestea de forma independiente”, pero no rompió del todo los lazos con Coca-Cola Company, porque le dio una prórroga en forma de “licencia para fabricar y distribuir Nestea en Canadá, España, Portugal, Andorra, Rumanía, Hungría y Bulgaria”. 

En España, esa continuidad de la alianza, por un tiempo adicional, acabó siendo revisada por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) que dio el visto bueno a que Coca-Cola Company, a través de una filial llamada European Refreshments Limited, explotara la licencia de Nestea durante un periodo de siete ejercicios. Un plazo de tiempo al que ya se ha puesto punto y final.

La derivada es que ahora la marca Nestea sigue bajo control de Nestlé, pero Coca-Cola sigue teniendo un refresco, que asegura sigue la misma receta, pero con otro nombre. En septiembre, la multinacional norteamericana lanzó al mercado Fuze Tea, una enseña con la que ya operaba en decenas de países. El director general de Coca-Cola Iberia, Carlos Martín, aseguró que Fuze Tea Sabor Original mantiene “el sabor y la botella de siempre que los consumidores ya conocen”, según recogió Europa Press. El objetivo de la compañía pasaba por alcanzar los 225.000 puntos de venta antes de que acabe el año.

También la embotelladora del gigante norteamericano, Coca-Cola Europacific Partners (CCEP) ha dado explicaciones sobre el cambio de marca, aunque sin entrar al detalle. “Estamos transfiriendo nuestro negocio en España de Nestea a Fuze”, aseguró su consejero delegado, Damian Gammell, en la última presentación de resultados a inversores y analistas. “Eso conllevará algunos desafíos a corto plazo, a medida que lo realizamos, pero creo que Fuze ha demostrado muy positiva para nosotros”.

Nestlé tampoco es que vaya a ir ahora en solitario, sino que se ha buscado un nuevo socio con capacidad para fabricar Nestea y distribuirlo tanto en los supermercados como en bares y restaurantes. Se trata de la cervecera catalana Damm, que producirá y venderá la bebida a partir del 1 de enero de 2025. 

La producción del Nestea de Nestlé y Damm se llevará a cabo en la localidad valenciana de Salem y mantendrá “los mismos estándares de calidad y con idéntico perfil organoléptico”, aseguró la filial de la multinacional suiza. Estas dos compañías se han mostrado optimistas respecto a las previsiones que pueden alcanzar con el nuevo Nestea, sin dar detalles, aunque indicando que el segmento de bebidas no carbonatadas tiene buenas expectativas de crecimiento futuro.

El cambio se produce en un momento en el que Nestlé necesita buenas noticias para sus finanzas. Hace unas semanas, el consejero delegado del grupo, Laurent Freixe, rebajó las expectativas de resultados –redujo ligeramente su margen sobre ventas– a la espera de poner en marcha una nueva estrategia corporativa, que pasa por dar un tijeretazo a los costes y aumentar el gasto en publicidad. 

Freixe, que lleva en el cargo desde el pasado mes de septiembre, busca reducir los gastos de Nestlé en 2.500 millones de francos suizos (casi 2.700 millones de euros) hasta 2027, para destinarlos a nuevas inversiones. La compañía no dio detalles sobre si este recorte afectará al empleo, solo que tiene en mente realizar “adquisiciones” y que va a “intensificar la inversión en publicidad y marketing para apoyar el crecimiento”.

jueves, 1 de mayo de 2025

El economista de moda que inventó el dinero que caduca

(Un texto de Ada Nuño en El Confidencial del 2 de septiembre de 2019)

Aunque lleva décadas en el olvido, Silvio Gesell vaticinó una teoría que podría servir en la actualidad para enfrentar futuras crisis.

Era una mezcla curiosa, mitad argentina y alemana. Jean Silvio Gesell nació en Bélgica (aunque entonces era parte de Alemania) en 1862 y era el séptimo de nueve hijos en una familia que no se caracterizaba por su holgura económica. Su escasez de recursos le impidió cursar estudios universitarios por lo que terminó trabajando como aprendiz de comercio junto a su hermano en Berlín, aunque también pasó por Málaga o Argentina, huyendo de la pobreza.

Así visto, es natural pensar que no era un gran admirador del dinero. Fue testigo de un colapso financiero masivo en 1890 que le convenció de que detrás del poderoso caballero que es don dinero también había un lado más oscuro: pobreza, desigualdad, desempleo o estancamiento. El problema -llegó a la conclusión- era que el dinero cumplía dos funciones que entraban en conflicto: una es la forma en la que las personas almacenan la riqueza y otra lo que necesitan para hacer negocios.

En 1889, a raíz de esta crisis coincidente con el gobierno de Juárez Celman en Argentina, comenzó a analizar el sistema monetario para encontrar solución a la crisis, y estas observaciones llegarían a buen puerto en el 91, cuando escribió su primer tratado teórico acerca de las finanzas: 'Die Reformation des Münzwesens als Brücke zum sozialen Staat' o, en otras palabras, 'La reforma del sistema monetario como puente hacia un estado de bienestar'. Lo que pretendía Gesell era crear un nuevo tipo de dinero para que la gente no pudiera acumularlo en tiempos de crisis, por miedo, y paralizar así los negocios. 

Tendría que ser un dinero que se pudriera, se oxidara, que no fuera eterno, para que la gente lo usara como instrumento de cambio y nada más: el dinero sellado, un efectivo que había que sellar cada determinado tiempo en una oficina pública porque tendría una fecha de vencimiento, en otras palabras, habría que pagar por él para que no venciera, por lo que sería suficientemente disuasivo para que se evitara la acumulación. Keynes dijo en 'Teoría general del empleo, el interés y el dinero' que en el futuro se estudiaría más a Gesell que a Marx y no se equivocaba: después de años de silencio vuelve a escucharse en discursos de líderes en la Reserva Federal de los Estados Unidos, documentos de investigación del Fondo Monetario Internacional y las páginas del 'Financial Times', según explica 'National Public Radio'.

Un dinero por el que hubiera que pagar para poder seguir utilizándose suena a medida radical, sin duda, pero él estaba convencido de su idea. Tanto es así que en 1899 comenzó a viajar por Europa y Argentina difundiendo su evangelio, en el que también abogaba por el fin de las relaciones monógamas y la importancia del amor libre. Era un utópico bohemio y hippie antes de que estos existieran, que vivió en una comuna vegetariana cerca de Berlín y criticó las grandes empresas y finanzas y el fascismo. Sin embargo, durante mucho tiempo el dinero sellado fue únicamente una teoría, y Gesell no llegó a ver la culminación de su obra, que llegaría durante la Gran Depresión, pues murió de neumonía en 1930.

En 1932, la ciudad de Wörgl, en Austria, comenzó a emitir dinero sellado como una forma de combatir el desempleo y el cierre de negocios. El sistema luchó por sacar al pueblo de la pobreza y fue muy alabado por la prensa de entonces, que lo llamó "El milagro de Wörgl". El experimento inspiró a otros lugares en California, Iowa o Anaheim. Sin embargo, con el final de la Segunda Guerra Mundial y la industrialización, Gesell comenzó a caer en el olvido.

Hasta ahora. Los bancos centrales del mundo están analizando cómo mantener el dinero en movimiento. Cuando la economía entra en recesión generalmente reducen las tasas de interés para alentar el gasto, pero las tasas de interés ya están cerca de cero, lo que podría ser un gran problema en otra recesión. Durante mucho tiempo, los economistas creyeron que las tasas no podían ser negativas por una simple razón: si ahorrar en lugares como los bancos cuesta dinero, solo acumularán efectivo, lo que no les costará. El efectivo se convierte en un obstáculo para el estímulo económico. Una forma de evitar esto es una inflación más alta, que devalúa o "grava" el dinero en términos reales, pero los bancos centrales han demostrado que tienen mucho menos poder para aumentar la inflación de lo que se pensaba anteriormente.

¿Solución? Es difícil decirlo, pero en Europa y Japón se está experimentado con tasas de interés negativas muy pequeñas como forma de estimular la economía, el problema es el mismo de siempre: la gente comenzará a acumular efectivo. Es por ello que, por primera vez después de tantos años, se vuelve a considerar relevante a Gesell. Lo mejor es que con los cambios modernos ya no sería necesario un dinero
sellado, sino que se ha hablado de otras ideas como el sistema efectivo electrónico o la eliminación por completo del papel y la moneda. Nada mal para una persona que huyendo de la pobreza fue como empezó a entender el funcionamiento de un dinero que siempre le había faltado, fue tachada de anarquista, espíritu libre o manivela, y de quien solo Keynes tuvo unas palabras amables: "Un profeta extraño". Sin duda lo
era.

martes, 1 de abril de 2025

'The Economist', el semanario para ricos biempensantes (que todos deberíamos leer)

(Un texto de Ramón González Férriz en El Confidencial del 25 de septiembre de 2018)

La revista británica cumple 175 años [en 2018]. El legado de una publicación histórica.

El semanario británico 'The Economist' fue fundado hace [más de] 175 años, en 1843. Su objetivo, según
declaró en el primer número, era tomar partido en “un agrio enfrentamiento entre la inteligencia, que quiere avanzar, y una ignorancia indigna y pusilánime que obstruye nuestro progreso”. Debajo de esa grandilocuencia, sin embargo, había un asunto de impuestos: su fundador, James Wilson ―un fabricante de sombreros escocés―, se oponía a las llamadas “leyes del grano” que, para proteger los ingresos de los terratenientes ingleses, imponían un arancel a los cereales importados. Esas leyes provocaban que el pan fuera caro y que las hambrunas se produjeran con frecuencia. De hecho, se derogaron poco después, pero el periódico siguió con su propósito: defender una rama singular del liberalismo.

Aunque era, según su propia definición, un “periódico político, literario y general”, su contenido principal era la información económica basada en los hechos y el rigor. Se dirigía a los “hombres de negocios” y propagaba la buena nueva del libre comercio, la limitación de las interferencias del gobierno y el internacionalismo (algo que en esa época no andaba muy lejos de lo que hoy llamamos colonialismo).

'The Economist' se ha publicado de manera ininterrumpida durante estos 175 años, y no ha variado sustancialmente su ideología: ha mostrado entusiasmo por la globalización, es partidario de leyes de inmigración abiertas y fue pionero en la defensa del matrimonio homosexual y de la legalización de la droga. Es cosmopolita, aborrece las dictaduras y los líderes de carácter populista ―ha dedicado portadas muy críticas a presidentes y primeros ministros como Putin, Erdogan, Berlusconi o Trump― y, aunque nunca le encantó el euro, se ha opuesto al Brexit.

Pero el semanario ―que tiene alrededor de un millón y medio de suscriptores en todo el mundo― es tan
idiosincrásico que resulta fácilmente parodiable. Sus artículos, por lo general, no llevan firma, cosa que algún crítico ha atribuido a la edad de sus corresponsales. “La revista está escrita por jóvenes simulando que son viejos”, dijo el periodista financiero Michael Lewis. “Si los lectores estadounidenses pudieran echar un vistazo a las juveniles caras de sus gurús económicos, cancelarían sus suscripciones en masa”. Hasta la serie de dibujos animados 'Los Simpson' se mofó de su cosmopolitismo, haciendo que un ufano Homer Simpson leyera un ejemplar en un avión y le dijera a Marge: “Mírame, estoy leyendo 'The Economist'. ¿Sabías que Indonesia se encuentra en una encrucijada?”. Y a veces puede parecer una especie de relaciones públicas del rico biempensante: muy a favor del libre comercio, la innovación y la cultura sofisticada, pero muy en contra del racismo y de todo lo que no suene… bueno, a rico y sofisticado. Bill Gates afirmó que “leo 'The Economist' de cabo a rabo porque su contenido me hace pensar de manera crítica sobre el mundo”.

La parodia es certera, pero la afirmación de Gates también. Cuando uno se suscribe a 'The Economist' se vuelve adicto a él y a la sensación de que entiende el mundo. Es una percepción falsa. Mi experiencia reiterada como lector es que cuando leo un artículo sobre la exportación de materias primas rusas o la deriva represora del gobierno birmano ―asuntos sobre los que no sé absolutamente nada―, me quedo satisfecho, pero cuando se trata de la política o la economía española ―asuntos sobre los que sé algo más― se equivoca tanto como cualquier otro medio. (No quiero ser injusto, el actual corresponsal de 'The Economist' en España, Michael Reid, no solo no es joven, sino que es muy bueno.) Es decir, es un medio global que te crea la fascinante sensación de que, con solo unas horas de lectura a la semana, puedes tener el mundo en la cabeza. Como me dijo hace unos años “off the record” un célebre historiador británico, en realidad es la visión del mundo que tienen unos pocos centenares de licenciados en las universidades de élite británicas.

Todo esto es cierto, pero 'The Economist' es una gran institución, y aunque esté sujeta a los sesgos de quienes la conforman, es imprescindible. En este 175 aniversario de su fundación ha hecho algo inusual: organizar varios actos y publicar una serie de artículos que examinan, y en muchas ocasiones critican, su propia tradición de pensamiento: la liberal. La directora del semanario, Zanny Monton Beddoes, entrevistó al archienemigo del liberalismo biempensante, Steve Banon, ex jefe de estrategia de Donald Trump: la confrontación de ideas, argumentó Beddoes ante quienes criticaron que diera voz a Bannon, siempre es mejor que un silencio timorato.

El ejemplar de la revista de la semana pasada, que celebraba el cumpleaños, reconocía que era razonable
pensar que quienes defienden el orden establecido pertenecen a una “élite liberal”. “Hoy en día ―decía―, el liberalismo debe escapar de su identificación con las élites y recuperar su espíritu reformista”. O, en su
programa para repensar el futuro de un liberalismo en crisis, criticó la deriva antiliberal que con frecuencia
adoptan los liberales demasiado persuadidos de su propia bondad. “Con demasiada frecuencia, en tiempos
recientes, las reformas liberales han sido impuestas por jueces, bancos centrales y organizaciones
supranacionales que no rinden cuentas –decía en otra parte–. Quizá la parte más fundada de la presente
reacción contra el liberalismo sea la ira que la gente siente cuando sus panaceas les son impuestas con
condescendientes promesas de que así les irá mejor”. No es muy frecuente encontrar tanta autocrítica.

Otra de las armas que siempre ha tenido el semanario es el humor: en innumerables portadas se han reído de su propia retórica economicista y de su visión liberal: desde poner a dos camellos follando incómodamente para demostrar las dificultades de la fusión de dos empresas, hasta utilizar un estribillo de Abba ―“Mamma mia, here we go again”― para lamentar la reelección, hace años, de Berlusconi como primer ministro.

'The Economist' no es perfecto, no debería considerarse un faro infalible, y toda deferencia excesiva por la
prensa anglosajona es un error. Pero sigue siendo el medio que mejor permite entender el mundo y el que
aporta los argumentos más convincentes para mantenerlo lo más abierto, tolerante y plural posible. De modo que muchas felicidades a quienes lo hacen y a quienes lo leemos.

sábado, 1 de marzo de 2025

La ruina del populismo

(Un reportaje de Michael Sauga en el XLSemanal del 15 de noviembre de 2020)

Los populistas gestionan peor la economía que sus rivales de la política tradicional. Eso demuestra un reciente estudio que ha analizado más de un siglo de populismo de izquierdas y de derechas en el mundo. Pero no es su única conclusión…

Pocos días después de haberse contagiado de COVID-19, Donald Trump subió al balcón de la Casa Blanca y recibió el homenaje de sus seguidores. Había resistido al «terrible virus chino», aseguró, y añadió que era momento de volver a la lucha por lo que definió como «causa justa». «¡Te queremos!», rugió la multitud. «Y yo os quiero a vosotros», replicó el presidente.

Esto es lo que ocurre cuando el hombre más poderoso del mundo da un balconazzo, cuando pronuncia desde un balcón el típico discurso de «nosotros contra…», esas arengas con las que en su día Juan Domingo Perón en Argentina o Alan García en Perú buscaban garantizarse la simpatía de las masas.

Trump se apropió de esta práctica al igual que tomó muchas de los demagogos: la apelación a la gente común, las diatribas contra el establishment, la idealización del pasado nacional. «Trump ha venido a ser la suma de todos los elementos del populismo moderno», dice Christoph Trebesch, del Instituto de Economía de Kiel.

Y, si él lo dice, será por algo. Junto con su compañero Manuel Funke y el también economista Moritz Schularick, Trebesch ha estudiado los resultados políticos y económicos de más de un siglo de populismo, entendido como movimiento que asegura anteponer los intereses del ciudadano de a pie a los de una élite depredadora. Algunos de sus representantes siguen una agenda izquierdista, como ocurre en la socialista Venezuela; otros optan por una puesta en escena xenófoba y antiliberal, como el nacionalista de derechas húngaro Viktor Orbán.

A veces, la frontera que los separa de sus rivales del espectro democrático clásico no es fácil de delimitar, pero como dice Manuel Funke –uno de los autores del estudio– con el populismo pasa «como con la pornografía: lo reconoces cuando lo ves».

Este trío de investigadores ha puesto la lupa sobre más de 70 periodos de gobierno populista en 27 países, ha analizado miles de datos sobre crecimiento y distribución de la riqueza y ha examinado casi 800 estudios económicos.

Ahora acaban de presentar un trabajo de 190 páginas que aplica por primera vez los métodos cuantitativos de las ciencias sociales al estudio del conjunto de los gobernantes populistas. Y sus resultados ofrecen unas conclusiones bastante incómodas para el mainstream democrático de Occidente.

La más importante de ellas: aunque la mayoría de los dirigentes populistas ha dejado como herencia graves daños económicos a largo plazo, en lo político ellos han triunfado por encima de la media. Casi todos fueron capaces de torear a sus contrincantes durante años, aglutinar tras de sí a unos partidarios por lo general fanáticos y dejar su impronta en regiones enteras. «En muchos países –dice el director del estudio, Moritz Schularick–, el populismo se ha vuelto endémico. No se trata de un episodio pasajero que surge y desaparece sin más».

Al contrario, según demuestra su investigación: el movimiento lleva estas tres últimas décadas en curso ascendente. En la actualidad, la cuarta parte de las 60 principales economías del mundo están gobernadas por estos nuevos tribunos de la plebe, ya sean de izquierda o de derecha, desde el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, hasta el jefe del Gobierno indio, Narendra Modi. ‘La era del populismo’, como la denomina el estudio, ha alcanzado en esta nueva reedición a más países que durante su primera fase álgida, en los años veinte y treinta.

Lo más llamativo es que hasta hace no demasiado tiempo el movimiento parecía prácticamente extinto. En la guerra fría que siguió a la gran contienda bélica mundial no había mucho espacio para este tipo de ideología, toda vez que el fascismo alemán había desacreditado la doctrina que le servía de fundamento. En 1981, el primer ministro neozelandés Robert Muldoon y el presidente griego Andreas Papandreu eran los dos únicos gobernantes en ejercicio que se presentaban como hombres fuertes al servicio de la gente de la calle.

Turbulencias económicas

Luego cayó el telón de acero y el lado oscuro de la globalización alimentó una ideología que desde sus orígenes había sido hija de la crisis. Otro de los motivos del retorno del populismo fue la incesante sucesión de turbulencias monetarias y crediticias del último cuarto de siglo. El movimiento populista reapareció primero en América Latina, después en Asia y finalmente en el este de Europa y el mundo occidental.

Por ejemplo, Hugo Chávez, inventor del ‘socialismo para el siglo XXI’, llegó al poder tras la hiperinflación venezolana de los años noventa. El filipino Joseph Estrada, un actor de cine con una imagen de Robin Hood moderno, llegó a la Presidencia de su país impulsado por la crisis financiera asiática.

En Europa Oriental, sumida en una debacle económica tras el derrumbe de la Unión Soviética, de un día para otro los antiguos miembros de los diferentes partidos comunistas empezaron a presentarse como fervientes políticos . Uno de ellos fue el eslovaco Robert Fico, que gobernó su país como autoproclamado héroe del pueblo.

Hay pocas cosas en las que los populistas sean tan buenos como en el arte de seguir en el puesto. Según demuestra el estudio, de media se mantienen 8 años en el poder, el doble que sus colegas de los partidos tradicionales del espectro democrático.

La mayoría de los populistas son reelegidos para sus cargos, como por ejemplo el búlgaro Boiko Borísov. Este antiguo profesor de kárate, a quien le gusta presentarse como «verdadero búlgaro» frente a «los mentirosos del Parlamento», ya ha conquistado la Presidencia del Gobierno tres veces; la última de ellas, en 2017. El presidente ecuatoriano José María Velasco Ibarra, que se vendía como el salvador de la nación, llegó a ejercer el poder en cinco ocasiones entre los años 1934 y 1972.

Un tercio de los populistas que consiguen llegar a la cima del Estado son reelegidos al menos una vez. De sus rivales, aquellos que se definen con las etiquetas clásicas de socialdemócratas, conservadores o liberales, solo lo consigue uno de cada seis.

La sed de poder es un rasgo que une a todos los populistas. Lo que los separa es la política económica. Mientras que la rama izquierdista del movimiento nacionaliza empresas extranjeras, la variante derechista generalmente apuesta por un programa favorable a los empresarios, basado en bajadas de impuestos, desmantelamiento del sector público y desregulación.

No es de extrañar que estos enfoques diferentes cosechen resultados diferentes, tal y como demuestra el estudio. Los gobernantes populistas de izquierda consiguen reducir la brecha entre ricos y pobres, al menos parcialmente, con mayor frecuencia que los demás. Por el contrario, sus correligionarios del otro extremo del espectro político tienen más éxito a la hora de atraer capital extranjero al país. ¿La diferencia entre izquierda y derecha es, por lo tanto, más relevante que la dicotomía populista/no populista?

En absoluto, señalan los autores del estudio. De hecho, en temas de política económica los populistas de ambos bandos tienen en común más de lo que pudiera parecer. Por ejemplo, casi todos ellos siguen una política de «mi país primero». A veces suben los aranceles, a veces se protegen de la competencia exterior por otros medios, pero la esencia sigue siendo la misma. En nombre del pueblo, explotado y saqueado por las organizaciones internacionales y la depredadora élite patria, los populistas tienden a incrementar la deuda pública, lo que con el tiempo obliga a adoptar severas medidas de ahorro y emprender recortes. El resultado es una coyuntura tipo yoyó, como la que se da en muchos países de Latinoamérica: breves periodos de crecimiento impulsados por el crédito se alternan con profundas recesiones.

El núcleo peligroso

Pero, por encima de todo, el movimiento populista ataca aquellas instituciones que resultan especialmente importantes para el desarrollo a largo plazo de la economía de un país: los tribunales, las universidades, los bancos centrales, la democracia de partidos. Ese es el núcleo realmente peligroso de la doctrina populista: quien se cree capaz de percibir e interpretar la voluntad del pueblo ya no necesita al Parlamento para gobernar.

Proteccionismo, economía basada en la deuda, deterioro institucional, esos son los rasgos que definen a los gobiernos populistas. No es una combinación especialmente propicia para el crecimiento económico, como ha demostrado el trío de investigadores tras aplicar sus exhaustivos modelos de cálculo. De media, a los 5 años de la subida al poder del líder populista de turno, el producto interior bruto per cápita de su país se sitúa ya cinco puntos porcentuales por debajo del de un grupo de países democráticos equiparables, seleccionados conforme a criterios económicos. A los 15 años, la distancia supera ya los diez puntos.

Si se hace caso al estudio, no hay muchos regímenes populistas que hayan gestionado con éxito la economía… pero los hay. El presidente boliviano Evo Morales, por ejemplo, elevó el ingreso medio en su país en torno a un nueve por ciento más de lo que se dio en otros países equiparables. En este caso coincidieron dos fenómenos poco habituales: por un lado, el izquierdista Morales supo mantener las finanzas del Estado bajo control; por el otro, su país contaba con una sociedad civil fuerte que limitó sus ansias de poder.

Pero, en una amplia mayoría de las ocasiones, el balance final es desolador. Tras una década de Hugo Chávez al frente de Venezuela, el producto interior bruto per cápita era doce puntos porcentuales menor que el de los países equiparables. Su homólogo sudafricano Jacob Zuma consiguió que esa diferencia negativa alcanzara casi ocho puntos porcentuales.

Cabría pensar que unos resultados tan pobres acaben desacreditándolos y limitando sus posibilidades de perpetuarse, pero la realidad parece ser otra. Los países que han sido infectados por el virus del populismo tienen mayores probabilidades de volver a sucumbir a él. Indonesia, por ejemplo, ha tenido gobiernos populistas en 24 de sus 75 años de independencia. Y Eslovaquia, en 15 de los 27 años que han transcurrido desde su pacífica separación de Chequia.

Este es el resultado más inquietante del estudio. El gobierno de los populistas no deja solo unos cuantos destrozos concretos, sino que con frecuencia lleva a una espiral en la que el declive político y el económico se refuerzan mutuamente. Su ejercicio del poder debilita la economía, lo que a su vez vuelve más probable que el siguiente hombre fuerte no tarde mucho en hacerse con el timón del país para salvar a la gente común.

Al final puede darse una evolución de continua crisis como en Argentina. El país era uno de los más ricos del mundo allá por el año 1900. Pero en 1916 llegó a la Presidencia el nacionalista de izquierdas Hipólito Yrigoyen, que predicaba «la liberación del trabajador argentino de los intereses empresariales extranjeros». Lo siguieron correligionarios izquierdistas como Juan Domingo Perón o Cristina Fernández de Kirchner y populistas de derechas como Carlos Menem. Todos ellos prometían convertir el país en un paraíso para el pueblo. Y todos ellos contribuyeron a que Argentina presente hoy muchos de los rasgos de un Estado fallido, con una clase media empobrecida y en el que las bancarrotas públicas se suceden una tras otra.

El factor Berlusconi

Turquía también se encuentra en la senda de la bancarrota bajo el gobierno del populista islamista Recep Tayyip Erdogan. El hombre que empezó siendo un reformista relativamente moderado ha destruido la democracia turca, ha creado una economía dominada por la corrupción y el amiguismo y ha sometido a su dictado a las instituciones independientes del país; la última de ellas, el Banco Central. La lira turca se encuentra en caída libre, los precios suben a un ritmo de dos dígitos y en los mercados financieros se cruzan apuestas sobre cuánto tardará Erdogan en tener que suplicar un crédito al Fondo Monetario Internacional.

Antes, al populismo se lo veía como una enfermedad de países en vías de desarrollo, un episodio transitorio en el presuntamente imparable avance hacia la democracia parlamentaria. Hoy, según demuestra el estudio, hay Argentinas en todas partes, incluso en el corazón de Europa.

Ningún político ha desempeñado un papel mayor en la latinoamericanización de Occidente que Silvio Berlusconi, quien utilizó sus canales privados para anestesiar a las masas y el aparato de gobierno para favorecer sus negocios.

Sus disputas con la Justicia de su país eran constantes: unas veces, acusado de fraude; otras, de evasión de impuestos. Y, a pesar de todo, marcó la política italiana durante 20 años. La economía apenas creció, lo que floreció fue la corrupción y la inseguridad jurídica, como demuestran todas las estadísticas internacionales. El viejo sistema de partidos se vino abajo. El hecho de que Italia sea hoy un país en el que los movimientos populistas suman más del 50 por ciento de los votos en las elecciones legislativas es, en buena medida, legado del empresario milanés metido a estadista, cuyo principio rector era atraer toda la atención posible por cualquier medio, aunque fuese con fiestas ‘bunga-bunga’.

Algunos ejemplos

Alan García,  Perú.La corrupción y la hiperinflación marcaron su mandato entre 1985-1990. Volvió al poder en 2006. Se suicidó el año pasado.

Juan D. Perón,  Argentina. Gobernó de 1946 a 1955 y de 1973 a 1974. Inició políticas sociales. Reprimió a la oposición y a la prensa.

Viktor Orbán, Hungría. De 1998 y 2002 y desde 2010 hasta hoy. Intervino la Justicia, los medios y la ley electoral.

Jair Bolsonaro, Brasil. Elegido en 2019, con un programa ultraliberal, la economía comenzó su declive antes de la pandemia.

Hugo Chávez y Evo Morales, Venezuela y Bolivia. Iniciaron grandes programas sociales. Hugo Chávez, fallecido en 2013, hundió la economía. Morales acaba de regresar.

Recep Tayyip Erdogan, Turquía. En el poder desde 2003. La economía se hunde, crece la corrupción y ha sometido a todos los poderes del Estado.

Evolución del PIB en los diez años siguientes al gobierno populista, en comparación con la progresión en países similares

·         14,9%* SILVIO BERLUSCONI ITALIA; PRESIDENCIAS: 1994-1995, 2001-2006, 2008-2011.

·         13,3% INDIRA GANDHI LA INDIA; PRESIDENCIAS: 1966-1977, 1980-1984.

·         12,4% HUGO CHÁVEZ FALLECIDO EN 2013. VENEZUELA; PRESIDENCIA: 1999-2013.

·         6,6% NÉSTOR Y CRISTINA KIRCHNER ARGENTINA; PRESIDENCIA: 2003-2015.

·         7,8% JACOB ZUMA SUDÁFRICA; PRESIDENCIA: 2009-2018.

·         8,0% VLADIMÍR MECIAR ESLOVAQUIA; PRESIDENCIAS: 1990-1991, 1992-1998.

sábado, 1 de febrero de 2025

La receta del moribundo que ha hecho millonaria a su hija

(Un texto de Héctor G. Barnés en El Confidencial del 2 de mayo de 2017)

La historia que Hiroe Tanaka cuenta sobre el origen del plato estrella de su cadena tiene todos los ingredientes del 'marketing' perfecto: éxito, fracaso y amor paterno-filial.

Hemos oído historias de triunfo de todos los colores y sabores. Que si empezamos en un garaje (¡mentira!), que si me fui de la universidad porque no era lo suficientemente buena para mí… La que nos faltaba era una que vinculaba la receta perdida y definitiva de un plato típico con una cadena de restaurantes valorada en miles de millones de euros. Concretamente, en unos 75.

Esta es la historia de Kushikatsu Tanaka Co., cuya vicepresidenta y rostro visible responde al nombre de Hiroe Tanaka que también abandonó la universidad por su propio pie antes de fundar una cadena que le lanzaría al estrellato internacional. ¿Su secreto? Como ella misma asegura a 'Bloomberg', “todo ha ocurrido gracias a mi padre”, a quien asegura rendir tributo todos los días.

La historia es sencilla. Tanaka, que ahora tiene 46 años, era una niña amante del conocido como kushikatsu, que consiste básicamente en brochetas de carne y verdura cubiertas de pan rallado y fritas. En definitiva, un plato de muy fácil preparación que, como tantos alimentos que gustan a todo el mundo, eran consumidos por las clases trabajadoras por su fácil preparación, polivalencia –¿no se le puede echar de casi todo a la pizza, los bocadillos o la tortilla?– y su bajo coste pero alta capacidad de saciar el hambre.

La diferencia, en este caso, es que el padre de Tanaka, mucho más consciente que sus compatriotas de que la cocina es un arte, había conseguido encontrar el equilibro perfecto entre aceite, rebozado y salsa. Una receta perfecta producto de años y años de práctica, y que hacía las delicias de su hija y de sus amigos de la ciudad de Osaka, el lugar de origen del kushikatsu. La historia cuenta que fue en 1929 cuando una mujer del barrio de Shinsekai cocinó por primera vez este plato.

El padre de Tanaka murió cuando ella tenía 21 años, a principios de los años 90, y la dejó huérfana tanto de su cariño como de su irresistible kushikatsu; muchos se sentirán identificados con la historia de cómo la muerte de un ser querido nos priva para siempre de una de sus recetas características. No ocurrió lo mismo en este caso. Aunque Hiroe pasó años y años intentando replicar la receta, no fue hasta finales de la pasada década cuando encontró en una caja de viejos documentos las instrucciones que su padre había dejado para cocinar kushikatsu.

En un primer momento, la joven no mostró demasiado entusiasmo por ese galimatías de anotaciones. Sin embargo, una vez probó a seguir las órdenes que su padre le enviaba desde ultratumba, se dio cuenta de que “era, de hecho, el sabor del kushikatsu que mi padre cocinaba”. ¿Por qué dio con la receta en ese momento y no otro? Porque fue cuando estaba recogiendo todas sus cosas para mudarse, después de que la crisis financiera de 2008 propinase un duro golpe a la cadena de restaurantes que abrió junto con Keiji Nuki, con quien ya había trabajado como cocinera, intentando en vano emular la receta de su padre.

Así que, una vez dieron con la receta definitiva, decidieron empezar desde cero con un pequeño y barato restaurante lejos del centro de Tokio, que de repente se convirtió en “viral”, como señala el artículo. El éxito de la compañía especializada en kushikatsu le llevó a abrir un segundo y un tercer restaurante, abarrotados hasta las trancas, hasta que finalmente Tanaka y Nuki decidieron que debían convertir su negocio en una franquicia.

Desde entonces, se ha convertido en una de las cadenas de más éxito en Japón, reproduciendo la fórmula de comida barata, sencilla y para todos los públicos pero con cierto toque casero, sobre todo: su historia fundacional asegura al cliente que está tomándose un kushikatsu del de verdad. Es una variante japonesa de las grandes cadenas de hamburguesas, pizza, tallarines, kebap o makis… o montaditos. ¿Una moraleja? El que consiga hallar la receta de la tortilla perfecta entre los papeles perdidos de su padre y comercializarla en serie puede tener entre manos la gran fórmula del éxito.

Lo demuestran los últimos datos de Kushikatsu Tanaka Co. La cadena cuenta actualmente con 146 locales en todo Japón y uno en Hawái. Además, este año planea abrir 40 franquiciados más. Durante el pasado año, la empresa declaró un beneficio de 2,6 millones de euros, un crecimiento de un 57% respecto al  ejercicio anterior. Aunque algunos analistas señalan que la competencia es dura y los objetivos muy ambiciosos, no se puede negar que Tanaka ha desarrollado la historia de 'marketing' perfecta. Una que contiene fracaso, éxito, comida adictiva y barata y, sobre todo, una bonita relación padre e hija más allá de la muerte.

miércoles, 1 de enero de 2025

Planificación y planes

(Un texto de Jorge Parra en el Heraldo de Aragón del 6 de octubre de 2013)

Tras culminar la Operación Overlord que se inició con el desembarco aliado en Normandía, el general Dwight D. Eisenhower afirmó: «Los planes no son nada; la planificación lo es todo». Esta aseveración tan tajante tiene su explicación. El general tuvo que modificar varias veces sobre la marcha el plan inicial del desembarco debido a circunstancias sobrevenidas. Sin embargo, el proceso de reflexión que mantuvo con su equipo para planificar la operación, en el que se evaluaron todas las alternativas y contingencias, le fue de gran valor a la hora de improvisar y tomar decisiones que modificaban el plan. 

Henry Mintzberg transmite la misma idea con su concepto de estrategia emergente: el plan es importante, pero se ve afectado por multitud de factores como la necesidad de adaptarlo a las cambiantes circunstancias externas de la organización, o la particular interpretación que los directivos hacen de la estrategia. Una cosa es la estrategia deliberada y otra es la que finalmente se lleva a cabo. A pesar de que el plan no siempre se ejecuta como estaba previsto, merece la pena dedicar tiempo de calidad a la planificación.

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