(Un artículo de David Jimenez en El Confidencial del 20 de febrero de 2008)
Un “cisne negro” es aquel evento o fenómeno altamente improbable a
priori, de gran impacto cuando ocurre, y racionalizado y explicado como
lógico a posteriori por los observadores convencionales de la realidad.
Lo han sido, por ejemplo, las numerosas crisis de los mercados
financieros de los últimos años. En las dos últimas décadas, hemos
vivido derrumbes en los mercados financieros en 1987, 1991, 1994, 1998,
2001-03 y desde verano de 2007 hasta hoy. Todos ellos llegaron de
manera más o menos sorpresiva (por el momento en el que ocurrieron o
por la gravedad que revistieron); pero todos ellos han sido explicados
posteriormente como lógicos y casi inevitables, e incluidos como parte
coherente de la narrativa histórica que explica el comportamiento de
los mercados y de la economía de nuestro tiempo.
En opinión de Taleb, racionalizamos el pasado porque necesitamos
narrar y entender como lógico lo que ha ocurrido. Pero perdemos el
tiempo tratando de hacer modelos de la realidad que extrapolan hacia el
futuro comportamientos suaves y continuos, ysencillamente excluyen por
improbables aquellos fenómenos que cambian la realidad de manera
dramática. Ni la invención de la rueda, la imprenta o la electricidad,
ni las revoluciones tecnológicas del siglo XX pudieron preverse en las
concepciones del mundo anteriores a las mismas.
La conclusión es que los humanos somos más bien malos haciendo
pronósticos y evaluando la probabilidad o el impacto de eventos
posibles pero que caen fuera de nuestro horizonte imaginativo
inmediato. ¡Pensemos que después de haber vivido seis cracks
financieros en los últimos veinte años, seguimos confiando en modelos
que esperan que éstos ocurran una vez cada varios miles de años! Para
Taleb, no es que necesitemos mejores modelos, es que hay que aprender a
pensar “fuera del modelo” con mayor libertad e imaginación, comprender
que el mundo contiene riesgos no cuantificables, y no descartar como
imposible aquéllo que no podemos incluir en nuestros cálculos.
Hasta hace pocos siglos, se creía que todos los cisnes eran blancos.
Todos los conocidos lo eran. Pero la ausencia de evidencia de cisnes
negros no era evidencia de su ausencia. Cuando apareció un sólo cisne
negro, la propia definición de cisne debió cambiar. Por definición, no
sabemos qué aparición sin precedentes va a echar por tierra cualquier
categoría establecida, o qué fenómeno imprevisto va a arruinar
cualquier proyección a largo plazo. Pero por experiencia, sabemos que
alguno ocurrirá que dé al traste con buena parte de nuestras
proyecciones. El “empiricismo escéptico” de Taleb (por usar el nombre
que él mismo da a su filosofía) no ofrece soluciones prácticas para
identificar o anticipar el siguiente cisne negro, ya sea negativo (un
desastre en los mercados) o positivo (una nueva moda o un best
seller editorial). Sería contradictorio si así fuera. Muchos ven
en ello la gran debilidad de sus razonamientos. Pero desde luego su
libro consigue intrigar al lector lo suficiente para que éste se
cuestione la validez de sus certidumbres más comunes acerca de los
mercados y del futuro del mundo en general.