jueves, 7 de octubre de 2021

La crisis del colectivismo vegetariano

(Un texto de Lorenzo Bernaldo de Quirós en la revista Actualidad Económica del 28 de mayo de 2020)

"La caída del Muro de Berlín simbolizó el fin del colectivismo carnívoro, el comunismo; la crisis actual representa el agotamiento del colectivismo vegetariano, el consenso socialdemócrata".

En 2004, dos años antes de su muerte, Milton Friedman escribía en las páginas del Wall Street Journal: "Después de la Segunda Guerra Mundial, la opinión era socialista, pero la práctica era el libre mercado; ahora, la primera es promercado, pero la segunda es fuertemente socialista. Hemos ganado la batalla de las ideas, aunque esta victoria nunca es permanente. Hemos logrado frenar el avance del socialismo, pero no hemos conseguido invertir su curso". En 2020, este pesimista veredicto friedmanita resulta de un optimismo recalcitrante al contemplar la feroz ofensiva anticapitalista cuyo objetivo es impulsar una nueva expansión del tamaño y del poder del Estado en la mayoría de las sociedades desarrolladas.

La izquierda que profetizó durante más de un siglo el inevitable colapso del capitalismo, víctima de sus "contradicciones internas", siempre cree reivindicados sus negros augurios ante cualquier perturbación económica. Así reaccionó ante la crisis financiera que se desencadenó en el bienio 2007-2008 y repite su ofensiva ante la actual. Este enfoque parte de una falacia convertida en sabiduría convencional: la supuesta hegemonía universal del capitalismo liberal cuyo fracaso exigiría buscarle una alternativa o someterle a un fuerte control estatal. Esta tesis repetida hasta la saciedad merece un comentario porque se asienta sobre premisas contrastablemente falsas.

Los 20 años posteriores a la Segunda Guerra mundial aparecen como un paraíso perdido en el cual se fraguó un hipotético pacto social que permitió un intenso proceso de crecimiento, de creación de empleo y de bienestar para todas las capas sociales. Cuando los socialistas de todos los partidos reivindican esa era dorada, hay que recordarles un pequeño detalle. En 1965, la ratio gasto público/PIB se situaba en el 26,4% y la participación de los impuestos en el PIB suponía el 26,4% en el promedio de la OCDE. En otras palabras, el milagro económico de la posguerra se produjo con un Estado pequeño, de dimensiones muy inferiores a las presentes.

El final de ese ciclo expansivo se produce a raíz del choque petrolífero de 1973, afrontado por la mayoría de las economías avanzadas con políticas monetarias y fiscales keynesianas. Es ahí cuando se produce el salto cualitativo del Estado en la OCDE con un resultado: la estanflación de la década de los 70, esto es, una inflación creciente con un crecimiento declinante. Esa situación desencadenó la denominada "revolución liberal", iniciada en Estados Unidos y Gran Bretaña en los años 80. Casi cuatro décadas después de la supuesta hegemonía global del liberalismo, la ratio impuestos/PIB es más elevada que en 1979 (34,3% en 2019 frente al 30% en 1979) y el gasto público está prácticamente en los mismos niveles que tenía entonces.

Los datos demuestran con una claridad absoluta la falacia de la drástica reducción del peso del Estado en la economía. La exitosa resistencia al cambio del socialestatismo, su inmunidad a sus propios fracasos y su capacidad de contraataque cuando atisba la ocasión de hacerlo se debe a la alianza de ese triángulo de hierro de buscadores de rentas, burócratas y políticos oferentes de ellas, que impulsaron e impulsan el aumento de la esfera de actuación del Estado. Esa coalición de intereses, la famosa tiranía del statu quo friedmanita no busca ya mantener esa situación, sino ampliarla, soportada por una poderosa fuerza intelectual y mediática. Desmoralizada y a la defensiva tras el desplome del comunismo y el descrédito de la socialestatismo keynesiano resucita ahora ante el aparente desplome de un capitalismo liberal cuyo predominio ha sido virtual, un brillante ejercicio de propaganda.

Los peligros para la estabilidad económica y política de las democracias occidentales no proceden de un exceso de mercado, sino de un exceso de Estado. Esta adopta tres sutiles formas: primera, la gradual expansión del poder estatal reduce gradualmente la libertad individual y esa dinámica tenderá a agudizarse si persiste el incremento de aquel. Segunda, los Gobiernos conceden/comparten cada vez más poder con los grupos de interés a cambio de su apoyo y tercera, el Estado mantiene promesas que no podrá cumplir. Esos tres elementos amenazan con erosionar o destruir los cimientos de la sociedad abierta y de sus dos expresiones institucionales: la democracia liberal y la economía de mercado.

Si la alternativa a la economía mixta dominante consiste en aumentar aún más su componente estatista, las crisis se repetirán cada vez con mayor frecuencia a intensidad, salvo que la refundación del capitalismo, preconizada por los estatistas, lleve a su sustitución por un sistema totalmente controlado por el Estado. En las actuales circunstancias, ya no existe una tercera vía entre el capitalismo democrático y la planificación suave o dura. Las economías mixtas son estructuralmente inestables. O domina el mercado, la libre empresa, o lo hace el Estado.

En las décadas posteriores a los dos choques petrolíferos de los 70, una moderada e incompleta dosis de liberalismo logró revitalizar el mortecino modelo estatista vigente en la mayor parte del mundo y proporcionarle un balón de oxígeno. Ahora, una inyección adicional de estatismo en la estructura de unas economías ya muy intervenidas solamente logrará destruir los mecanismos que hacen posible el crecimiento y la generación de riqueza producidos por esa "increíble máquina de fabricar el pan" a la que se conoce como sistema de libertad económica. Sí, es verdad: hay que refundar el capitalismo, pero en una dirección radicalmente distinta a la de quienes por ignorancia o por ideología preconizan políticas que son un beso mortal.

En 1989, la caída del Muro de Berlín simbolizó el fin del colectivismo carnívoro, el comunismo; la crisis actual, precipitada por la pandemia del covid, representa el agotamiento del modelo que de hecho ha predominado desde los años 70, el colectivismo vegetariano, el consenso socialdemócrata.

Free counter and web stats