sábado, 27 de enero de 2018

Bienvenido, Mr. Laffer



(Un texto de Lorenzo B. de Quirós en el suplemento económico de El Mundo del 7 de julio de 2013. Aunque desfasado respecto a la actualidad, conviene recordar un poco de teoría económica.)

Los últimos datos de paro registrado consolidan la tendencia a la baja del desempleo y son el preámbulo del final de la recesión en el segundo semestre de 2013. Las ganancias estructurales de competitividad externa, el intenso desapalancamiento de las familias y de las empresas, el vigoroso proceso de creación de pymes, el progresivo saneamiento del sistema bancario y la mejora de la percepción de los inversores sobre la economía española, reflejada en la trayectoria alcista de la bolsa y bajista de la prima de riesgo, crean las condiciones objetivas para el retorno a tasas de crecimiento y de generación de puestos de trabajo mucho más fuertes que las proyectadas por el consenso de los analistas y por los organismos internacionales. Este cambio de situación y de expectativas es el resultado del fuerte ajuste realizado por el sector privado desde el comienzo de la recesión y de las reformas estructurales introducidas y anunciadas por el Gobierno del Partido Popular.

En ese contexto se enmarca la discusión sobre la política desplegada por el Ministerio de Hacienda y de AA. PP. La interpretación de las críticas a su diseño y ejecución como una expresión de intereses personales o políticos concretos, como un ataque a la estrategia económica general del Gobierno o como una cruzada contra el responsable de ese Departamento es infantil y torticera. Las discrepancias con la actuación de un ministro no implica descalificar el conjunto del programa económico del Gabinete del PP, sino cuestionar una parte concreta de él, porque su fundamentación teórica es errónea, porque sus resultados son negativos y porque su mantenimiento constituye un importe lastre para lograr una disminución sostenible del binomio déficit/deuda y salir con fuerza de la recesión. Este es el fondo de la cuestión y ponerlo de relieve constituye un ejercicio de lealtad al proyecto reformista liderado por Mariano Rajoy.

El Ministerio de Hacienda y AA.PP. sostiene que el ajuste realizado hasta este momento es ortodoxo porque se asienta en una reducción del gasto público del 67% y un aumento de los impuestos del 33%. La historia enseña que los programas de austeridad exitosos reposan en un 85% sobre los recortes del gasto estructural y sólo en un 15% sobre la elevación de la fiscalidad. Además, no todas las subidas impositivas tienen las mismas consecuencias. En concreto, las alzas de la imposición directa -renta y sociedades- tienen siempre efectos nocivos sobre la economía que resultan demoledores en un escenario recesivo o de incipiente reactivación. Por eso, los recientes datos de la Agencia Tributaria son poco alentadores. Como era previsible, la brutal alza de la imposición ha deprimido la recaudación y ha incrementado el déficit. Se han subido los impuestos que más castigan la economía y no se ha reformado/recortado ninguna de las partidas estructurales del gasto. No existe estudio teórico ni base fáctica alguna que respalde la política del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas (ver Biggs A., Hasset K. and Jehnsen M. A guide for Deficit Reduction in USA based on Historical Consolidations that Worked, AEI, 2010).

En ningún país de la OCDE se ha producido una elevación de la fiscalidad de la agresividad de la introducida en España para recortar el déficit público y en ninguno ha caído y/o se ha estabilizado la ratio presión fiscal-PIB como ha ocurrido en la vieja Piel de Toro. Por simple regla aritmética, si el PIB cae y los tributos aumentan, la recaudación, la participación de ésta en el producto sube, lo que no pasa en la vieja Hispania. Grecia y Portugal, con contracciones del PIB superiores a la de España desde el inicio de la Gran Recesión, han recaudado más de lo que lo ha hecho el fisco español sin aumentar la tributación directa y, en Irlanda, los ingresos del Estado han iniciado una potente carrera alcista desde 2010. En todos esos países, los tipos impositivos sobre la renta y sobre las sociedades son muy inferiores a los existentes en España. En suma, las medidas tributarias del Ministerio de Hacienda y AA.PP son un factor determinante de la caída de los ingresos. En los últimos años, los aumentos de los impuestos han ocasionado un descenso de casi siete puntos de la recaudación en función del PIB que no es imputable en exclusiva a la crisis.

Por otro lado, la tesis en virtud de la cual ese hecho se ha producido por la existencia de un abultado fraude fiscal supone confundir la causa de ese problema con sus efectos. En cualquier sociedad siempre habrá un porcentaje de ciudadanos dispuesto a cumplir sus obligaciones tributarias, como hay un número de individuos propenso a cometer otro tipo de delitos. Ahora bien, la literatura y la experiencia disponibles muestran la existencia de una estrecha correlación entre el marco impositivo vigente en un país y su volumen de fraude/economía negra. En la práctica, cuánto más altos son los impuestos, mayor es la propensión a defraudar, lo que se agudiza en un entorno de recesión. Si se enfrenta la presión fiscal de los 21 países de la UE con el fraude directamente imputable a los impuestos, aproximadamente la mitad de él se explica por la carga tributaria soportada por las familias y por las compañías (ver Schneider F. and Buehn A, Shadow Economies in Highly Developed OECD Countries: What are the Driving Forces?,IZA, 2012).

Desde esta óptica, el caso español es un ejemplo paradigmático de la curva de Laffer. La idea de que no hay margen para bajar los impuestos es errónea. Al contrario, una disminución de la fiscalidad directa constituye el único instrumento a disposición del Gobierno para fortalecer la recuperación y aumentar los ingresos del sector público. Al mismo tiempo, esa medida constituiría de facto una devaluación interna. Esto es, una disminución de los costes, en este caso tributarios, lo que constituiría un elemento fundamental para potenciar las ganancias de competitividad experimentadas por la economía española en los dos últimos años. Por último, en un escenario de restricción crediticia, la disminución de los impuestos es esencial para dotar de mayor liquidez a los hogares y a las compañías, lo que incentivaría tanto la demanda como la oferta productiva.

jueves, 18 de enero de 2018

Deudas que oprimen o que liberan



(Un texto de E.G.M. en el Heraldo de Aragón del 1 de febrero de 2015. Historia de algunas deudas condonadas… y otras que no lo fueron.)

La petición de renegociar la deuda griega recuerda la condonación a Alemania tras la Segunda Guerra
Mundial. Ya en Mesopotamia se perdonaban estos compromisos. Haití, sin embargo, pagó durante más de un siglo.

Está en boca de muchos griegos. Syriza se ha encargado de ello. En 1953, la comunidad internacional firmó el Acuerdo de Londres, en el que se perdonaba a Alemania la deuda acumulada al final de la Segunda Guerra Mundial. Seis décadas después, el nuevo primer ministro griego Alexis Tsipras apela a este antecedente con insistencia. Y, aunque no hay casos muy similares en la historia contemporánea, a excepción de las condonaciones a los países más pobres del mundo, sí que hay antecedentes muy remotos que hablan de solidaridad con quien está ahogado por la devolución de los préstamos.

«En Mesopotamia y Egipto se anularon las deudas del pueblo para no oprimirlo. Hammurabi (1792 a. C.) proclamó en varias ocasiones una anulación general de las deudas de los ciudadanos con los poderes públicos», explica el analista bursátil Ismael de la Cruz. «El Código de Hammurabi establece en su epílogo que el poderoso no puede oprimir al débil, la justicia debe proteger a la viuda y al huérfano (…) a fin de hacer justicia a los oprimidos», añade.

En otros casos, las anulaciones fueron resultado de una lucha social exacerbada por la crisis y el ascenso de las desigualdades. Sucedió en los antiguos imperios de Grecia y Roma.

Más próximos en el tiempo están los llamados arreglos de la deuda que se practicaron en España en el siglo XIX e incluso principios del XX. «El Estado alcanzó un nivel de endeudamiento tan grande que no podía hacer frente al mismo, por lo que los ministros de Hacienda (Juan Camacho, en 1881, y Raimundo Fernández Villaverde, en 1900) recurrieron a un arreglo o reestructuración de la deuda», asegura De la Cruz, quien añade que el problema tenía su origen en que los déficits surgían de la inestabilidad política y de las guerras (como la de Cuba). «Finalmente, Fernández Villaverde tuvo la suerte de que el final de la guerra de Cuba redujo el déficit fuertemente, alcanzándose superávit a principios del siglo XX», concluye.

Para Carmelo Romero, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, esos arreglos eran realmente imposiciones, no negociaciones como se esperaría ahora. «Cuando España llegaba a la quiebra, en los bonos de deuda, donde ponía que valían por mil pesetas, lo cambiaban a 500», cuenta el profesor. Asegura que se trataba de un timo al prestamista, especialmente al pequeño, no al grande. «Al pequeño acreedor le decía que le pagaría mayores intereses y luego no era así. Quien realmente ganaba eran los grandes, las compañías o bancos que sí que negociaban a cambio una conversión de la deuda, como lo era el hecho de explotar el subsuelo», añade. Se trataba de construir el ferrocarril o explotar minas.

Algunas de esas grandes fortunas que finalmente salían ganando fueron la familia Rothschild, que llegaron al siglo XIX como uno de los más influyentes linajes de banqueros y financieros. «Hubo muchos arreglos de la deuda porque el Estado estaba en quiebra. Su nivel de deuda crecía mucho pero no los impuestos, que eran bajos. Y las leyes castigaban poco la propiedad», dice Romero.

En el lado contrario, existe una deuda histórica que el Gobierno francés no consintió perdonar. Se trata de la que estipuló que contraía Haití con Francia a pesar de haber logrado la independencia a través de un levantamiento, después de que el 18 de noviembre de 1803 los franceses perdieran su última batalla, y el día de año nuevo de 1804 se proclamara el nacimiento de una nueva nación, el primer país libre de América Latina.

En 1825 Francia tasó el reconocimiento de esa libertad en 150 millones de francos oro (el equivalente hoy en día son 19.500 millones de euros). Una compensación por las tierras perdidas por los caciques franceses. Se terminó de pagar en 1947.

Sin embargo, cuando la desgracia llamó a la puerta de Haití con un devastador terremoto en enero de 2010, el Fondo Monetario Internacional condonó la deuda de Haití, de 268 millones de dólares (210 millones de euros). También estableció un programa de crédito de tres años por valor de 60 millones de dólares (47 millones de euros) para apoyar la reconstrucción del país caribeño.

miércoles, 3 de enero de 2018

Egipto. ‘Golpes’ económicos: democracia, renta, recesión y revoluciones


(Un texto de Pablo R. Suanzes en el suplemento económico de El Mundo del 7 de mayo de 2013)

El miércoles [3 de julio de 2013], el Ejército de Egipto consumó un golpe de Estado de lo más extraño para apartar a los Hermanos Musulmanes del Gobierno. Desde luego no se ajustó a los cánones (twitpic.com/d0m8c7). Ni parece que hayan leído a Edward Luttwak (http://www.nybooks.com/articles/1969/08/21/how-to-plot-your-takeover/#.UdRpfU-Ijyg.twitter). Las razones para el coup son muchas. Descontento social, el giro autoritario de Morsi y, desde luego, la situación económica del país. Bassen Sabry resume bien cómo los Hermanos perdieron el control (https://www.al-monitor.com/pulse/originals/2013/07/morsi-brotherhood-lost-egypt-bsabry.html) ¿Es posible gestionar un Presupuesto «cuando el 20% del gasto público se va en subvencionar combustibles?» (http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/espiritusanimales/2013/07/03/el-colapso-economico-egipcio.html). Caroline Freund, que fue economista jefe del Banco Mundial para Oriente Medio, explica el enorme problema de los subsidios energéticos, que se llevan un 9% del PIB, y los problemas estructurales ligados al empleo.

¿Cuál es la visión económica de los Hermanos Musulmanes? Para algunos, son «neoliberales» (http://www.publico.es/internacional/hermanos-musulmanes-neoliberalismo-economico.html). Joshua Stacher, de la Universidad de Kent, resume los años 2004 a 2010, con el primer ministro Ahmad Nazif, como de «agresivas reformas neoliberales». Bueno, en realidad ve neoliberalismo por todas partes (http://www.merip.org/mer/mer262/egypts-generals-transnational-capital#_1_). No es el único (https://mondediplo.com/2013/06/05brothers). Aunque la sección pro-mercado (https://www.reuters.com/article/us-egypt-election-economy/egypts-brotherhood-looks-to-private-sector-to-boost-economy-idUSBRE8550RK20120606) haya tenido a veces más peso que la pro-Estado, la realidad es complicada (https://www.bloomberg.com/news/articles/2012-04-19/the-economic-vision-of-egypts-muslim-brotherhood-millionaires#p1). Bastante más complicada (http://www.brandeis.edu/crown/publications/meb/MEB67.pdf).

¿Qué relación hay entre economía y democracia? Adam Przeworski sostiene que si bien el crecimiento no trae forzosamente la democracia, si eres rico y tienes democracia, ésta es invulnerable. Y ha constatado que ninguna ha sido derribada teniendo una renta per capita mayor que la de Argentina en 1975, que era de apenas 6.000 dólares por cabeza. José Fernández-Albertos ha destacado que Egipto está lejos todavía de ese nivel (goo.gl/y9pEd). Galetovic y Sanhueza, en cambio, creen que la correlación con la renta es débil, pero que una recesión el año anterior puede aumentar las posibilidades de un golpe un 47%. Ulfeldery Brandt, llegan a conclusiones diferentes: en transición, cuanto más creces, más riesgo (https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1907643).

Free counter and web stats