martes, 29 de octubre de 2013

Sobreviviendo: sólo para vivienda y comida



(Un texto de Europa Press leído en el suplemento económico del Heraldo de Aragón del 13 de octubre)

Durante el pasado año, casi la mitad de los españoles, un 48%, solo pudo afrontar los gastos relacionas con vivienda, comida y productos básicos, según el informe realizado por Nielsen sobre el 'Impacto de la inflación en el comportamiento del consumidor'.

Nielsen destacó que los datos son «muy similares» a los ofrecidos por el conjunto de la Unión Europea (UE), donde el ratio de los ciudadanos que solo pueden afrontar gastos en vivienda, ropa y comida asciende al 52%.

Por su parte, países donde la coyuntura macroeconómica es «teóricamente mejor que en España, como Francia o Alemania», el porcentaje de ciudadanos que únicamente pueden permitirse el gasto básico es mayor al caso español y la media europea, al situarse en el 63% y 59%, respectivamente.

En el caso del resto de países de la UE, por detrás de Francia y Alemania se encuentran Grecia (51%) e Italia (46%). Asimismo, en España un 42% afirmó que «gastó normalmente permitiéndose algún capricho», mientras que el 10% restante «gastó abiertamente sin preocuparles la situación económica».

Por otro lado, el 71% de los españoles consultados indicó que no puede afrontar una subida de precios en los alimentos sin descuidar otras partidas del presupuesto familiar. En este sentido, el 57% de los alemanes, el 76% de los franceses y el 64% de los italianos se ven obligados a valorar esta situación al planificar el presupuesto familiar. «Alarmante es la situación en Grecia, donde la crisis ha impactado con mayor virulencia, ya que el 87% de las familias sufren dicha circunstancia», según Nielsen.

Preguntados por un eventual incremento en el precio de los alimentos, los españoles quitarían de su presupuesto las cenas fuera de casa (66%), la compra de ropa y accesorios (58%) o la partida para ocio (44%). Otros capítulos donde se reduciría el gasto es en viajes o vacaciones (43%), o servicios de comunicación (42%).
Por el lado contrario, las partidas donde menos reducirían gastos son el cuidado infantil (2%), la educación (5%), la ropa de niños (7%), salud (8%), o el pago de créditos, ya que el 11% de los encuestados o no puede o no quiere afrontarlos.

Otra de las tendencias observadas en el informe de Nielsen pone de manifiesto que ante un posible aumento en el precio de los alimentos, los españoles reducirían su gasto en productos como bebidas alcohólicas (63%), dulces y galletas (70%), patatas fritas y 'snacks' (69%) e incluso comida preparada a domicilio (69%). En cambio, los consultados no cambiarían sus hábitos de compra en lácteos, carne, o frutas y verduras.

viernes, 18 de octubre de 2013

Lista Forbes de ficción



(Un texto de Elena Hita y Marcos Iriarte en el suplemento económico de El Mundo del 15 de septiembre)

Los más ricos de mentira. El Tío Gilito recupera su trono como el personaje de ficción más rico del mundo. Desbanca así al dragón Smaug de El Hobbit. Se mantiene en tercer lugar CarIisIe CuIIen, de la Saga Crepúsculo. La cuenta de la vieja que hace la revista Forbes es calcular el valor real del patrimonio que se les asigna en la ficción.

Así, el personaje de Disney cuenta con una fortuna de 49.500 millones de euros, procedentes de la minería y la búsqueda de tesoros. El personaje de Tolkien tiene 40.900 millones de saqueos y el vampiro, 34.800 de sus inversiones.

lunes, 14 de octubre de 2013

Economía sumergida: impuestos, cotizaciones y consecuencias



(La columna de Cristina Berechet en el suplemento económico de El Mundo del 15 de septiembre)

Un estudio del lnstitute of Economic Affairs (lEA) estima que la economía sumergida representa el 10% del PIB de Inglaterra, por debajo del 14% alcanzado en los países nórdicos o del 20-30% en el caso del sur de Europa, incluida España (www.iea.org.uk/sites/default/files/publications/files/IEA%20Shadow%20Economy%20web%20rev%207.6.13.pdf).

Corrupción. Según el Fondo Monetario Internacional (www.imf.org/external/pubs/ft/wp/2012/wp1247.pdf), el tamaño de la economía sumergida depende principalmente de la calidad de las instituciones y del peso de la regulación. Además, los países con más corrupción son los que más padecen este fenómeno. No obstante, para el lEA, el principal responsable del problema es el sistema fiscal basado en tipos impositivos demasiado elevados y unas altas cotizaciones a la Seguridad Social. También influyen, aunque en menor medida, la ética fiscal de los ciudadanos, la calidad de las instituciones y la regulación del mercado laboral.

El coste laboral. Las cotizaciones elevadas generan grandes diferencias entre la remuneración salarial percibida por el trabajador y su coste para la empresa. Además, en el caso de que un trabajador de la UE lograra duplicar su sueldo hasta alcanzar el 66% del salario medio, sufriría una penalización del 58% de los ingresos adicionales. Todo ello incentiva que este dinero extra se busque en la economía sumergida. Así, una reducción del esfuerzo fiscal facilitaría: impuestos más bajos, menos trabajadores en la economía sumergida, una mayor conciencia fiscal, más recaudación y la posibilidad de reducir los tipos impositivos. Sin embargo, cuando se actúa en sentido contrario y se suben los tributos, se genera un círculo vicioso: la economía sumergida aumenta, la recaudación cae, se necesitan más ingresos y, por tanto, otra subida de tipos. ¿Les suena? ¿Para cuándo unas clases de iniciación a la economía destinadas a nuestros gobernantes?

martes, 8 de octubre de 2013

Célebres avariciosos



 (Un artículo de Ana Mattern en la revista Mujer de Hoy del 6 de agosto de 2011)

Vivir para acumular, obtener una satisfacción torcida por acaparar dinero con pasión desmedida, hasta llegar a situaciones grotescas y miserables, no es un delito, por poco virtuoso que parezca, pero sí un pecado. Basta con observar cómo muchos magnates se han enriquecido y cómo muchos de sus descendientes han litigado contra su propia familia para obtener más. […] una esclavitud que les ha costado, casi siempre, el amor de los suyos.

Jean Paul Getty III ya no sufrirá por haber nacido en una familia que lo puede comprar todo menos el amor entre sus miembros. La triste vida del nieto del que en su día fuera el hombre más rico del mundo - y al que desde 1973 se le consideró uno de los más avaros- terminó [en febrero de 2011] a los 54 años, tras haber pasado dos décadas en una silla de ruedas, medio ciego e Incapaz de hablar. Jean Paul III saltó a la fama a los 16 años, cuando fue secuestrado y su abuelo se negó a pagar su rescate durante cinco meses. El millonario era tan rácano que, al principio, muchos pensaron que el adolescente había simulado su secuestro para sacarle dinero. Durante las largas negociaciones para la liberación, sus captores le cortaron una oreja y la enviaron a un periódico italiano. Era la fórmula de persuadir al riquísimo abuelo, que se negaba a abonar el rescate aduciendo que tenia 14 nietos más y que, si pagaba por él, en el futuro seguramente sería víctima de más extorsiones. Pero las amenazas de los secuestradores subieron de tono y prometieron mandar el cuerpo del joven "trozo a trozo”. El abuelo Getty negoció, regateó y consiguió que rebajaran hasta tres millones de dólares los 17 que pedían inicialmente. Nunca se reveló la cifra que pagó finalmente, pero se cuenta que el jefe del clan prestó el dinero al padre del secuestrado, Jean Paul Getty II, para que se lo devolviera a plazos con el "módico" 4% de interés. El 15 de diciembre, el adolescente fue encontrado, desnutrido, temblando de frío y solo en una nevada carretera Italiana. Era el día en que su abuelo cumplía 81 años. Ni se puso al teléfono cuando el muchacho, recién liberado, intentó hablar con él. Nunca volvieron a tener contacto.

Desheredado, Aquella trágica experiencia traumatizó a Jean Paul III, que vivió tos siguientes años inmerso en la cocaína, la heroína y el alcohol, hasta que en 1981 se quedó tetrapléjico. Menos de un año después del secuestro, su abuelo le desheredó por casarse con Martine Zacher, una actriz alemana de "poca monta", madre soltera y mayor que él. Fue una de las últimas decisiones de su huraño abuelo antes de morir, en 1976. Lo hizo en Sutton Place, su mansión de 72 habitaciones, próxima a Londres, rodeado de obras de Rubens, Tintoretto, Tiziano… Su afán de riqueza le llevó a acumular cerca de 600 piezas. Y es que coleccionar arte fue su segunda pasión, tras amasar dinero, mucho dinero.

Getty consiguió su fortuna con el petróleo y a finales de los 50, fue uno de los primeros en tener más de 1.000 millones de dólares. Sin embargo, siempre se quejó de los problemas que le supuso tanta riqueza y alardeó de sus hábitos de "ahorro". En su autobiografía contaba que en su mansión instaló teléfonos públicos con monedas para que el servicio y los invitados no llamaran gratis. Al petrolero le gustaba fingir pobreza usando trajes arrugados y jerséis con agujeros en los codos. Pero también disfrutaba de las prerrogativas de ser millonario y acudía a espléndidas fiestas, casi siempre acompañado por una mujer hermosa varias décadas más joven. Arremetía contra los que le "suplicaban por dinero", que debieron ser muchos porque recibía cada mes más de 3.000 cartas de extraños pidiéndole ayuda. En un artículo titulado “Es duro ser multimillonario”, declaraba que nunca daba dinero porque era "ingrato y erróneo". Se quejaba porque no sabía si le querían por sí mismo o por su fortuna y decía que camareros y amigos le daban siempre las cuentas de los restaurantes para que pagara. Le molestaba que todos esperasen de él "un extra de generosidad". En una entrevista intentó mejorar su imagen, sin éxito: “Si tuviera seguridad de que donando mi fortuna haría una contribución real contra la pobreza del mundo, regalaría de inmediato el 99,5% de todo lo que tengo. Sin embargo, una evaluación profunda de la situación me convence de qué este no es el caso". Para el petrolero, que trabajaba más de 16 horas al día y vivía preocupado por su salud, dinero y amor eran incompatibles: "Una relación duradera con una mujer soto es posible si eres un fracasado en los negocios", dijo tras su quinto divorcio.

De tal padre, tal hijo. Jean Paul Getty I dejó una fortuna valorada en más de 4.000 millones de dólares: una cuarta parte la heredó su hijo, sir Jean Paul Getty II. Su testamento también incluía generosos legados para 12 amigas que le habían "consolado" durante su vejez. Pero ni un dólar para su nieto. "No toda la familia Getty está interesada en convertirse en millonario", escribió el joven para demostrar que no sentía envidia. La segunda generación, además del patrimonio, heredó varios de los hábitos huraños del patriarca. Sir John Paul ll -quien se habla pasado media vida enganchado a las drogas y fue galardonado con un título de caballero honorario por sus servicios al partido conservador británico y sus donaciones a instituciones artísticas- se negó a pagar las facturas médicas de su traumatizado hijo, que ascendían a más de 20.000 dólares mensuales. Con el tiempo. Los dos Getty pleitearon en los tribunales de Los Angeles, donde la ex esposa del multimillonario sir (separados desde que el hijo tenía ocho años) solicitó ayuda económica. El juez falló a favor del nieto, ya por entonces atado a una silla de ruedas.

Otro ejemplo que Ilustra que la riqueza no es garantía de integración familiar, sino más bien de codicia y deslealtad es el de los Hilton y sobre todo el de Francesca Hilton, la hija del patriarca del imperio hotelero, Conrad Hilton, y su segunda esposa, la actriz Zsa Zsa Gabor. El primero en pleitear fue el primogénito de la saga, W. Barron. Durante 10 años intentó recobrar la mayor parte de la fortuna que su padre, un devoto católico, dejó a una fundación benéfica cuando murió a los 91 anos. Barron,  uno de los pocos miembros de la familia que ha trabajado por mantener en pie el negocio, demostró que la cadena hotelera no era un trabajo personal de su padre, sino que la hablan levantado juntos. Y los jueces le dieron la razón. Una tercera parte de la fortuna volvió a sus manos. Otro tercio continuó gestionado por la Conrad Hilton Foundation y el resto fue depositado en un patronato. Pero su hermanastra no tuvo tanta suerte. A Francesca, su padre sólo le dejó 100.000 dólares. Ella refutó la voluntad del patriarca, aunque habla una clausula por la que podían desheredarla. "Eran 100.000 dólares por intentar conseguir 200 milones, por eso impugné el testamento", explicó ella. Pero lo perdió todo.

Aunque Francesca ejemplariza el refrán de que "la avaricia rompe el saco", a su manera, es una luchadora dentro de una familia peculiar. Su madre, Zsa Zsa Gabor, mucho antes de que su sobrina biznieta Paris Hilton irrumpiera en el panorama mediático, fue una de las primeras "celebrities". Los cotilleos de la época decían que la segunda esposa de Hilton gastaba a espuertas, hasta el punto de que el magnate fijó una estricta asignación de 250 dólares al mes. Zsa Zsa tenía 22 años y junto a sus hermanas, Magda y Eva, eran consideradas “unas aventureras, trepadoras sociales y oportunistas". En marzo de 1947, ya divorciada de Conrad, tuvo a Constance Francesca. La niña, no deseada por sus progenitores (según la autobiografía de Zsa Zsa, se quedó embarazada después de que Conrad la violara), no tuvo una vida fácil. A su padre solo lo veía en alguna reunión navideña y en almuerzos esporádicos. Sin embargo, madre e hija parecían inseparables. “Los novios de mi madre me llevaban a todas partes -recordaba Francesca-. Me compraban cosas para que convenciera a mi madre de que se casase".

"Al pobre le faltan muchas cosas; al avaro, todas", decía el antiguo escritor romano Publio Siro. Quizás eso fue lo que llevó a Francesca -ya convertida en actriz de teatro y televisión- a falsificar la firma materna para obtener un préstamo hipotecario de dos millones de dólares, poniendo como garantía la vivienda de su madre, valorada en 14 millones. El dinero desapareció, pero Francesca nunca compró una casa. Eso alegaron Zsa Zsa y su noveno marido, el príncipe Frederic von Anhalt, en una demanda por robo y fraude presentada en 2005. Francesca, a su vez acusó a su padrastro de manipular a su madre y presentó una contrademanda por daños y perjuicios. Al final, un juez de Los Ángeles rechazó todas ellas. "La gente sale como buitres esperando a que ella muera para llevarse su dinero, pero no voy a dejar que eso suceda", sostiene von Anhalt en relación a su esposa, postrada en la cama desde 2002. Y en medio del circo mediático, Francesca Hilton lanza comunicados quejándose de la atención a su madre, con la que no se habla desde hace años, igual que con el resto del clan Hilton.

Pero si hay una mujer recordada por su “mucho dinero y poco corazón" esa es Hetty Green. En la época en que solo los hombres hacían fortuna, los años en que los patriarcas de los Rockefeller, Carnegie, Morgan y Vanderbilt se enriquecían comprando y vendiendo acciones, compitió en audacia financiera con ellos y se convirtió en una de las primeras mujeres en invertir en Walt Street. Pero a diferencia de ellos, que adquirieron gran reputación gracias a su filantropía, Hetty entró en el Guiness con el triste récord de ser la mujer más tacaña del mundo. Su biógrafo Chris Slack y su leyenda cuentan que, pese a tener una fortuna valorada en 100 millones de dólares de la época (unos 9.000 millones ahora), vivió con sus dos hijos en habitaciones de míseros hoteles o pequeños apartamentos en Brooklyn y Nueva Jersey -donde nunca encendía la calefacción-, para no tener residencia permanente y así no pagar Impuestos. Siempre llevaba el mismo vestido negro, adornado con encajes baratos, al que solo lavaba el bajo para ahorrar agua y jabón, y que cambiaba por otro similar solo cuando se caía a jirones. Comía una ración de harina de avena diaria, que calentaba en el radiador de la oficina para no gastar, y compraba galletas rotas para sus hijos, porque eran más baratas. Y recorría miles de kilómetros sola, en una época en que pocas mujeres viajaban sin escolta, para cobrar una deuda.

Nacida, en 1835, como Henrietta Howland Robinson, pero conocida como Hetty Green -y más tarde apodada "la bruja de Wall Street"- fue una genio en los negocios casi desde la cuna. A los ocho años ya tenía su cuenta de ahorros. A los 13, leía la sección financiera del periódico a su padre y aprendió tanto que se convirtió en administradora del dinero de la familia. A los 31 años, tras morir su padre y su solterona tía Sylvia, heredó una flota ballenera y cinco millones de dólares. Invirtió en bonos de la Guerra Civil y se convirtió en la mujer más rica del mundo. Por avaricia, inició una batalla legal, que duró cinco anos, al enterarse de que tía Sylvia había legado la mitad de su fortuna a obras de caridad. Hetty estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para conseguir lo que creía suyo. En su lucha contra el albacea del testamento, presentó un documento donde aparecía la firma de la tía dejándole todo el patrimonio a ella. El juicio creó un precedente judicial que todavía hoy se utiliza en EE.UU.: el caso Robinson v. Mandell, en el que por primera vez se utilizaba como prueba un razonamiento matemático en los tribunales norteamericanos. Y el juez falló en contra de Hetty: los porcentajes de que ambas fueran tan similares demostraron que se trataba de una falsificación.

La filosofía de Hetty era simple: “Comprar barato y vender caro". Y se hizo famosa por su habilidad para ganar dinero, frente a su incapacidad para gastarlo. Algunos de sus biógrafos justifican esa austeridad en el temor a que los hombres pudieran controlar sus finanzas -aún quedaban décadas para que las mujeres tuvieran derecho al voto-, lo cual la llevó a dominar cada céntimo y a acumular tanto como pudo. De hecho, cuando se casó con el rico comerciante Edward Green le hizo firmar un acuerdo prenupcial para no ser responsable de sus deudas. En pocos años, su marido se había arruinado y, mientras se separaba de él, la herencia de Hetty se había cuadruplicado mediante su astucia para no pagar impuestos, la reinversión y los préstamos de alto interés a empresarios desesperados. Con un recelo desmedido, la usurera nunca pidió ni un dólar prestado. Su afán era acumular activos sólidos, sobre todo bienes raíces y ferrocarriles.

Sobre su legendaria avaricia se cuenta que cuando su hijo Edward se rompió una pierna lo llevó a un hospital de caridad y, como se negaron a atenderles gratuitamente, regresaron a casa y trató de curarle ella misma. Años después, el muchacho perdió su pierna a causa de la gangrena. Su tímida hija Sylvia también fue víctima de su miserable forma de vivir. Durante anos. Hetty estuvo en contra de todos sus pretendientes. Cuando accedió a que se casara con Matthew Astor Wilks, la joven ya tenía 30 años y el novio tuvo que renunciar a su derecho a heredar. Él pertenecía a la familia Astor y aportaba una fortuna de dos millones de dólares del año 1909, suficiente dinero para demostrar que no era un cazafortunas. Dicen que Hetty pasó sus últimos años en una silla de ruedas por negarse a pagar una operación que costaba 150 dólares. Murió, a los 81 anos, tras una apoplejía. Ironías de la vida, su hijo Edward acabó casándose con su ama de llaves (una exprostituta que conoció en Texas) y fue un derrochador, amante de los coches, los yates y las joyas. Su hija Sylvia fue siempre una completa ignorante en asuntos financieros y, cuando murió su hermano, se encargó de la herencia familiar que, en 1951, repartió generosamente entre cientos de organizaciones benéficas, iglesias, escuelas y universidades.

Otros tacaños ilustres
Isabel II de Inglaterra. Lleva medio siglo reinando con sobriedad, aunque acumula una fabulosa riqueza. Entre sus manías dicen que hace caminar a los miembros de su servicio por los laterales de los pasillos para no desgastar las alfombras y que ella misma comprueba todas las noches que las luces del palacio de Buckingham estén apagadas.

 Mick Jagger. El líder de los Rolling Stones fue elegido como una de las celebridades más avaras de Gran Bretaña. Reconoció que la banda dejó de vivir allí “por cuestiones de Impuestos". Su segunda mujer, la modelo Jerry Hall, le acusó de negarse a pagar la pensión de sus cuatro hijos y, tras luchar en los tribunales durante cinco años, logró 25 millones de dólares por su divorcio.

Tony Blair. El ex primer ministro laborista y su mujer, una prestigiosa abogada, pretendieron cobrar 12 libras a los invitados a la fiesta del 11º cumpleaños de su hijo pequeño, Leo, por los gastos de transporte hasta la mansión campestre de la familia, donde se Iba a celebrar la fiesta.

Madonna. En su libro “Vivir con mi hermana Madonna", Christopher Ciccone -mano derecha de la cantante durante 20 años- revela su tacañería: “El dinero, desgraciadamente, ha sido uno de los ejes de nuestra relación".  Cuenta que jamás deja propina y controla severamente las llamadas y las facturas.

Anna NicoIa Smith. La conejita de Playboy se casó, con 26 anos, con el octogenario petrolero J. Howard Marshall, que murió a los 14 meses. El mismo día del funeral comenzó la batalla legal con su hijastro, Pierce Marshall, por una fortuna valorada en 450 millones de dólares. Tras cinco años de litigio, consiguió 89. La mayor parte lo dilapidó en excesos.

Paula Cusi. Es una de las cuatro viudas de Emilio Alcárraga Milmo, el empresario mejicano que fundó Televisa. Fue detenida en abril por mentir y falsear declaraciones durante el litigio en el que reclama una mayor parte de la herencia. Están en juego unos 240 millones de dólares.
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