sábado, 31 de mayo de 2014

Economía y astrología



(Texto de Carlos Salas en el suplemento económico de El Mundo del 24 de enero de 2010)

No pude evitar entrar en una tienda donde echaban el tarot y preguntar a la cartomante si había muchos hombres de negocios que le consultasen el futuro. «Por supuesto», respondió. «Una vez me preguntó un empresario qué podía hacer con sus acciones. Le eché las cartas y le dije que no siguiera por ahí. Luego le pedí que se tomara algo y que me contara sus sueños. Soñó que los coches se despeñaban. Vendió sus acciones de General Motors antes de la caída», afirmaba la Maestra Ayala, que tiene cuatro tiendas en Madrid y ahora le piden en Nueva York que monte otra más.

¿Alucinaciones? No señor. Alucinaciones fueron las que tuvieron los analistas, los economistas, los gobernantes y los servicios de estudios. No previeron una crisis de este calado. Entonces, ¿por qué no creer en las predicciones de los astrólogos, hierofantes y tarotistas?

A principios de año, el astrólogo suizo Claude Weiss decía que Marte y Mercurio estaban en conjunción lo que significaba una subida de la Bolsa. Estudiando atentamente las constelaciones, predecía un empuje de la Bolsa por lo menos hasta mayo. Weiss es el director de Astrodata AG. Han leído bien: Astrodata. Una empresa suiza que se dedica a hacer predicciones de Bolsa y a la que acuden analistas y periodistas para sus consultas. Incluso el periódico económico más importante de Suiza, Cash, publica esporádicamente sus revelaciones astrales, a las cuales da tanta importancia como a los analistas de Credit Suisse.

«Para ayudar al desarrollo personal a través del conocimiento astrológico; ésa es nuestra meta», reza la bienvenida de la web del señor Weiss (www.astrodata.ch). Y no es una web especializada en marcadores bursátiles, sino un sitio de consejos horoscópicos, con una parte dedicada a la ‘Finanz Astrologie’. La compañía organiza seminarios en muchas ciudades suizas, y uno de los próximos incluye en el programa el siguiente repertorio: Porqué 2010 es el año más importante en muchas generaciones desde el punto de vista astrológico, y por supuesto, no podía faltar el de Un vistazo a 2010: ciclos astrológicos y perspectiva histórica. Son dos días de trabajo en grupo a un precio de 335 euros. Puestos a creer, qué más da.
En la búsqueda de las razones de tanta pifia económica y de tantas previsiones fallidas, el diario The Wall Street Journal publicó en medio de la crisis de 2008 un reportaje titulado Escrito en las estrellas, donde afirmaba que los desilusionados inversionistas estaban pasando «de las cartas bursátiles (stock charts), a las cartas astrales». Y citaba a un analista de Wall Street que decía: «Las caídas debido al pánico siempre han tenido lugar el 27 o el 28 del séptimo ciclo lunar, lo cual coincide con los pánicos de 1857, 1907, 1929, 1987, y 1997, que marcaron su punto más bajo estos días de octubre».

No fue del todo exacto, pero desde luego, más preciso que cualquier analista financiero porque entre la segunda mitad de septiembre y la segunda de octubre la Bolsa de Nueva York sufrió una de las caídas más acusadas de su historia.

El analista norteamericano Christopher Carolan, que usa la técnica elaborada de los charts (mapas de comportamiento de la Bolsa), afirmaba en su web que se rumoreaba en el mercado sobre la coincidencia entre la luna nueva y un eclipse solar. Claro que, quien quisiera salir de dudas, se encontraba con esto: «Suscríbase al Nivel Premium; precio: 430 dólares». ¿Un analista de Bolsa hablando de la luna? ¿Se llama a eso un lunático?

De veras que no, porque Carolan ganó un premio Charles Dow (el creador del índice famoso) por un ensayo titulado El pánico de otoño, donde explicaba que los grandes crash de la Bolsa de Nueva York habían tenido lugar, principalmente, en otoño. Y ponía una ristra de ejemplos que dan mucho que pensar, porque las grandes catástrofes habían sucedido en esas fechas. Por ejemplo, el gran derrumbe de 2008 empezó un 15 de septiembre y se extendió hasta octubre, al comienzo del otoño. Todos estos financieros citan a un sabio en la materia astrológica llamado Steven Puetz, quien se dedicó a ver las coincidencias de los ciclos bursátiles con la luna y con el sol, y descubrió que las grandes catástrofes en la historia de la Bolsa ocurrían cuando hay luna llena en un periodo de seis semanas anteriores o posteriores a un eclipse solar total.

Para sostener científicamente su tesis, Puetz se remontó a la locura de los tulipanes en el siglo XVII, cuando una extraña codicia impulsó a los holandeses a invertir su patrimonio en semillas de tulipán. Aquello no floreció y arruinó a millones de ciudadanos. Al parecer, coincidió con un eclipse solar total, tras lo cual coincidió una luna llena.

Veamos. El 1 de agosto de 2008 hubo un eclipse total de sol que apagó la luz de Europa, Asia y América del Norte. Hubo luna llena el 16 de agosto y el 15 de septiembre. En la semana del 16 de agosto la Bolsa comenzó a declinar. Y el 15 de septiembre, el banco Lehman Brothers anunció a la una de la madrugada su bancarrota y derrumbó la Bolsa de Nueva York. Fue justo lo predicho por Puetz. Pueden comprobarse en cualquier calendario lunar y solar.

Ha habido escritores, filósofos, psicólogos y científicos eminentes que han estudiado a fondo las alineaciones astrales y han encontrado significados. Para los escépticos como yo se trata de coincidencias. Pero llega un momento en que las coincidencias son tentadoramente divertidas. […]

jueves, 29 de mayo de 2014

La paradoja de Easterlin



(La columna de Pablo Rodríguez Suanzes en el suplemento económico de El Mundo del 24 de enero de 2010)

[…] la célebre Paradoja de Easterlin, enunciada en 1974 por el economista Richard Easterlin y que sostiene que no existe una correlación comprobable entre mayor riqueza y mayor felicidad (graphics8.nytimes.com/images/2008/04/16/business/Easterlin1974.pdf). Según sus datos, una vez cubiertas las necesidades básicas más dinero no aporta más satisfacción en la vida diaria.

Sin embargo, en 2008, Betsey Stevenson y Justin Wolfers, de la Universidad de Pensilvania, rebatieron la Paradoja, asegurando que sí hay correlación entre renta per cápita y felicidad y que no existe un punto límite a partir del cual ésta deja de ser relevante. Además, en agosto de 2008 el propio Wolfers destacó en una serie de post en Freakonomics (freakonomics.blogs.nytimes.com) algunos datos curiosos sobre las diferencias de felicidad por raza, sexo o formación.

La felicidad está de moda. […] Nicholas D. Kristof citaba en su columna de The New York Times (www.nytimes.com/pages/opinion) el libro The Happiness Hypothesis, del psicólogo Jonathan Haldt (www.happinesshypothesis.com). La tesis de su ensayo es que una buena vida social y un matrimonio estable son factores relevantes para acumular felicidad, pero no la belleza, el dinero o el sexo, y apenas la raza o la salud. El día 15 [de enero de 2010], Julian Baggini publicó también un extenso artículo en Financial Times (www.ft.com) titulado Where happiness lies, en el que aborda la literatura reciente sobre el tema (http://intelib.wordpress.com).

martes, 27 de mayo de 2014

De espíritus animales y carniceros interesados



(La columna de Pablo Rodríguez Suanzes en el suplemento económico de El Mundo del 6 de septiembre de 2009)

Entre 1776, fecha de publicación de La riqueza de las naciones de Adam Smith, y 1936, cuando salió a la venta la Teoría general de John Maynard Keynes, el pensamiento económico se movió, con oscilaciones, desde cierto grado de liberalismo hacia una corriente mainstream partidaria del aumento de la intervención estatal. ¿Qué cambió en ese tiempo? Que la mano invisible y el interés propio como generadores de bienestar [«no es de la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero de lo que esperamos nuestra cena, sino de sus miras al interés propio», escribía Smith hace más de dos siglos (www.elcato.org/node/120)] fueron desechadas en favor de un concepto igualmente abstracto: los animal spirits.

Los economistas Robert J. Shiller y George A. Akerlof (premio Nobel en 2001) acaban de publicar en español el libro Animal Spirits, que ha generado un gran debate en EEUU (www.law.uchicago.edu/node/1034). En él aseguran que «para comprender el funcionamiento de las economías y cómo podemos gestionarlas para prosperar, debemos prestar atención a los patrones de pensamiento que influyen en las ideas y los sentimientos de las personas, es decir: sus espíritus animales». El propio concepto de espíritus animales, popularizado por Keynes en la obra citada, pretende destacar el valor de lo subjetivo, lo pasional, lo imprevisible sobre lo racional en las decisiones humanas.

El principal problema con los animal spirits es, como reconoce el profesor de Harvard Greg Mankiw, es que los economistas no saben «demasiado sobre lo que guía los espíritus animales de los agentes económicos» (http://gregmankiw.blogspot.com,el 27 de enero de 2009). Aunque gran parte de los expertos coinciden en que recuperar la confianza es la clave para salir de la crisis, lo que no está claro es cómo devolverla. ¿Con más gasto del Gobierno o bajando los impuestos? (online.wsj.com/news/articles/SB123302080925418107?mg=reno64-wsj&url=http%3A%2F%2Fonline.wsj.com%2Farticle%2FSB123302080925418107.html). Keynes diría que no es algo manipulable, pues ese espíritu no es sino la «necesidad espontánea de acción frente a la inacción, y no el resultado de la media de los beneficios cuantitativos por sus probabilidades» (www.jesusencinar.com).

domingo, 25 de mayo de 2014

El Muro de Berlín y el capitalismo



(La columna de Pablo Rodríguez Suanzes en el suplemento económico de El Mundo del 15 de noviembre de 2009)

[…] se han cumplido más de 20 años del derribo del Muro de Berlín. Aunque se habla de la «caída del Muro», la realidad es que éste no cayó, sino que fue, literalmente, derribado, incluso con picos y martillos, por los propios alemanes, temerosos de que la apertura de las fronteras fuese tan solo una ilusión momentánea (http://pjmedia.com/vodkapundit/2009/11/09/getting-it-right-3/). Precisamente, el fin del Muro acabó con un espejismo histórico, bien descrito por el francés François Furet en su obra El pasado de una ilusi6n. Ensayo sobre la idea comunista.

El Muro fue construido en 1961 por la URSS para aislar al Este del cada vez más próspero y libre Oeste. ¿Era inevitable que los dos bloques que protagonizaron la Guerra Fría se desarrollasen de la forma en que lo hicieron? Según Ludwig von Mises, sí. El economista austriaco publicó en 1922 un libro titulado El Socialismo, en el que prevenía contra la imposibilidad del cálculo económico por parte del Estado. (http://mises.org/books/socialism/contents.aspx). El español Jesús Huerta de Soto desarrolla en Socialismo, cálculo económico y función empresarial algunas de las razones de esa imposibilidad. (www.jesushuertadesoto.com/)

No pocas voces han aprovechado el aniversario de la caída del Muro para arremeter contra el capitalismo o minimizar el impacto negativo del comunismo (http://blogs.publico.es/escudier/2009/11/larga-vida-al-comunismo/). El mismo 9 de noviembre, incluso The New York Times (www.nytimes.com) publicaba en su sección de opinión un artículo del filósofo marxista Slavoj Zizek (20 Years of Collapse) en esa línea ambigua. Martin Wolf, quizás el columnista financiero más influyente del mundo, daba su punto de vista el miércoles en Financial Times: «¿Ha fallado el capitalismo como lo hizo el comunismo? En una palabra: no. [ ... ] Los países capitalistas están en crisis, el capitalismo en sí, no». (http://www.ft.com/intl/comment/columnists/martin-wolf).

viernes, 23 de mayo de 2014

Impuestos pigouvianos y externalidades negativas



(La columna de Pablo Rodríguez Suanzes en el suplemento económico de El Mundo del 18 de octubre de 2009)

[…] el debate sobre la conveniencia de subir impuestos en época de crisis. ¿Son todos los tributos malos? ¿Siempre? Incluso economistas reacios a una presencia masiva del Estado creen que no todos. Los llamados impuestos pigouvianos, por ejemplo, quizás no (http://gregmankiw.blogspot.com). Una tasa pigouviana, bautizada por el británico Arthur Pigou (1877- 1959) es aquella que busca corregir los resultados (¿fallos?) de los mercados cuando se producen externalidades negativas (http://www.microeconomia.org/documentos_new/pigouenmercadoimperfecto.pdf).

Una externalidad es el «perjuicio o beneficio experimentado por un individuo o una empresa a causa de acciones ejecutadas por otras personas o entidades» (http://buscon.rae.es). Sin embargo, la corrección de las mismas puede conducir a efectos paradójicos. Stacy Dickert-Conlin, Todd Elder y Brian Moore, profesores de la Universidad de Michigan, publicaron un estudio [el verano de 2009] en el que estiman que «cada muerte de un motorista sin casco previene o retrasa hasta 0,33 muertes entre individuos que están en la lista de espera para una donación de órganos». Por ello, una ley estatal que obliga a llevar el casco, buscando evitar externalidades negativas (muertes), puede conducir a otras (https://www.msu.edu/~telder/donorcycles6-10-09.pdf).

La referencia a los accidentes no es gratuita. Para el estudio de los atascos de tráfico (externalidad de usar coches) durante mucho tiempo se ha usado el llamado modelo Pigou-Knight (www.springerlink.com/content/p8182722265338up). En la actualidad existe incluso un Club Pigou, del que forman parte, aunque no lo sepan, hasta cuatro premios Nobel. (http://en.wikipedia.org/wiki/Pigou_Club). Sus creadores son economistas partidarios de las tasas a las externalidades, especialmente para efectos no deseados del uso del carbón y la gasolina (Raise the Gas, el 20 de octubre de 2006 en http://online.wsj.com).
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