miércoles, 27 de febrero de 2013

“Superbowlnomics”



(La columna de Pablo Rodríguez Suanzes en el suplemento económico de El Mundo del 10 de febrero de 2013)

La Superbowl, la final de la liga estadounidense de fútbol americano, es el evento deportivo del año en EE.UU. y uno de los grandes momentos económicos. La cita mueve una cantidad ingente de dinero. Según la NFL, el impacto para Nueva Orleans, la ciudad que la acogió esta edición, supera los 400 millones de dólares (goo.gl/kLzvT). Pero para muchos economistas la cifra está exagerada cinco o 10 veces (http://www.huffingtonpost.com/2013/02/01/super-bowl-2013-economic-impact_n_2603230.html). Ni gracias al flujo de turistas y el consumo se alcanzan esos números soñados (http://thinkprogress.org/economy/2013/01/24/1490801/new-orleans-super-bowl-econom/?mobile=nc). Patrick Rishe resume el debate académico y enumera algunos de los estudios más reconocidos, explicando por qué hay tanta discrepancia en las cifras (http://www.forbes.com/sites/prishe/2012/01/30/why-the-economic-impact-of-super-bowls-is-so-controversial/). Aunque cierta mejora sí se nota, por lo menos por la euforia (http://economix.blogs.nytimes.com/2012/02/06/the-super-bowl-and-new-yorks-economy/) y a nivel de psicología de la comunidad (http://thesportseconomist.com/2010/02/05/does-nfl-success-matter-for-communities/). Lo que no hay duda es que se manejan cifras realmente astronómicas (http://www.businessweek.com/stories/2008-01-26/the-super-bowl-economybusinessweek-business-news-stock-market-and-financial-advice). Un anuncio de 30 segundos en televisión se pagaba a 3,8 millones de dólares. La entrada media costó cerca de 3.000 dólares, y Saveonbrew.com calculaba que el consumo de cerveza llegarla a 10.000 millones de dólares (http://www.decodedscience.com/super-bowl-2013-commercials-consumption-and-sick-leave/25272). Y el 5% del consumo anual de alitas de pollo de Estados Unidos se produce en ese fin de semana, según el Consejo Nacional del Pollo, y el balance del sector de todo un ejercicio puede hundirse en función de qué equipos lleguen a la final (http://www.businessweek.com/articles/2013-01-29/the-truth-about-the-super-bowl-chicken-wing-apocalypse). 


¿Existe el Efecto Superbowl? Según algunos, se puede usar para predecir el crecimiento económico del país... en función de qué conferencia gane el torneo (http://www.investopedia.com/terms/s/superbowlindicator.asp). Los números, sin embargo, no creen en supersticiones (http://economics.about.com/od/economicindicatorintro/a/superbowl.htm). Los equipos tienen miles de objetos de merchandising listos por si ganan. Según las normas de la NFL, todo ese material del equipo perdedor no se puede vender. Antes se destruía, pero afortunadamente, ahora se dona a caridad (http://www.businessweek.com/articles/2013-02-04/the-super-bowl-loser-49ers-still-win-in-say-chad).

jueves, 21 de febrero de 2013

Caso práctico del índice BigMac

(Un texto de Elena Hita leído en El Mundo del 10 de febrero de 2013)



Irlanda es el único país europeo con problemas financieros que verdaderamente se está apretando el cinturón. Así lo cree un informe del think tank Bruegel que analiza los ajustes a través del precio de esta hamburguesa. Así, en el rescatado país una BigMac ha pasado de valer 3,80 euros a 3,50. En España, Grecia y Portugal, en cambio, se ha encarecido aunque el incremento es menor que el registrado en el resto de los países del euro y sus precios permanecen por debajo del coste medio europeo, de 3,59€. Por el contrario, Italia no está haciendo los deberes para bajar la inflación ya que es el país donde más cuesta: 3,85. 

El precio de esta hamburguesa ha sido empleado durante décadas por la revista The Economist para medir el poder adquisitivo de una región a través de la paridad de las divisas. Y se acaba de conocer que Venezuela es el país con mayor coste de vida por los 6,75€ que cuesta frente a los 3,25 de EEUU. En el otro lado de la balanza, La India (1,24), lo que viene a indicar que su moneda está infravalorada.
 


martes, 19 de febrero de 2013

Recordando la microeconomía



(Un artículo de Pablo Rodríguez Suanzes en el suplemento económico de El Mundo del 27 de enero de 2013)


En los últimos cinco años, la macroeconomía ha dominado el mundo. Los grandes modelos, la política monetaria, la recesión, el paro. Y eso que realmente no acabamos de comprender su evolución. Markus Brunnermeier y Delwin Olivan hacen un resumen útil y didáctico en una presentación muy reciente de sus características principales (http://www.economist.com/blogs/freeexchange/2013/01/brief-history-macro). Con la crisis mundial hemo ignorado lo micro, lo pequeño. Como decía hace unos días el economista jefe de Saxo Bank, Steen Kakobsen, a este periódico, deberíamos empezar a olvidarnos de lo grande y ocuparnos de lo que crea el 70% del crecimiento y genera el 75% del empleo. En Free Exchange, el corresponsal económico de The Economist, tras explicar dónde fallan los modelos macro analiza los «microfundamentos del sistema bancario» (http://www.economist.com/blogs/freeexchange/2013/01/putting-finance-macro). Remontándose a la visión clásica de Samuelson para atacarla con los recientes trabajos de Hyun Song Shin, profesor de Princeton (www.princeton.edu/~hsshin), que ponen de manifiesto que él paradigma clásico de las entidades como mediadoras entre ahorradores y solicitantes de créditos no se sostiene (mentiras e intereses espurios al margen www.ritholtz.com/blog/2013/01/more-ideological-excuse-making-for-bad-banks/), y que los bancos no actúan ante el cambio de precios de los activos de igual forma que las familias o las empresas de sectores no financieros. 


Lo micro, por ejemplo en créditos, tiene muy buena fama y... una larguísima tradición (www.globalenvision.org/library/4/1051). Pese a la fama de Muhammad Yunus, uno de los pioneros de los micropréstamos fue... ¡Jonathan Swift!, el autor de Los viajes de Gu1liver, en los años 30... del siglo XVIII (http://marginalrevolution.com/marginalrevolution/2012/05/the-father-of-microcredit.html) en Irlanda, claro (http://citeseerx.ist.psu.edu/viewdoc/summary?doi=10.1.1.199.772). Heinz Geyer, a otra escala, también pide más micro (http://temple-economy.blogspot.com.es/2012/10/more-micro-and-less-macro-please.html), y los microeconomistas que trabajan en y con empresas tienen muchas ideas prácticas para mejorar el mundo (http://www.economist.com/news/21567079-meet-economists-who-are-making-markets-work-better-micro-stars-macro-effects).

domingo, 17 de febrero de 2013

La muerte de la macroeconomía

(La columna de Pablo Rodríguez Suanzes en el suplemento económico de El Mundo del 4 de septiembre de 2011)



[En septiembre de 2011], 17 premios Nobel de Economía y 400 jóvenes economistas se reunieron en la ciudad alemana de Lindau, a orillas del lago Costanza, para charlar y debatir sobre economía, finanzas y la crisis, aunque sobre esto último menos de lo que uno esperaría (www.lindau-nobel.org). Entre los presentes hubo poco consenso. Sobre la situación actual, sobre lo que nos llevó a ella y sobre las mejores recetas para salir. Sin embargo, sí que hubo una misma idea sobre la que varios Nobel se pronunciaron: la muerte de la macroeconomía tal y como la conocemos (www.thefiscaltimes.com/Columns/2011/08/30/What-Caused-the-Financial-Crisis-Dont-Ask-an-Economist.aspx#page1). Un debate profundo desde hace un par de años (economistsview.typepad.com/economistsview/2009/08/are-macroeconomic-models-useful.html). 

Joseph Stiglitz, el más famoso de todos los Nobel, fue el que más duramente arremetió contra la macro, insistiendo no sólo en que los modelos utilizados fueron incapaces de prevenir la crisis, sino en que de hecho fueron culpables de ella en buena parte. Por lo que es necesario un cambio de paradigma. Más cínico fue Ed Prescott, el menos ortodoxo de todos, quien afirmó: «La macroeconomía es una ciencia fallida. No uso la micro. Así que sólo nos queda la economía a secas». Y Robert Myerson: «Todos sabemos que necesitamos nuevos formas de aproximamos a la macro» (home.uchicago.edu/~rmyerson/research/bankers.pdf). 

Joseph Salerno, con satisfacción, decía que la macro era un zombi desde los años 80 (www.youtube.com/watch?v=9GlZFiCqIGo). Salerno remonta las bases de la disciplina no a Keynes, sino a John Law, un escocés que llegó a dirigir el Banco Central de Francia en el siglo XVII, antes de salir huyendo del país para salvar su vida tras crear una brutal inflación (www.aurl.es/d60). ¿De verdad los bancos centrales tienen modelos tan obsoletos como dicen Stiglitz o Bill White? La FED de EE.UU. se defendía en un paper muy claro Why the Fed Is a Well-Designed Central Bank (www.research.stlouisfed.org).

sábado, 16 de febrero de 2013

Ingresos, felicidad y una (ex)paradoja



(Un artículo de Pablo Rodríguez Suanzes en el suplemento económico de El Mundo del 20 de enero de 2013)

Durante décadas hemos vivido tratando de creer que el dinero no da la felicidad. Que lo material es una parte importante, pero no la más importante. Que la salud, el amor o la familia influyen más (http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2012/03/20/el-dinero-da-la-felicidad-en-un-10--94495/). No es algo original. Durante siglos, en Occidente, el dinero fue algo poco extendido y la riqueza estuvo muy mal vista (por la Iglesia), como cuenta Jacques Le Goff en La edad media y el dinero, publicado recientemente en español (http://www.akal.com/libros/La-Edad-Media-y-el-dinero/9788446035947). La corriente dominante en la actualidad (http://www.ft.com/intl/cms/s/0/31a31ea6-0161-11df-8c54-00144feabdc0.html#axzz2IMMI8R3Z) defiende que «a pesar de los avances económicos, cada vez menos personas se sienten satisfechas». Y que a partir de unos ingresos mínimos, tener más nos aporta poco (http://www.ieseinsight.com/doc.aspx?id=00630&ar=11&idioma=1). En el mundo académico esto es lo que se conoce como la Paradoja de Easterlin, formulada en 1974 por Richard Easterlin (http://graphics8.nytimes.com/images/2008/04/16/business/Easterlin1974.pdf). Aunque vivas bien, quieres más: si tienes un coche de 20.000 euros, quieres uno de 40.000; y si tienes un chalet, quieres la piscina del vecino. Recientemente, el célebre Daniel Kahnneman ha llegado a conclusiones similares.
 
Pero... ¿y si no fuera así? ¿Y si el dinero sí que diera la felicidad y cuanto más, mejor? Eso es lo que sostienen Daniel W. Sacks, Betsey Stevenson yJustin Wolfers en un interesantísimo paper publicado hace unas semanas. Según sus evidencias, la relación entre felicidad e ingresos es logarítmica. Si tu salario pasa de 50.000 a100.000 euros tu felicidad aumenta en la misma medida que si pasa de 200.000 a 400.000. No es la cantidad, es la proporción, aseguran sus cálculos, pues si pasaras de ganar 400.000 a 600.000, no sería lo mismo (http://www.forbes.com/fdc/welcome_mjx.shtml). Y es así no en un país o cultura concreta, sino en general. Y sobre todo, afirman, no existe ese punto teórico a partir del cual los ingresos dejan de ser relevantes. Y para ello usan datos de encuestas de Gallup o del Eurobarómetro, fuentes que en el pasado habían sido usadas para demostrar lo contrario (http://www.elmundo.es/elmundosalud/2010/09/06/noticias/1283796027.html).
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