miércoles, 15 de enero de 2014

La regla 3-6-3



(La columna de Pablo Pardo en el suplemento económico de El Mundo del 22 de noviembre de 2009)

El carry trade consiste en endeudarse en una divisa con un tipo de interés bajo y que está además cayendo, y comprar activos bien en materias primas bien en otras divisas que están subiendo y ofrecen rentabilidades mejores (http://www.investopedia.com/articles/forex/09/credit-crisis-carry-trade.asp?viewed=1). Es, en el fondo, una versión a escala planetaria de la vieja norma del 3-6-3 de los bancos de EEUU: «Endéudate al 3%, presta al 6% y sacarás el 3% de beneficio». Aquí hay un estudio de la Reserva Federal al respecto: http://www.richmondfed.org/publications/research/economic_quarterly/2006/winter/pdf/walter.pdf. 

¿Una 'burbuja' mundial? La regla 3-6-3 revelaba un mercado financiero poco competitivo y dinámico. Pero el carry trade es lo contrario. En 2007, ese sistema movía casi un billón de euros diarios procedentes del endeudamiento en yenes. Ahora, es el dólar el que lo fomenta. China ha acusado a la Fed de crear «una burbuja mundial» con sus tipos de interés cero (http://www.ft.com/cms/s/0/85f1fac2-d1dc-11de-a0f0-00144feabdc0.html). Y Nouriel Rubini, de la Universidad de Nueva York, apodado Doctor Catástrofe por su pesimismo existencial, también ha escrito al respecto: http://www.ft.com/cms/s/0/9a5b3216-c70b-11de-bb6f-00144feab49a.html. Pero es que EEUU puede mantener una política muy expansiva.

Así que el carry trade no es más que la consecuencia de la política de negligencia benigna que EEUU lleva ejerciendo con el dólar desde hace 60 años. Esa divisa se convirtió en la moneda de reserva mundial. El Nobel de Economía Paul Krugman escribió en su blog (http://krugman.blogs.nytimes.com/2009/10/24/adjustment-and-the-dollar/) que la Administración Obama quiere un dólar más barato para corregir los desequilibrios de EEUU. Esta tesis está basada en las teorías del ex asesor económico de Ronald Reagan, Michael Mussa.

sábado, 11 de enero de 2014

Se acabó la fiesta



(Parte de la columna de Pablo Rodriguez Suanzes en el suplemento económico de El Mundo del 31 de enero de 2010)

[El 31 de enero de 2009], The New York Times publicó un artículo de Landon Thomas Jr. (Antaño una gran ayuda, ahora el euro lastra a algunas naciones) en el que los protagonistas involuntarios del fin de la fiesta eran, precisamente como ahora, Grecia, España, Italia y Portugal (www.nytimes.com). El 11 de enero, el Nobel Paul Krugman sostenía en su blog que Europa está bien, pero el euro no, y si bien reconocía beneficios, consideraba que, en contexto, la llegada del euro fue una mala decisión. Sus críticos le argumentaban que si defiende que España tenga una moneda propia, por qué no también «cada Estado, ciudad, familia». (http:// krugman.blogs.nytimes.com).

Desde los años 50 existe la teoría de la Optimum currency orea (OCA) (press.princeton.edu/chapters/reinert/16article_pomfret_optimum.pdf), desarrollada por Robert Mundell y que busca perfilar en qué casos se maximizan los beneficios compartiendo divisa (http://www.columbia.edu/~ram15/eOCATAviv4.html). Keynesianos y liberales han encontrado fallos a la misma (mises.org/journals/qjae/pdf/qjae7_2_2.pdf), pero es particularmente sugerente en este momento la propuesta de Friedrich Hayek de «desnacionalizar» el dinero, que desde hace siglos está en manos de los estados, algo habitual, pero no indispensable.

jueves, 9 de enero de 2014

‘Riesgo moral’ y el rescate de empresas en problemas



(La columna de Pablo Rodriguez Suanzes en el suplemento económico de El Mundo del 22 de marzo de 2009)

En el rescate de una empresa o un banco por el Estado siempre hay un riesgo moral (moral hazard). Con este concepto nos referimos a la posibilidad de que la presencia de un acuerdo entre dos partes modifique el comportamiento de una de ellas. Por ejemplo, si alguien tiene un póliza contra huracanes, será más probable que se compre un chalé junto al mar en Florida: si se lo lleva el mar, que pague el seguro. En una crisis, cuando el Estado interviene en la economía, el riesgo moral implica «privatizar beneficios y nacionalizar las pérdidas». O sea, que el que la hizo no la paga, porque la paga el Estado. James Surowiecki lo resume en The New Yorker (www.newyorker.com/talk/financial/2009/02/09/090209ta_talk_surowiecki).

Los economistas teóricos se toman muy en serio el riesgo moral. En un estudio clásico (http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=227162), el Nobel George Akerloff y su colega Paul Romer explican que puede generar situaciones en las que las empresas «tengan un incentivo para ir a la quiebra a costa de la sociedad». No es menos cierto que todos critican el riesgo moral hasta que llegan al poder. En ese momento, la realidad se impone a las formulaciones teóricas y se empieza a ayudar a empresas (o países) en crisis. Ésa es la tesis de Jeff Frankel, ex asesor de Bill Clinton, en un artículo en el blog de Nouriel Roubini (www.rgemonitor.com/globalmacro-monitor/253324/commercial_banks_river_banks_and_moral_hazard).

El problema es que, si no se rescata a las empresas, lo que queda es la máxima atribuida a Andrew Mellon, secretario del Tesoro de EEUU durante el crack del 29: «Liquidar el empleo, liquidar la bolsa, liquidar los granjeros, liquidar el sector inmobiliario». Esa idea provocó, ya lo sabemos, la Gran Depresión. Otra opción es que el riesgo moral haya sido exagerado. Para Steven Kamin, de la Reserva Federal, la experiencia sugiere que ni los inversores ni los gestores toman decisiones pensando en que, si las cosas van mal, el Estado les salvará.  

martes, 7 de enero de 2014

Arremetiendo contra molinos verdes



(Un artículo de George Will, columnista del Washington Post, en el suplemento económico de El Mundo del 28 de junio de 2009. A pesar de ser viejo, es bastante revelador ver cómo la historia de las renovables es algo que se veía venir…)

El profesor español está desconcertado. ¿Por qué, se pregunta Gabriel Calzada, recomienda el presidente estadounidense que América copie el modelo español de creación de empleo ecológico en el sector de las energías alternativas, cuando el índice de desempleo de España es del 18,1% -más del doble de la media de la Unión Europea- debido, en parte, a que se han despilfarrado empleos?

Calzada, de 36 años, profesor de económicas de la Universidad Rey Juan Carlos, ha redactado un informe que, de ser cierto, es incómodo para la agenda verde de la administración Obama y para parte de las premisas presupuestarias que dependen de ella. Calzada dice que el despilfarro de España -ninguna otra nación ha financiado de manera tan agresiva la generación de electricidad a partir de fuentes renovables- en parques eólicos y demás formas de energías alternativas ha creado realmente puestos de trabajo. Pero el informe concluye que. a menudo, son empleos temporales y que han precisado de entre 752.000 y 800.000 dólares en subsidiar cada uno -los puestos de trabajo en la industria eólica salen aún más caros, a razón de 1,4 millones de dólares cada uno-. Y cada nuevo empleo entraña la pérdida de 2,2 puestos; que desaparecen o no son creados en las demás industrias, a causa de la mala distribución, puesto que se obedece a criterios políticos -subóptima en términos de rendimiento económico del capital-.

(Los medios europeos informan regularmente de la ecocorrupción que deja un rastro de fraude -explotar el sistema de subsidios, lucrarse con las ventas de terrenos destinados a parques eólicos, etcétera-.) Calzada dice que la creación de empleo en el terreno de las energías alternativas ha restado alrededor de 110.000 puestos de trabajo al resto de los sectores de la economía de España.

El secretario de prensa del presidente, Robert Gibbs, fue preguntado por el argumento polémico del informe de que el desvío del capital por motivos políticos al empleo ecológico ha costado empleo a España. La transcripción de la Casa Blanca contiene este intercambio:

- Gibbs: «Parece absurdo que vayamos a importar piezas de generadores eólicos de España para satisfacer la demanda de energía renovable del país si ese fuera remotamente el caso».
- Interlocutor: «¿Es una sugerencia de que el estudio simplemente está equivocado de principio a fin?»
- Gibbs: «No he leído el estudio, pero creo que sí».
- Interlocutor: «Pues vale». (Risas.)

En realidad, lo absurdo es esta idea: un soberbio informe acerca de la experiencia de España tiene que ser falso porque, de lo contrario, el comportamiento de ciertos importadores estadounidenses, que pretenden sacar tajada a la promoción de la energía eólica que hace el Gobierno estadounidense, participaría de un proyecto económicamente ruinoso.

Es cierto que Calzada ha llegado a conclusiones que él, como libertario, encontrará ideológicamente convenientes. Y su estudio fue financiado por un laboratorio estadounidense de ideas afín (el Instituto para la Investigación Energética, para el que este columnista ha pronunciado un discurso remunerado). Aun así, es llamativo que, en lugar de intentar refutar su informe, muchos críticos españoles hayan puesto en tela de juicio su patriotismo por señalar los defectos de algo por lo que España ha sido elogiada por Obama, entre otros.

Juzgue usted mismo: el informe de Calzada puede leerse en http://www.juandemariana.org/pdf/090327-employment-public-aid-renewable.pdf. Y en http://tinyurl.com/ccoa5s. Usted llegará a conclusiones parecidas en Luz ámbar al empleo verde, un informe del senador republicano Kit Bond, miembro legislativo del subcomité de Empleo Ecológico y Nueva Economía.

Lo que más importa, no obstante, no es si informes como el de Calzada o los republicanos aciertan en todo. No es, sin embargo, nada antiintuitivo que las inversiones realizadas por motivos políticos resulten económicamente contraproducentes. En la práctica, los medioambientalistas, con la valentía de sus convicciones, deberían defender que la idea de tales inversiones es subordinar la racionalidad del mercado a la sublime agenda de la salvación planetaria.

Aun con todo, se puede ser agnóstico con ambos informes al tiempo que espanta la frecuencia con la que tales descubrimientos son ignorados simplemente porque cuestionan políticas tan inmersas en el fariseísmo que el razonamiento económico metódico en tomo a sus costes y beneficios parece totalmente falto de importancia.

Cuando el presidente habla de «nuevas economías de energía verde» que crean «incontables puestos de trabajo bien remunerados», puede que sean realmente incontables, en el sentido de ser imposibles de contabilizar.

Para los fervientes feligreses de la capacidad del Gobierno para controlar el clima y la urgente necesidad de que lo haga, creer es ver: ellos ven, a través de sus gafas ideológicas, que el gasto verde de los gobiernos siempre se compensa. Ésta es una fe en que hay cosas gratis comparable a la de esos contados conservadores seguros de que las bajadas de los impuestos siempre salen más que a cuenta, por estimular la recaudación compensatoria fruto del crecimiento económico.
Los molinos son iconos de la tierra de Don Quijote, cuya lucha contra ellos pasó a ser emblemática de la frivolidad cómica. Los nuevos molinos de España no son ni entretenidos ni emblemáticos de políticas que América deba emular. La alegría y la evidentemente inquebrantable confianza en tales soluciones mágicas a los problemas que se plantean son otra manifestación más -los republicanos no son inmunes: el programa No Child Left Behind decreta que, antes del año 2014, todos los estudiantes estadounidenses serán competentes en matemáticas y en habilidad lectora- de lo que el difunto senador Pat Moynihan llamaba «el escape de la realidad de la vida americana».

domingo, 5 de enero de 2014

El ‘agorero’ al que nadie quiso escuchar



(Complemento a un artículo de C.S. en el suplemento económico de El Mundo del 26 de abril de 2009)

En febrero de 2003, sólo un año después del discurso de Bush que animaba a todos los norteamericanos a comprar una casa, Armando Falcón presentó un extenso informe ante el Congreso de los Estados Unidos titulado 'Riesgo sistémico: Fannie Mae, Freddie Mac y la OFHEO’.

La OFHEO era la oficina estatal que dirigía el mismo Falcón. Clinton lo había puesto allí en 1999 y su cometido era vigilar que Fannie Mae y Freddie Mac no hicieran cosas raras, ser un controlador de sus cuentas.

Los dos primeros escenarios expuestos en el documento de Falcón afiimaban que los problemas financieros de una de las empresas hipotecarias se podía amortiguar si la otra empresa la apoyaba. Pero en caso de que las dos empresas hipotecarias afrontasen serios problemas de liquidez, el resultado sería pavoroso: «Crearía problemas en toda la economía». Falcón añadía que si esos problemas contagiaban al sistema bancario que comerciaba con obligaciones de Fannie y Freddie, y al sector financiero en general, «dañarían la economía de los Estados Unidos y del mundo entero». Era la peste global. Y terminaba: «Si el Gobierno no previene esta crisis financiera, el derrumbe potencial de la economía puede ser muy profundo».

Falcón fue destituido.
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