(Un artículo de George
Will, columnista del Washington Post, en el suplemento económico de El Mundo
del 28 de junio de 2009. A pesar de ser viejo, es bastante revelador ver cómo
la historia de las renovables es algo que se veía venir…)
El
profesor español está desconcertado. ¿Por qué, se pregunta Gabriel Calzada,
recomienda el presidente estadounidense que América copie el modelo español de
creación de empleo ecológico en el sector de las energías alternativas, cuando
el índice de desempleo de España es del 18,1% -más del doble de la media de la
Unión Europea- debido, en parte, a que se han despilfarrado empleos?
Calzada,
de 36 años, profesor de económicas de la Universidad Rey Juan Carlos, ha
redactado un informe que, de ser cierto, es incómodo para la agenda verde de la
administración Obama y para parte de las premisas presupuestarias que dependen
de ella. Calzada dice que el despilfarro de España -ninguna otra nación ha
financiado de manera tan agresiva la generación de electricidad a partir de
fuentes renovables- en parques eólicos y demás formas de energías alternativas
ha creado realmente puestos de trabajo. Pero el informe concluye que. a menudo,
son empleos temporales y que han precisado de entre 752.000 y 800.000 dólares
en subsidiar cada uno -los puestos de trabajo en la industria eólica salen aún
más caros, a razón de 1,4 millones de dólares cada uno-. Y cada nuevo empleo
entraña la pérdida de 2,2 puestos; que desaparecen o no son creados en las
demás industrias, a causa de la mala distribución, puesto que se obedece a
criterios políticos -subóptima en términos de rendimiento económico del
capital-.
(Los
medios europeos informan regularmente de la ecocorrupción
que deja un rastro de fraude -explotar el sistema de subsidios, lucrarse con
las ventas de terrenos destinados a parques eólicos, etcétera-.) Calzada dice
que la creación de empleo en el terreno de las energías alternativas ha restado
alrededor de 110.000 puestos de trabajo al resto de los sectores de la economía
de España.
El
secretario de prensa del presidente, Robert Gibbs, fue preguntado por el
argumento polémico del informe de que el desvío del capital por motivos
políticos al empleo ecológico ha costado empleo a España. La transcripción de
la Casa Blanca contiene este intercambio:
-
Gibbs: «Parece absurdo que vayamos a importar piezas de generadores eólicos de España
para satisfacer la demanda de energía renovable del país si ese fuera
remotamente el caso».
-
Interlocutor: «¿Es una sugerencia de que el estudio simplemente está equivocado
de principio a fin?»
-
Gibbs: «No he leído el estudio, pero creo que sí».
- Interlocutor:
«Pues vale». (Risas.)
En
realidad, lo absurdo es esta idea: un soberbio informe acerca de la experiencia
de España tiene que ser falso porque, de lo contrario, el comportamiento de
ciertos importadores estadounidenses, que pretenden sacar tajada a la promoción
de la energía eólica que hace el Gobierno estadounidense, participaría de un
proyecto económicamente ruinoso.
Es
cierto que Calzada ha llegado a conclusiones que él, como libertario,
encontrará ideológicamente convenientes. Y su estudio fue financiado por un
laboratorio estadounidense de ideas afín (el Instituto para la Investigación
Energética, para el que este columnista ha pronunciado un discurso remunerado).
Aun así, es llamativo que, en lugar de intentar refutar su informe, muchos críticos
españoles hayan puesto en tela de juicio su patriotismo por señalar los
defectos de algo por lo que España ha sido elogiada por Obama, entre otros.
Juzgue
usted mismo: el informe de Calzada puede leerse en http://www.juandemariana.org/pdf/090327-employment-public-aid-renewable.pdf.
Y en http://tinyurl.com/ccoa5s. Usted llegará a conclusiones parecidas en Luz ámbar al empleo verde, un informe
del senador republicano Kit Bond, miembro legislativo del subcomité de Empleo
Ecológico y Nueva Economía.
Lo que
más importa, no obstante, no es si informes como el de Calzada o los
republicanos aciertan en todo. No es, sin embargo, nada antiintuitivo que las
inversiones realizadas por motivos políticos resulten económicamente
contraproducentes. En la práctica, los medioambientalistas, con la valentía de
sus convicciones, deberían defender que la idea de tales inversiones es
subordinar la racionalidad del mercado a la sublime agenda de la salvación
planetaria.
Aun
con todo, se puede ser agnóstico con ambos informes al tiempo que espanta la
frecuencia con la que tales descubrimientos son ignorados simplemente porque
cuestionan políticas tan inmersas en el fariseísmo que el razonamiento
económico metódico en tomo a sus costes y beneficios parece totalmente falto de
importancia.
Cuando
el presidente habla de «nuevas economías de energía verde» que crean
«incontables puestos de trabajo bien remunerados», puede que sean realmente
incontables, en el sentido de ser imposibles de contabilizar.
Para
los fervientes feligreses de la capacidad del Gobierno para controlar el clima
y la urgente necesidad de que lo haga, creer es ver: ellos ven, a través de sus
gafas ideológicas, que el gasto verde de los gobiernos siempre se compensa.
Ésta es una fe en que hay cosas gratis comparable a la de esos contados
conservadores seguros de que las bajadas de los impuestos siempre salen más que
a cuenta, por estimular la recaudación compensatoria fruto del crecimiento
económico.
Los
molinos son iconos de la tierra de Don Quijote, cuya lucha contra ellos pasó a
ser emblemática de la frivolidad cómica. Los nuevos molinos de España no son ni
entretenidos ni emblemáticos de políticas que América deba emular. La alegría y
la evidentemente inquebrantable confianza en tales soluciones mágicas a los
problemas que se plantean son otra manifestación más -los republicanos no son
inmunes: el programa No Child Left Behind
decreta que, antes del año 2014, todos los estudiantes estadounidenses serán
competentes en matemáticas y en habilidad lectora- de lo que el difunto senador
Pat Moynihan llamaba «el escape de la realidad de la vida americana».