miércoles, 30 de noviembre de 2016

El economista Sr. Scrooge: economía navideña



(Un texto de David Mathieson en el Heraldo de Aragón del 28 de diciembre de 2014)

En las fechas navideñas, la llegada de Papá Noel y los Reyes Magos conlleva un aumento notable del consumo. El gasto promedio por hogar durante las Navidades del 2013 fue alrededor de 671 euros […]. Tradicionalmente, los expertos han dicho que deberíamos dar la bienvenida a las fiestas porque más consumo implica un estímulo para la economía y crea empleo. Sin embargo, no falta algún economista, como Joel Waldfogel, de la Universidad de Pensilvania, que opine que el consumo de Navidad no ayuda a la economía, sino que destruye valor. Claro, ninguna Navidad sería completa sin un señor Scrooge y un economista como Waldfogel juega muy bien este papel. Pero, ¿por qué creen que la Navidad es mala en términos económicos?

Todos los economistas están de acuerdo en el problema clave de su disciplina: los recursos son escasos, mientras que nuestras necesidades son ilimitadas. Así que el objetivo de un sistema económico eficiente es satisfacer las necesidades al máximo, utilizando la menor cantidad posible de recursos. Y este es el problema con Papá Noel y los Reyes. Con frecuencia nos traen cosas que no queremos -o al menos no son las cosas que más queremos-, por lo tanto sus regalos no son la forma más eficiente de maximizar la satisfacción con el uso mínimo de unos recursos escasos.

¿Quién no ha experimentado la decepción de desenvolver un regalo y encontrar un libro que no te interesa o un disco que no te gusta o un jersey que nunca te vas a poner? Sin el recibo o factura de esos artículos estás desamparado y no puedes ir a la tienda para devolver el artículo. Así que el libro se queda en la estantería sin leer, el disco sin escuchar y el jersey se va al cajón hasta que llegue el momento de tirarlo. Según la teoría económica (por no decir del sentido común), todo esto es una pérdida de recursos.

Es el problema de los regalos, porque durante el resto del año el comprador y el consumidor suelen ser la misma persona. Por ejemplo, cuando una persona compra un jersey para sí mismo por 50 euros, él o ella saben que la prenda le proporcionará 50 euros de satisfacción; y si no lo hace, no lo comprará. Pero con los regalos la dinámica es diferente, porque el comprador y el consumidor no son la misma persona El comprador gasta 50 euros en el jersey y se lo entrega al consumidor. El comprador espera proporcionar al consumidor 50 euros de satisfacción, pero no se puede saber a ciencia cierta. Algunos economistas calculan que en tomo del 20 por ciento del gasto final en consumo durante las Navidades se despilfarra de esta forma debido a que los artículos regalados por los compradores no son los artículos más deseados por los obsequiados.

Entonces, ¿qué se puede hacer?, ¿cómo se puede celebrar Navidad y los Reyes? La mejor manera de estar seguro de que no se pierde ni un euro de valor en los regalos sería dar solo dinero en efectivo. Si el regalo es un billete de 50 euros el destinatario puede ir a la tienda y comprarse el jersey que más le guste. Tal vez esta solución les haría sonreír de satisfacción a los economistas, porque sería el uso más eficiente de los recursos. Otra opción puede ser regalar con vales o cheques regalo, una buena alternativa. Una tercera solución sería no regalar absolutamente nada. Cada uno se queda con su propio dinero y solo compra lo que más le gusta para asegurarse de que haya la máxima eficiencia en el uso de los recursos. Pero ahí se ve claramente dónde está el fallo de la teoría económica: el valor no solo se mide con dinero, sino con el sentimiento y con el cariño, con la intensidad de las relaciones humanas que todos buscarnos en estas fechas. Los libros aburridos, los discos de música espantosa y los jerseys de colores chillones nos dicen que hay alguien que nos quiere, incluso cuando no nos entiende al cien por cien. Así que habrá que alegrarse y celebrar la Navidad. ¡Que sea feliz para todos!

jueves, 17 de noviembre de 2016

La ley de Perls



(Un texto de Jorge Parra en el Heraldo de Aragón del 28 de diciembre de 2014)

Ante las situaciones de estrés en las organizaciones, ¿de qué forma reaccionamos? En ocasiones, los motivos del estrés no se deben tanto a una situación objetiva como a un estímulo interno, haciendo que percibamos amenazas exageradas que producen reacciones desproporcionadas. Por ello, puede ser interesante recordar la ley de Perls, psicoanalista alemán creador de la Terapia Gestalt, que decía que la ansiedad viene provocada por el temor a aspectos supuestamente negativos de un futuro aún desconocido. No obstante, según sus propios análisis estadísticos de una muestra amplia de pacientes: el 40% de lo que nos inquieta nunca llegará a ocurrir; el 30% ha ocurrido ya y, por tanto, no merece nuestra preocupación; el 12% se refiere a problemas de salud sobre los que tenemos poco margen de actuación; el 10% se refiere a diversas preocupaciones menores cuyos efectos se anulan rápidamente. Por tanto, según Perls, solo el 8% de las preocupaciones merecen nuestra atención. A ellas tendremos que dedicar tiempo y energía, concentrando los esfuerzos en la resolución de estos grandes problemas.

martes, 1 de noviembre de 2016

El caso Segway



(Un texto de Jorge Parra en el suplemento económico del Heraldo de Aragón del 20 de octubre de 2013)

Un problema que se encuentran los emprendedores cuando elaboran el plan de negocio es el dimensionamiento adecuado del mercado. Estimar la demanda potencial de un nuevo producto puede ser difícil, pero siempre es mejor hacer algún tipo de investigación, por limitada que sea, que basar los números en la mera intuición.

El transportador humano Segway, lanzado en 2001 por Dean Kamen, puede ilustrar esta idea. Sus expectativas eran demasiado elevadas cuando dijo que «sería al automóvil lo que fue el automóvil al caballo». La empresa fue valorada en 600 millones de dólares. Las previsiones de ventas para el primer año eran de 100.000 unidades, pero solo se vendieron 30.000 en 7 años.

¿Qué falló? La idea era original, el producto de calidad y la campaña de comunicación fue excelente. El problema es que se sobreestimó la necesidad insatisfecha y, por tanto, el mercado potencial. Ante la pregunta de si hay un mercado suficiente, la evaluación debe ser profesional y objetiva, superando la clásica 'heurística del afecto', que lleva al empresario a enamorarse de su producto y creer que todos los consumidores se lanzarán a la compra.
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