(Un texto de David Mathieson en el Heraldo de Aragón del 28
de diciembre de 2014)
En las fechas navideñas, la
llegada de Papá Noel y los Reyes Magos conlleva un aumento notable del consumo.
El gasto promedio por hogar durante las Navidades del 2013 fue alrededor de 671
euros […]. Tradicionalmente, los expertos han dicho que deberíamos dar la bienvenida
a las fiestas porque más consumo implica un estímulo para la economía y crea empleo.
Sin embargo, no falta algún economista, como Joel Waldfogel, de la Universidad de
Pensilvania, que opine que el consumo de Navidad no ayuda a la economía, sino que
destruye valor. Claro, ninguna Navidad sería completa sin un señor Scrooge y un
economista como Waldfogel juega muy bien este papel. Pero, ¿por qué creen que la
Navidad es mala en términos económicos?
Todos los economistas están de
acuerdo en el problema clave de su disciplina: los recursos son escasos,
mientras que nuestras necesidades son ilimitadas. Así que el objetivo de un sistema
económico eficiente es satisfacer las necesidades al máximo, utilizando la menor
cantidad posible de recursos. Y este es el problema con Papá Noel y los Reyes. Con
frecuencia nos traen cosas que no queremos -o al menos no son las cosas que más
queremos-, por lo tanto sus regalos no son la forma más eficiente de maximizar
la satisfacción con el uso mínimo de unos recursos escasos.
¿Quién no ha experimentado la decepción
de desenvolver un regalo y encontrar un libro que no te interesa o un disco que
no te gusta o un jersey que nunca te vas a poner? Sin el recibo o factura de esos
artículos estás desamparado y no puedes ir a la tienda para devolver el
artículo. Así que el libro se queda en la estantería sin leer, el disco sin
escuchar y el jersey se va al cajón hasta que llegue el momento de tirarlo.
Según la teoría económica (por no decir del sentido común), todo esto es una
pérdida de recursos.
Es el problema de los regalos,
porque durante el resto del año el comprador y el consumidor suelen ser la misma
persona. Por ejemplo, cuando una persona compra un jersey para sí mismo por 50
euros, él o ella saben que la prenda le proporcionará 50 euros de satisfacción;
y si no lo hace, no lo comprará. Pero con los regalos la dinámica es diferente,
porque el comprador y el consumidor no son la misma persona El comprador gasta 50
euros en el jersey y se lo entrega al consumidor. El comprador espera
proporcionar al consumidor 50 euros de satisfacción, pero no se puede saber a
ciencia cierta. Algunos economistas calculan que en tomo del 20 por ciento del
gasto final en consumo durante las Navidades se despilfarra de esta forma debido
a que los artículos regalados por los compradores no son los artículos más
deseados por los obsequiados.
Entonces, ¿qué se puede hacer?,
¿cómo se puede celebrar Navidad y los Reyes? La mejor manera de estar seguro de
que no se pierde ni un euro de valor en los regalos sería dar solo dinero en
efectivo. Si el regalo es un billete de 50 euros el destinatario puede ir a la tienda
y comprarse el jersey que más le guste. Tal vez esta solución les haría sonreír
de satisfacción a los economistas, porque sería el uso más eficiente de los
recursos. Otra opción puede ser regalar con vales o cheques regalo, una buena
alternativa. Una tercera solución sería no regalar absolutamente nada. Cada uno
se queda con su propio dinero y solo compra lo que más le gusta para asegurarse
de que haya la máxima eficiencia en el uso de los recursos. Pero ahí se ve
claramente dónde está el fallo de la teoría económica: el valor no solo se mide
con dinero, sino con el sentimiento y con el cariño, con la intensidad de las
relaciones humanas que todos buscarnos en estas fechas. Los libros aburridos,
los discos de música espantosa y los jerseys de colores chillones nos dicen que
hay alguien que nos quiere, incluso cuando no nos entiende al cien por cien.
Así que habrá que alegrarse y celebrar la Navidad. ¡Que sea feliz para todos!