jueves, 15 de junio de 2017

¡Alerta!¡Nos invaden los ‘frikis’!



(Un texto de Carlos Salas en el suplemento económico de El Mundo de un número de abril de 2008. Y si, aunque es antiguo, sigue siendo interesante.)

Con la llegada del Chikilicuatre al festival de Eurovisión se ha consagrado la especie de los frikis. Ya había frikis que coleccionaban trenes, frikis que adoraban La Guerra de las Galaxias, y frikis que vivían en el mundo imaginado de los tebeos japoneses. Los frikis son seres extravagantes o estrafalarios que ven el mundo con otros ojos. Raros pero inofensivos. Se pensaba que la economía, al ser una ciencia tan seria, estaba al margen de los frikis, pero no: ahora estarna dos de frikieconomistas.

El primero que se nos viene a la mente es Steven Levitt. Con su cara de nadador olímpico, es un joven economista de la fábrica de Premios Nobel, la Universidad de Chicago, que tiene la manía de explicar fenómenos socioeconómicos desde un puno de vista friki. Por ejemplo, escribió que las bandas criminales que traficaban con droga tenían la misma organización que McDonald's. Una en concreto, llamada Black Disciples, estaba subdividida en franquicias que controlaban las calles más pobres de ciertos guetos negros americanos. En cada esquina había un vendedor de droga que cobraba tres dólares al día. Como había más vendedores que esquinas, el sueldo de los vendedores era muy bajo. Pero se quedaban ahí porque aspiraban a progresar como cualquier chico que sueña con ser el vendedor del mes de McDonald's y tener algún día su propia franquicia. ¿Mientras tanto? Vivían con sus mamás. Ya sé: para muchos de ustedes puede ser una tesis discutible, pero no negarán que este tío es un friki.

El principio en el que se basa Levitt es el de las decisiones humanas y los beneficios que le reportan, una ley que parece que rige la economía y que funciona de una forma un poco extravagante. Levitt atrajo tanto la atención de la gente que el periódico The New York Times envió un reportero para hacerle una entrevista. El hombre quedó fascinado porque Levitt no hablaba en swahilinomics (el lenguaje de los economistas que no entiendo yo después de 20 años de profesión) sino en un lenguaje claro y sorprendente. Aquel chico tenía un don. Había sido condecorado como el economista joven más brillante del país. Cuando el periodista le propuso escribir un libro, Levitt dijo que a él solo le ir ver los misterios de la vida. Al final el periodista Stephen Dubner le convenció para hacerlo al alimón y así nació Freakonomics (freak en inglés es extravagante), un bestseller mundial pues contiene cosas deliciosas sobre el comportamiento de los seres humanos (en castellano esta en Ediciones B, y en catalán, en La Campana).

Los capítulos del libro hablan de rarezas: en qué se parece el Ku Klux Klan a un grupo de agentes inmobiliarios; por qué continúan viviendo los traficantes de drogas con sus madres; qué tienen en común un maestro de escuela y un luchador de sumo...

Sin duda, este libro es como un encuentro en la tercera fase porque Levitt analiza el mundo como si fuera un extraterrestre. No esperen encontrarse con una regla de cálculo humana, sino con historias alucinantes de la economía. Por ejemplo, un grupo de economistas estudió el comportamiento de los padres de una guardería que solían recoger a sus retoños con retraso lo que suponía un gasto extraordinario para la guardería pues tenía que cuidar a los niños más tiempo del debido. A los sabios, se les ocurrió poner una multa equivalente a tres dólares a aquellos padres que llegasen tarde y ¿qué ocurrió? Que los padres llegaron más tarde. Según Levitt, los padres pensaron que por esa multita tan miserable merecía la pena llegar más tarde porque era lo que se iban ahorrar en una canguro.

Eso es la economía real, ¿no? Comportamientos que rodean nuestras decisiones diarias como ir a la compra, hacer cola, llevar niños a la escuela o comprar periódicos. Levitt estaba convirtiendo la economía en el circo de las pulgas mirado con un microscopio.

Hoy existe incluso un blog que todos ustedes pueden consultar llamado freakonomics.blogs.nytimes.com. Y si les gusta servir de conejillos de indias para los experimentos de Levitt y Dubner, no duden en apuntarse.

¿Más frikis? El último es Tim Hardford. Fui el otro día a ver su charla en la Fundación Rafael del Pino en Madrid. No quería perdérmelo porque, como muchos de ustedes, yo estaba leyendo en ese momento su desconcertante libro ‘El economista camuflado’. Salí una hora después muerto de la risa. Porque este friki se pasó toda la conferencia haciéndonos reír con anécdotas personales, visiones increíbles, comparaciones estupendas sin perder para nada su sentido del humor. Con su aspecto desgarbado y flacuchento, me parecía haber presenciado un espectáculo presentado por una voz que decía: «(¡Con ustedeeeeeees, el show de Tiiiiiim Harfooooord!».

Tim es un periodista y economista británico de 35 años que trabaja en el Banco Mundial, que tiene un programa de televisión, que responde a las preguntas sesudas de los lectores en el Financia! Times y que acaba de presentar su nuevo libro La lógica oculta de la vida (Temas de Hoy).

Y hace lo mismo que Levitt: desgranar los misterios económicos fijándose en el comportamiento de los terrícolas como cuando vamos de rebajas. No tienen sentido las rebajas desde un punto de vista racional, dice Harford, pues en vez de bajar los precios después de Reyes un 30%, ¿por qué no mantenerlos rebajados un 5% todo el año? Pues porque nos gusta convertirnos en cazadores de oportunidades y experimentar lo listos que somos a pesar de que los listos son los comerciantes.

El libro está contado en primera persona y mezcla vivencias del autor, descripciones históricas y economía. Y siempre haciéndonos descubrir «la economía de las pequeñas cosas» (su página web es http://www.timharford.com).

Estoy seguro de que éstos no han sido los primeros autores en transportarnos al lado extravagante de la economía, pero sin duda han dado un empujón a la divulgación de esta ciencia, que en el fondo, es el arte de sobrevivir o de engañarse, no lo sé muy bien.
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