(Leído en una columna de Jesús Rivases en la revista Tiempo
del 12 de junio de 2015)
Joseph Alois Schumpeter (1883-1950), nacido en el
seno del Imperio Austro-Húngaro que gobernaba el emperador Francisco José
fue, junto con John Maynard Keynes (1883-1946), uno de los dos
economistas más importantes del siglo XX. El austriaco tiene menos fama que el
británico fuera de los círculos económicos y quizá no haya sido tan influyente,
pero ningún experto discute que ambos están a la misma altura. Eso sí, Schumpeter
era también más arrogante y fanfarrón que Keynes y solía decir que
en su juventud se había marcado tres objetivos: “Ser el mejor jinete de Viena,
el mejor amante de Europa y el mejor economista del mundo”.
En su madurez, afincado por culpa del nazismo en Estados
Unidos, cuando recordaba sus aspiraciones juveniles sentenciaba: “Y he logrado
dos de mis tres objetivos”, aunque nunca explicó cuál era el que no había
alcanzado. Capitalismo, socialismo y democracia es una de sus obras
principales y allí, provocador como era, fue donde planteó la gran cuestión
“¿Puede sobrevivir el capitalismo?”. Él mismo formulaba casi a renglón seguido
su propia y polémica respuesta: “No, no creo que pueda”, aunque luego dedicaba
muchas páginas a desarrollar, en definitiva, cómo sobreviviría si eludía el
peligro de “morir de éxito”. “El capitalismo –escribió– es por naturaleza una
forma o método de cambio económico, y no solo nunca es sino que nunca puede ser
estacionario.”
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