martes, 25 de junio de 2013

El patrimonio de todos: el ejemplo austriaco



(Un artículo de Ricardo Martí Fluxá en el suplemento económico de El Mundo del 26 de mayo)

Es una gran noticia que el Gobierno de España y los de algunas comunidades autónomas hayan puesto en marcha un plan para acelerar la venta de inmuebles y solares con el fin de optimizar su uso e incrementar su liquidez. Iniciativa positiva y que tiene sentido en una situación financiera como la actual Pero, ¿es la única posible? Analicemos las necesidades y veamos un ejemplo eficiente de gestión de patrimonio inmobiliario público, el austriaco. 

El Estado español asume niveles de deuda pública excesivamente altos al mismo tiempo que acomete drásticas medidas de ahorro para cumplir sus compromisos con Europa y con los ciudadanos. Éstas últimas, en el plano macroeconómico, han cumplido hasta el momento eficientemente con sus objetivos, pero tras el impulso inicial, el ritmo de ahorro público comienza a desacelerarse. 

Sería lógico pensar que si el Estado posee inmuebles que cumplen las características requeridas por los inversores inicie un proceso de venta. No obstante, no todos son vendibles, ni la venta es la opción adecuada para todos, o así al menos lo consideró en su momento la administración austriaca. 

En 1992 el Gobierno de esta nación creó una compañía para gestionar de manera centralizada el patrimonio inmobiliario público. La Bundesimmobiliengesellschaft m.b.H, conocida como BIG, provee espacio para diferentes usos: dependencias ministeriales, escuelas, universidades, juzgados, prisiones, etcétera. BIG, como propietaria de los inmuebles, se encarga de alquilarlos, gestionarlos, mantenerlos y renovarlos, e incluso de planificar un proceso de venta que maximice el valor cuando ya dejan de tener utilidad. 

BIG es un modelo a imitar. ¿Por qué? ¿Cuál era el objetivo inicial de esta compañía? Muy sencillo: mejorar la ratio coste/eficiencia de los departamentos gubernamentales. Pero la idea subyacente de esta modélica iniciativa es la recaudación generada por el Estado mediante el cobro de rentas. Si se exige a los distintos organismos que paguen un alquiler a precio de mercado por el espacio que ocupan, se verán obligados a racionalizar la superficie ocupada.
Imaginen por un momento qué pasaría si España pusiera en marcha una opción semejante. ¿Cuál sería la renta a precio de mercado que pagarían los usuarios de los Nuevos Ministerios en el Paseo de la Castellana de Madrid? ¿Las diferentes administraciones que ocupan el complejo gubernamental continuarían usando todo el espacio o liberalizarían los muchos metros que seguro están infrautilizados? La respuesta es clara. La puesta en marcha de nuestra propia BIG permitirla una reorganización y racionalización del patrimonio inmobiliario, y redundaría en ingresos para el Estado. 

Aunque lo parezca, el modelo de BIG no nos es tan ajeno. El Ejército del Aire español emite a cada uno de los ministerios las facturas correspondientes por los viajes realizados por los miembros del Gabinete en la flota destinada a transporte de autoridades. En otro ámbito de actuación sin duda, pero con el mismo espíritu y fundamentos. 

La iniciativa de venta de activos por parte del Gobierno constituye un buen comienzo, pero es sólo un el primer paso que debe conducir a la racionalización total y real del patrimonio inmobiliario público, Consciente de lo complejo que podría ser una empresa de estas características, quizá Madrid, como capital y ciudad en la que se concentran edificios de las tres administraciones, sería un buen banco de pruebas y un primer paso para una iniciativa a nivel estatal. 

España debe inventariar todos y cada uno de los inmuebles de propiedad pública y analizar sus usos. Tras esto, ha de llevar a cabo un proceso de consultoría profesional que evalúe la condición en la que se encuentra cada una de estas propiedades, su utilidad actual y la posible futura, así como la normativa que condicionarla un cambio de uso. También debe estudiarse la eficiencia de cada edificio, la conveniencia de tener las dependencias distribuidas en varias localizaciones o agrupadas, la necesidad de que el inmueble sea representativo o moderno y eficiente, el coste de mantenimiento, adaptación y rehabilitación, etcétera. 

Es imperativo que en una situación como la actual, la Administración no se permita el lujo de tener edificios en propiedad infrautilizados o vacíos mientras paga una renta por ocupar otros. El modelo austriaco ha funcionado, y sin duda funcionaría en España. Seguramente, una iniciativa de estas características implicaría a largo plazo la máxima eficiencia posible para la gestión de los inmuebles de la administración pública, redundando así en ventajas para los ciudadanos.

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