(Un texto de José Garcia Montalvo
en el suplemento económico de El Mundo del 24 de noviembre de 2013)
La economía mundial se ha
acostumbrado a funcionar a base de crear burbujas y esta adicción parece que no
tiene límites. En 2009 escribí un artículo argumentando cómo la evolución de la
economía desde finales de los 90 se había caracterizado por la creación de
burbujas cada vez más grandes para impedir las consecuencias del pinchazo de la
burbuja anterior.
Como en cualquier proceso piramidal
su mantenimiento requiere que el número de participantes sea cada vez más
amplio. La burbuja 1.0 fue la tecnológica. En este proceso participaron pocas
personas pues los inversores en acciones tecnológicas en aquel entonces eran
pocos. Cuando se hizo evidente que las valoraciones de las compañías
tecnológicas no eran sostenibles se genero una burbuja inmobiliaria para cubrir
los posibles efectos de su pinchazo. Esta fue la burbuja 2.0. En este proceso
ya participaba una parte mucho mayor de la población pues la posesión de una
vivienda es mucho más común que la inversión en acciones tecnológicas. El
pinchazo de la burbuja inmobiliaria provocaría, argumentaba en dicho artículo, la
burbuja 3.0 que sería la burbuja de la deuda pública. En este proceso ya
participa toda la población pues su sostenibilidad depende de los impuestos que
pagamos todos los ciudadanos y las futuras generaciones. Me preguntaba si al
final no acabañamos buscando vida extraterreste para poder convencer a los
marcianos de que compraran casas y bonos terrícolas y seguir ampliando la base
de la pirámide.
Pues bien esta semana mi parábola
irónica se ha convertido en una idea presuntamente seria. Krugman desde el New
York Times y Martín Wolf desde el Financial
Times han servido de altavoz a la nueva teoría de Larry Summers sobre la
recesión perpetua. El argumento es simple y consiste en darle la vuelta a la forma
habitual de entender expansiones y recesiones. Según Summers a partir de ahora
los periodos de depresión serán la situación normal de la economía, con
excepción de algunos breves periodos de pleno empleo. El argumento se basa en
la observación de que con anterioridad a la crisis financiera la economía
creaba poco empleo a pesar de estar impulsada por la enorme burbuja crediticia
e inmobiliaria. Si no se puede volver a esos niveles de endeudamiento familiar
y bancario, ¿cómo se podrá alcanzar el pleno empleo? De hecho la recuperación posterior
a 2008 ha sido muy débil incluso en Estados Unidos.
El corolario es simple: hay que
dejar de hablar de estrategias de salida de la expansión monetaria pues en una
situación de recesión persistente la expansión cuantitativa y los tipos a 0
deben ser la nueva norma. Claro que visto lo que sucedió cuando se anunció que
la Reserva Federal quizás ponía menos aire en la burbuja no me extraña que
algunos no quieran ver el final de la expansión cuantitativa.
En pocas palabras: la burbuja todavía
se podría hacer más grande sin necesidad de buscar marcianos y no se debe renunciar
a vivir sin burbujas pues entonces la demanda será insuficiente. Poco importa
que el precio de la vivienda en Estados Unidos esté creciendo de nuevo por
encima del 12% o que la bolsa haya superado el máximo del pico de la burbuja
inmobiliaria. Como el crecimiento potencial de la economía es mayor que el tipo
de interés real, que es negativo, la deuda pública acabará por estabilizarse.
Estos razonamientos desprecian cualquier
explicación relacionada con la oferta y los problemas estructurales de la economía
internacional. ¿Y si la lenta generación de empleo frente al aumento de la
población activa se deberla a los efectos de la dificultad de reasignación del
capital humano entre sectores fruto de un shock tecnológico llamado Internet y
nuevas tecnologías? ¿No sería mejor atajar los desequilibrios globales en las
balanzas por cuenta corriente producidos por el exceso de ahorro en algunos
países en lugar de financiar burbujas con dichos ahorros transferidos a otros países?
Además, con tipos de interés muy
bajos, y reales negativos, casi cualquier inversión es a priori aceptable. Summers
incluso propone utilizar el exceso de ahorro internacional para hacer inversiones
públicas. Pero, ¿Cómo afectaría al crecimiento potencial de la economía tener dos
aeropuertos en Castellón? ¿Realmente se podría pagar cualquier nivel de deuda a
partir de inversiones improductivas? Yo por si acaso seguiría buscando vida
extraterrestre.
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