(Un texto de Ferrán Brunet, profesor titular de economía aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, en el suplemento económico
de El Mundo del 19 de enero de 2014)
Entre los países de la Unión Europea se ha
producido una potente dualización: mejoran los del Centro y el Norte, y
empeoran los del Sur y el Este. En la zona euro esta asimetría es muy evidente:
ha aparecido una europeriferia compuesta por los países mediterráneos, varios
de cuales incluso fueron rescatados financieramente.
Precisamente, en estos países la
introducción del euro generó tal auge de actividad que ésta derivó en burbuja financiera,
inmobiliaria, de endeudamiento privado y público, de costes -particularmente
los laborales- y de inmigración. En 2009 Grecia empezó a trastabillar y su
primer rescate llegó en mayo de 2010. Siguieron los rescates de la deuda
pública de Irlanda y Portugal, y los de la banca de Chipre y España. Italia y
Francia consiguieron escabullirse.
Fijémonos: el euro debía servir para la
convergencia de las economías europeas. En cambio, tras una década prodigiosa,
la convergencia formal en la unión monetaria europea se ha trocado en
importantes divergencias materiales entre un Norte que aguanta bien la crisis y
un Sur que colapsó.
Los problemas en la zona euro se deben a la
conjunción de dos realidades. En primer lugar, la del no es (aún) un área
monetaria óptima puesto que los mercados de trabajo son nacionales, siendo el
movimiento de trabajadores mínimo, y la flexibilidad de los salarios es nula.
Por ello los ajustes a la nueva situación productiva que no se pueden hacer en
precios, esto es en salarios de los ocupados (que no cesan de subir, a pesar de
que el PIB cae), se hacen en cantidades, esto es en desempleo (que se concentra
en algunos países).
Además otro requisito para ser un área
monetaria óptima -y que pueda responder equilibradamente a las perturbaciones-
tampoco se da en la Eurozona: los bancos siguen siendo nacionales, de modo que
las crecientes y desequilibradas transacciones entre países dan lugar a saldos
crecientes que no se compensan más que a través del Banco Central Europeo.
La segunda realidad que hace problemática a
la zona euro es que las diferencias en competitividad entre países en lugar de
reducirse se incrementaron. Al no ser la eurozona un área monetaria óptima, las
diferencias en productividad de los países se amplían en lugar de balancearse,
y dan lugar a crecientes euroimbalances. Además, los países del Sur,
confrontados como están a severos déficits públicos y de balanza exterior,
muestran menor brío reformador, y algunos verdadero cansancio.
En este mundo que es global pero dónde los
niveles de salarios son dispares, el reto económico de Europa es la
competitividad. Ajá, pero Europa es realmente dispar: hay zonas de altísimos
salarios y extraordinariamente competitivas (Centro y Norte) y zonas de
salarios medianos cuya productividad y competitividad es limitada (Sur y Este).
Luego el problema económico global de
Europa, la competitividad, se concentra en la periferia. En la europeriferia el
déficit de competitividad coincide con la urgencia de la estabilización
financiera. Por ello, en la europeriferia el riesgo de insolvencia se dobla con
el riesgo de liquidez. Además, el alto riesgo de la europeriferia incide sobre
el conjunto de la eurozona, y por tanto también en los países virtuosos del
Norte y Centro.
Los países de la europeriferia necesitan,
primero estabilización financiera para limitar el agudo riesgo de quiebra de
las finanzas públicas (por imposibilidad de pagar la amortización y de acceder
a nuevo crédito) y de quiebra de los bancos (tenedores de deuda pública), y segundo
reformas estructurales para potenciar su competitividad.
De hecho, la europeriferia está avanzando en
ambos aspectos. Los programas de rescate han logrado estabilizar a los
europeriféricos. También mejora su competitividad: algún país, como España, ha
obtenido en 2012 y 2013 superávits en la balanza por cuenta corriente por
primera vez en cuatro décadas. La europeriferia empieza a ser competitiva; está
dejando de ser periferia económica.
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