(Un artículo de Carlos Cuesta en el suplemento económico de
El Mundo del 22 de octubre de 2013. Me temo que sigue vigente a pesar de los
meses transcurridos)
¿Que si bajan los salarios? Básicamente lo suficiente como
para que, en estos momentos, nuestro nivel salarial sea similar al de Chipre y
cercano al de Eslovenia. No es ninguna broma. Se trata de los datos de
Eurostat. Unos datos que encajan con la rebaja actual detectada por el INE
(-0,6%) Y que demuestran que los salarios en España son un 16,6% inferiores a
la media de la UE tras haber descendido desde 2008 un 2,3%. Y ahora pasemos al segundo
punto: ¿siguen subiendo los impuestos? Por supuesto que sí. Ni se eliminan las subidas
denominadas «temporales» en el IRPF e IBI -con lo que aumentan su aplicación
temporal- ni dejan de plantearse nuevos incrementos como los de los impuestos
autonómicos -Patrimonio incluido- o de las cotizaciones sociales. Todo ello en
un contexto en el que los ciudadanos pagamos el quinto IRPF más alto del mundo
y las empresas, las sextas cotizaciones más caras del planeta.
Así, mientras que un trabajador español cobra de media
mensual 700 euros menos que uno británico, 500 euros menos que uno francés, o
300 euros menos que uno italiano, tiene que enfrentarse a unos impuestos
superiores a los de todos ellos. Y no sólo cada trabajador, sino también su
empresa: un empresario español paga por cada empleado con un sueldo de 23.000
euros cerca de 7.700 euros, 1.500 euros más que la media europea. ¿Es posible
competir así? Sí, pero claro, con rebajas aún mayores de salarios que hagan
hueco a semejante carga fiscal. Pero, por lo menos, podríamos decir: «Vale la
pena el esfuerzo con tal de sacar a España de la crisis». Pues bien, ni eso
podemos afirmarlo con convencimiento, porque no sólo es que los impuestos sean
mayores. Sino que además son peores en su diseño y aplicación. Hasta tal punto,
que España se ha convertido ya en la gran economía que, con mayores impuestos,
menos recauda.
Tenemos los tipos marginales más altos de Europa en IRPF -a
excepción de Bélgica y Suecia-, un impuesto de Sociedades superior al de Suecia,
Alemania o Reino Unido, y un IVA superior a la media y similar al de Italia,
Bélgica u Holanda. Y pese a ello, somos el más claro ejemplo de ineficiencia
fiscal en Europa, superados en recaudación incluso por Portugal y Grecia. Dudo
que sea el momento de declaraciones políticas cuando menos desafortunadas y si,
desde luego, de reformar este desastre.
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