domingo, 30 de diciembre de 2012

Ascensores y economía

(Un artículo de Pablo Rodríguez Suanzes en El Mundo del 9 de diciembre de 2012)



Para el desarrollo de las ciudades modernas hubo dos factores esenciales: la electricidad y el agua corriente, gracias a la que se mejoró la higiene y sin la que no hubiera sido posible un crecimiento como el registrado. Sin embargo, hay otro elemento que sirvió para cambiar el desarrollo económico mundial: los ascensores. Elevadores, más o menos rústicos, los hubo desde el siglo III a. C., pero los modernos, los que permitieron el desarrollo vertical, se remontan a mediados del XIX (www.elevatorloadtest.com/elevator_history.html). Gracias sobre todo a Elisha Otis y el desarrollo de los frenos de seguridad, que impresionaron en el Nueva York de 1854 (www.otis.com/site/us/OT_DL_Documents/OT_DL_SiteDocuments/Ba4_AboutElevators.pdf).

El WSJ publicaba esta semana una pieza interesantísima sobre la idea de transporte vertical en el siglo XXI, filosofía, innovación y las enormes diferencias que hay de una parte a otra del mundo. En cuanto a velocidad, preferencia o impacto en los diseños, incluso por motivos religiosos, según explica Theresa Christy, matemática de Otis (goo.gl/k4M3G). 

La genial Maria Popova recoge en su imprescindible Brain Pickings (www.brainpickings.org) la singular relación entre ascensores, teorías del conformismo y movimientos sociales como el 15-M y Occupy Wall Street (www.brainpickings.org/index.php/2012/01/13/asch-elevator-experiment/). En realidad, no es algo nuevo. En 1951, el psicólogo Solomon Asch (http://www.brynmawr.edu/aschcenter/about/solomon.htm) realizó una serie de experimentos sobre la capacidad (y necesidad) de la gente de no discrepar con la opinión mayoritaria –dominante- (http://www.simplypsychology.org/asch-conformity.html). Entre ellos, uno hilarante realizado en ascensores, donde los sujetos, sin saberlo, cambiaban su ubicación y actitud de forma inmediata ante el comportamiento de los cómplices del investigador: Sin embargo, como nos cuenta James Suwiecki en The Wisdom of Crowds, basta con que una voz valiente se alce para que muchos la sigan en la disensión (randomhouse.com/features/wisdomofcrowds).

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