(Un texto de Cristina
Berechet – economista jefe del think tank
Civismo- en el suplemento económico de El Mundo del 17 de febrero de 2013)
«La idea de que el futuro sea diferente del presente
es tan repugnante a nuestros modos tradicionales de pensamiento que mostramos una
gran resistencia a actuar en consecuencia», decía Keynes. En España es difícil considerar
un cambio en el modelo del Estado del Bienestar y menos aún en el sistema de
pensiones. Sin embargo, el diseño y el funcionamiento de éstos varía mucho de
un país a otro.
Según el Australian
Center for Financial Studies (http://www.globalpensionindex.com/),
Dinamarca lidera el ranking de sistemas de pensiones; le siguen Holanda, Australia,
Suecia, Suiza y Canadá. El estudio propone una serie de recomendaciones
genéricas: aumentar la edad de jubilación, extender la vida laboral de los
mayores o fomentar el ahorro privado para completar la pensión pública.
Otro índice valioso es el de Sostenibilidad de Allianz
(www.allianzglobalinvestors.eu/Documents/AGI_PensionSustainabilityIndex_2011.pdf),
ranking que lidera Australia porque su sistema público de pensiones cubre únicamente
las necesidades básicas, lo que exige que cada uno lo complete con un plan
personal. España, en cambio, es el país del mundo que más precisa de una reforma,
sólo por detrás de Grecia, India, China, Tailandia, y Japón. El envejecimiento
de la población, el aumento de la deuda soberana y el elevado nivel de las pensiones
ponen en tela de juicio la sostenibilidad.
La OCDE (www.oecd.org/spain/47367529.pdf) también
incide sobre el elevado coste de las pensiones en España ya que la tasa de
sustitución respecto al último salario es la segunda más elevada del mundo.
Además el FMI añade el riesgo adicional de la baja productividad.
Parece que los españoles estamos olvidando que
Beveridge, el padre de la Seguridad Social, creía que «el Estado debería
fomentar la iniciativa privada para asegurar una cobertura superior a la
pensión mínima establecida».
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