(Escrito por
el 18 de junio en politikon.es)
La tragedia de los comunes es un fenómeno que describió el catedrático de biología Garrett Hardin en un artículo de 1968 en la revista Science.
La palabra comunes se refiere a los pastos de uso comunal que existían
antiguamente en algunos pueblos y villas. Al estar abiertos a todos, los
locales podían llevar a sus animales a pastar libremente. La idea era
que todos compartieran los recursos de forma responsable para así
garantizar su sostenibilidad. El problema es que desde el punto de vista
individual no se ve así: Si un granjero trae a una vaca más a pastar,
el beneficio es para el granjero (en términos de la leche, queso o carne
adicional que vende). En cambio, el coste de la hierba, que ya no puede
ser aprovechada por otros, se reparte entre todos los granjeros que
usan el pasto. La estrategia óptima a nivel individual es aprovecharse y
traer a todas las vacas que podamos. Los recursos naturales públicos
tenderán a desaparecer por su excesivo uso. De ahí la tragedia.
Ostrom, no obstante, decidió investigar si los hechos confirmaban lo
que la teoría predecía. Y lo que encontró es que no siempre es así. A
pesar de las muchas instancias en que la tragedia de los comunes se
convierte en realidad, como ocurrió en el pasto comunal de Boston, a menudo los comunes sobreviven.
Ejemplos abundan. Uno de ellos es el sistema de organización comunal de
los pastos alpinos en Suiza. En valles y praderas, que gozan de un
clima más predecible, predomina la propiedad privada. En las montañas,
no obstante, las circunstancias son más impredecibles. Hay zonas que
reciben mucha lluvia y son extremadamente fértiles un año pero pasan a
estar completamente secas al año siguiente. Un sistema de propiedad
comunal permite a los agricultores compartir estos riesgos.
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