martes, 7 de enero de 2014

Arremetiendo contra molinos verdes



(Un artículo de George Will, columnista del Washington Post, en el suplemento económico de El Mundo del 28 de junio de 2009. A pesar de ser viejo, es bastante revelador ver cómo la historia de las renovables es algo que se veía venir…)

El profesor español está desconcertado. ¿Por qué, se pregunta Gabriel Calzada, recomienda el presidente estadounidense que América copie el modelo español de creación de empleo ecológico en el sector de las energías alternativas, cuando el índice de desempleo de España es del 18,1% -más del doble de la media de la Unión Europea- debido, en parte, a que se han despilfarrado empleos?

Calzada, de 36 años, profesor de económicas de la Universidad Rey Juan Carlos, ha redactado un informe que, de ser cierto, es incómodo para la agenda verde de la administración Obama y para parte de las premisas presupuestarias que dependen de ella. Calzada dice que el despilfarro de España -ninguna otra nación ha financiado de manera tan agresiva la generación de electricidad a partir de fuentes renovables- en parques eólicos y demás formas de energías alternativas ha creado realmente puestos de trabajo. Pero el informe concluye que. a menudo, son empleos temporales y que han precisado de entre 752.000 y 800.000 dólares en subsidiar cada uno -los puestos de trabajo en la industria eólica salen aún más caros, a razón de 1,4 millones de dólares cada uno-. Y cada nuevo empleo entraña la pérdida de 2,2 puestos; que desaparecen o no son creados en las demás industrias, a causa de la mala distribución, puesto que se obedece a criterios políticos -subóptima en términos de rendimiento económico del capital-.

(Los medios europeos informan regularmente de la ecocorrupción que deja un rastro de fraude -explotar el sistema de subsidios, lucrarse con las ventas de terrenos destinados a parques eólicos, etcétera-.) Calzada dice que la creación de empleo en el terreno de las energías alternativas ha restado alrededor de 110.000 puestos de trabajo al resto de los sectores de la economía de España.

El secretario de prensa del presidente, Robert Gibbs, fue preguntado por el argumento polémico del informe de que el desvío del capital por motivos políticos al empleo ecológico ha costado empleo a España. La transcripción de la Casa Blanca contiene este intercambio:

- Gibbs: «Parece absurdo que vayamos a importar piezas de generadores eólicos de España para satisfacer la demanda de energía renovable del país si ese fuera remotamente el caso».
- Interlocutor: «¿Es una sugerencia de que el estudio simplemente está equivocado de principio a fin?»
- Gibbs: «No he leído el estudio, pero creo que sí».
- Interlocutor: «Pues vale». (Risas.)

En realidad, lo absurdo es esta idea: un soberbio informe acerca de la experiencia de España tiene que ser falso porque, de lo contrario, el comportamiento de ciertos importadores estadounidenses, que pretenden sacar tajada a la promoción de la energía eólica que hace el Gobierno estadounidense, participaría de un proyecto económicamente ruinoso.

Es cierto que Calzada ha llegado a conclusiones que él, como libertario, encontrará ideológicamente convenientes. Y su estudio fue financiado por un laboratorio estadounidense de ideas afín (el Instituto para la Investigación Energética, para el que este columnista ha pronunciado un discurso remunerado). Aun así, es llamativo que, en lugar de intentar refutar su informe, muchos críticos españoles hayan puesto en tela de juicio su patriotismo por señalar los defectos de algo por lo que España ha sido elogiada por Obama, entre otros.

Juzgue usted mismo: el informe de Calzada puede leerse en http://www.juandemariana.org/pdf/090327-employment-public-aid-renewable.pdf. Y en http://tinyurl.com/ccoa5s. Usted llegará a conclusiones parecidas en Luz ámbar al empleo verde, un informe del senador republicano Kit Bond, miembro legislativo del subcomité de Empleo Ecológico y Nueva Economía.

Lo que más importa, no obstante, no es si informes como el de Calzada o los republicanos aciertan en todo. No es, sin embargo, nada antiintuitivo que las inversiones realizadas por motivos políticos resulten económicamente contraproducentes. En la práctica, los medioambientalistas, con la valentía de sus convicciones, deberían defender que la idea de tales inversiones es subordinar la racionalidad del mercado a la sublime agenda de la salvación planetaria.

Aun con todo, se puede ser agnóstico con ambos informes al tiempo que espanta la frecuencia con la que tales descubrimientos son ignorados simplemente porque cuestionan políticas tan inmersas en el fariseísmo que el razonamiento económico metódico en tomo a sus costes y beneficios parece totalmente falto de importancia.

Cuando el presidente habla de «nuevas economías de energía verde» que crean «incontables puestos de trabajo bien remunerados», puede que sean realmente incontables, en el sentido de ser imposibles de contabilizar.

Para los fervientes feligreses de la capacidad del Gobierno para controlar el clima y la urgente necesidad de que lo haga, creer es ver: ellos ven, a través de sus gafas ideológicas, que el gasto verde de los gobiernos siempre se compensa. Ésta es una fe en que hay cosas gratis comparable a la de esos contados conservadores seguros de que las bajadas de los impuestos siempre salen más que a cuenta, por estimular la recaudación compensatoria fruto del crecimiento económico.
Los molinos son iconos de la tierra de Don Quijote, cuya lucha contra ellos pasó a ser emblemática de la frivolidad cómica. Los nuevos molinos de España no son ni entretenidos ni emblemáticos de políticas que América deba emular. La alegría y la evidentemente inquebrantable confianza en tales soluciones mágicas a los problemas que se plantean son otra manifestación más -los republicanos no son inmunes: el programa No Child Left Behind decreta que, antes del año 2014, todos los estudiantes estadounidenses serán competentes en matemáticas y en habilidad lectora- de lo que el difunto senador Pat Moynihan llamaba «el escape de la realidad de la vida americana».

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