miércoles, 7 de agosto de 2013

Cerveza



(La columna de Martín Ferrand en el XLSemanal del 22 de julio de 2012)

Stefan Zweig, en El mundo de ayer. Memorias de un europeo, recuerda cómo la inflación que devastó Austria tras la Primera Guerra Mundial atrajo a multitud de extranjeros en busca de gangas gracias al favorable cambio de divisas. Entre ellos, numerosos germanos, tantos que Alemania impuso severas inspecciones para incautarse de cualquier producto adquirido al otro lado de la frontera. «Pero había un producto que no se podía confiscar: la cerveza que cada uno llevaba en el cuerpo. Los bávaros, grandes bebedores de cerveza, consultaban cada día la lista de las cotizaciones y calculaban si, debido a la depreciación de la corona, podían beber cinco, seis o diez litros de cerveza por el mismo precio que debían pagar por uno en casa».

Así, cada día pasaban la frontera trenes repletos de alemanes que se hartaban de cerveza y que, por la noche, volvían a su país mientras «berreaban, eructaban y vomitaban». La nada poética justicia del periodo de entreguerras provocó que, tres años después, la inflación afectara a Alemania y cambiara la dirección de las expediciones cerveceras.

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