(La columna de Cristina Berechet en el suplemento económico
de El Mundo del 31 de marzo de 2013)
En 2012, según un estudio de la OCDE (http://www.oecd.org/ctp/tax-policy/taxingwages-spain.htm),
la presión fiscal sobre la renta media en España fue del 41,4%, seis puntos por
encima de los países miembro, situándose en el duodécimo puesto entre los más desarrollados.
En el último año, España ha sido el país que más ha subido la presión fiscal
sobre las rentas: un 1,42%, por delante de Polonia (1,19%) y Eslovaquia (0,8%).
En el lado opuesto, Portugal, a
pesar de los ajustes fiscales, ha conseguido reducir la presión tributarla, convirtiéndose
en el país que más ha disminuido la presión fiscal sobre las rentas medias.
Tras las últimas subidas de impuestos
en España, las parejas con hijos y un único sueldo soportan una presión fiscal
muy por encima de la media de la OCDE (9,3 puntos) y de Alemania (1,2 puntos). De
hecho, en los tres últimos años, aquí este grupo de contribuyentes ha sido el
más castigado por la subida de la presión fiscal. En el caso de una familia
monoparental con hijos y una renta que no llega al 70% del salario medio, la
presión tributarla duplica la media de los países desarrollados: 29,9% frente
al 16,8% en la OCDE, continuando con la tendencia de los últimos años.
¿Progresividad? Según este informe,
la progresividad del impuesto sobre la renta está contrarrestada, en parte, por
las cotizaciones a la Seguridad Social, la otra carga fiscal sobre el trabajo. Estas
tienen un tipo único y no se suelen beneficiar de deducciones en función del nivel
de renta. Alemania, Austria y España van incluso más allá, dado que el límite que
aplican a las cotizaciones hace que la presión fiscal sea regresiva para las rentas
más altas. No hay que olvidar que los impuestos al trabajo aumentan el coste de
la mano de obra, lo cual se traduce, en última instancia, en un aumento del
desempleo.
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