(La columna de Cristina Berechet en el suplemento económico
de El Mundo del 23 de junio de 2013)
Según el director del lnstitute for Economic Affairs (http://www.iea.org.uk/in-the-media/press-release/increasing-the-national-minimum-wage-is-illogical),
Mark Littlewood, «el salario mínimo es un instrumento poco eficaz». Las subidas
del nivel mínimo pueden beneficiar a los trabajadores pero perjudican al mismo
tiempo a los parados, a los jóvenes, a las personas con baja cualificación y a
los mayores. El que haya regiones con tasas de paro que duplican la de otras es
una muestra más de sus efectos negativos. En su opinión, dado que no es
factible reducirlo, por lo menos deberla establecerse uno por cada región y no
para el conjunto del Estado.
En el reciente Free Market Road Show (http://civismo.org/es/actividades/free-market-road-show),lgnacio
ArelIano afirmaba que «si no existiese un mínimo, el salario al que la gente
estuviese dispuesta a trabajar determinaría el nivel de paro voluntario». El
salario mínimo afecta especialmente a los jóvenes ya que de no existir la tasa
de paro juvenil no se diferenciaría de la del resto de la población.
En EEUU, según Brenda Pejovich, subir el salario mínimo a
nivel federal también aumentaría el desempleo en los estados con un coste de vida
más bajo. Aquí, el salario mínimo interprofesional es de 752 euros brutos
mensuales referido a 12 pagas. Desde el inicio de la crisis, ha subido un 7,5%.
Sí un empresario puede crear 50 puestos de trabajo y ofrecer 700 euros al mes
¿por qué el Estado se lo debería impedir?
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