(Parte de la columna de Pablo Rodríguez Suanzes en el suplemento
económico de El Mundo del 20 de diciembre de 2009)
[…]Todo el que tiene privilegios se resiste a perderlos. En
la actualidad, decenas de sectores (loteros, controladores, farmacéuticos)
tienen barreras de entrada fortísimas para limitar el acceso, con lo que los
precios de sus bienes o servicios se mantienen artificialmente altos. Si se
abren las puertas del transporte o la venta de décimos, las leyes del mercado
indican que los precios deberían bajar y los servicios mejorar. Eso es lo que
pasó, por ejemplo, en Irlanda tras la desregulación del año 2000. Los precios
del servicio bajaron, la flota aumentó y los tiempos de espera se redujeron
drásticamente. Además, la licencia pasó a costar 20 veces menos. Eso sí, el
caso llegó a los tribunales.
Nueva Zelanda, en 1989, fue uno de los primeros países en
aprobar la liberalización (www.sciencedirect.com). El Frontier Center for
Public Policy publicó un estudio muy favorable a la desregulación, pero un
análisis más amplio de Adrian T. Moore y Ted Balaker, con ejemplos de varias
ciudades, indica que los resultados han sido buenos, pero no extraordinarios. En
una línea más intervencionista, la Universidad de Leeds publicó una tesis
doctoral de Choong-Ho Kang 1988.
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