(La columna de Pablo Rodríguez Suanzes en el suplemento económico de El
Mundo del 24 de enero de 2010)
[…] la célebre Paradoja de Easterlin, enunciada en 1974 por el economista
Richard Easterlin y que sostiene que no existe una correlación comprobable
entre mayor riqueza y mayor felicidad (graphics8.nytimes.com/images/2008/04/16/business/Easterlin1974.pdf).
Según sus datos, una vez cubiertas las necesidades básicas más dinero no aporta
más satisfacción en la vida diaria.
Sin embargo, en 2008, Betsey Stevenson y Justin Wolfers, de la Universidad
de Pensilvania, rebatieron la Paradoja, asegurando que sí hay correlación entre
renta per cápita y felicidad y que no existe un punto límite a partir del cual
ésta deja de ser relevante. Además, en agosto de 2008 el propio Wolfers destacó
en una serie de post en Freakonomics (freakonomics.blogs.nytimes.com) algunos
datos curiosos sobre las diferencias de felicidad por raza, sexo o formación.
La felicidad está de moda. […] Nicholas D. Kristof citaba en su columna
de The New York Times (www.nytimes.com/pages/opinion) el libro The Happiness Hypothesis, del psicólogo
Jonathan Haldt (www.happinesshypothesis.com). La tesis de su ensayo es que una buena
vida social y un matrimonio estable son factores relevantes para acumular
felicidad, pero no la belleza, el dinero o el sexo, y apenas la raza o la
salud. El día 15 [de enero de 2010], Julian Baggini publicó también un extenso artículo
en Financial Times (www.ft.com)
titulado Where happiness lies, en el
que aborda la literatura reciente sobre el tema (http://intelib.wordpress.com).
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