(Un texto de José García Montalvo en el suplemento económico
de El Mundo del 14 de septiembre de 2008)
Imaginemos que una empresa está construyendo un puente. La
constructora decide elevar su altura e ir quitando algunos pilares para ahorrar
costes, pues dice que no son tan necesarios. El supervisor, que trabaja para el
gobierno, acepta las sucesivas propuestas de eliminación de pilares: «Estamos
en una economía de mercado y las empresas tienen que ganar dinero. Además,
estas innovaciones estructurales son muy estéticas. El puente parece que vuela.»
Finalmente el puente se hunde. El supervisor paga las reparaciones a las
víctimas, borra de su memoria lo ocurrido y saca a concurso el próximo puente.
Esto es más o menos lo que ha pasado con los gigantes
hipotecarios Freddie Mac y Fannie Mae. Cualquier inversión es una apuesta
arriesgada, por mucho que algunos banqueros y pseudogurús financieros nos intenten convencer de que ellos tienen
los modelos que predicen qué pasará. A diferencia de jugar a la ruleta, en
donde sabes con exactitud la probabilidad de que salga cada número o
combinación, en las inversiones financieras no se puede calcular con una mínima
precisión la probabilidad de eventos que no han sucedido en el pasado. Es lo que
Taleb llama «cisnes negros» en su best-seller. Por este motivo, hacer modelos
de valoración basados en datos del pasado (por muy sofisticados que sean) puede
provocar grandes desastres. Si la apuesta es muy elevada, incluso si el suceso
inesperado tiene una probabilidad muy pequeña, el caos puede ser monumental.
¿Cuál fue la apuesta de Freddy, Fannie y gran parte del
sistema financiero estadounidense? Que los precios agregados de la vivienda en
EE.UU. no bajarían. Pero obviamente era un error lógico inferir del antecedente
-«no hay evidencia de una caída de los precios agregados en EE. UU.» el
consecuente «hay evidencia de que los precios agregados en EE.UU. no pueden
caer». Si todo el sistema financiero, o una parte importante del mismo, juega a
la misma apuesta se genera un «riesgo sistémico» que obliga al regulador a
intervenir para evitar que la caída de unas entidades gigantescas pueda
arrastrar al resto de sistema.
La cosa se complica adicionalmente si además de dejar de
construir el puente cada vez más alto se permite reducir el número y tamaño de
las vigas. La historia de Freddy Mac y Fannie Mae se puede caracterizar como de
progresiva desregulación. Teniendo en cuenta los incentivos de sus ejecutivos y
los de las empresas de rating que
valoraban los instrumentos financieros que Fannie y Freddie creaban, esta desregulación
auguraba problemas.
Por si todo esto fuera poco, Freddie y Fannie ya habían dado
muestras en los últimos 10 años de su capacidad para producir contabilidad
altamente creativa. Recordemos el último episodio: en 2003 los directivos de
Freddie y Fannie admitieron haber manipulado los ingresos por valor de 11.300
millones de dólares. Los reguladores, en lugar de vigilar más de cerca,
siguieron mirando de reojo. Resultado: cuando se han inspeccionado las cuentas,
antes de proceder a la intervención, se ha visto que las empresas no habían
reducido el valor de sus activos subprime
para reflejar los precios actuales de mercado, sino que habían maquillado
créditos y habían cambiado el criterio de reconocimiento de morosos (de
considerar moroso el pago con retraso de más de 90 días, lo habitual en EEUU,
pasaron a más de dos años). Todo esto con el objetivo de diferir pérdidas hacia
el futuro y posponer el reconocimiento de falta de capital.
Hay que reconocer que el Gobierno estadounidense ha actuado
tragándose su orgullo de pilar del capitalismo, a pesar de saber que sería
acusado de hipocresía: el adalid de la libertad económica se pone a
nacionalizar empresas privadas. Con todo, no es la primera vez que el gobierno
federal interviene para salvar empresas privadas. Recordemos la crisis de las
cajas de ahorros de finales de los 80, o las crisis de Chrysler o Lockheed. Más
recientemente las subvenciones a líneas aéreas tras los atentados terroristas del
11-S, el salvamento del fiasco del Long Term Capital Management (otra apuesta
muy arriesgada que salió mal) o la actuación en Bear Steams. Pero reconocer los
errores y actuar no es suficiente. Si el riesgo sistémico aumentaba
significativamente con entidades muy grandes haciendo la misma apuesta, ¿por
qué no se evitó que crecieran tanto, sobre todo cuando Freddie y Fannie eran
empresas esponsorizadas por el
gobierno? ¿No sería más fácil hacer un puente más bajo y asegurarse de que
están todas las vigas que hacen falta, que pagar indemnizaciones a las víctimas
si se hunde? ¿No es mejor regular que limpiar los desastres? Y sobre todo, ¿no
se debería aprender de los errores del pasado?
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