(Un texto de Pablo Rodríguez Suanzes y Javier G. Gallego en
el suplemento económico de El Mundo del 5 de diciembre de 2010)
Las decisiones de un reducido grupo de personas bastan para influir
en la marcha de todo un país y provocar vaivenes en los mercados de deuda.
En apenas 12 horas, todo cambió. La jornada transcurría
tranquila en Nueva York hasta que, tras la cuarta relajación cuantitativa de la Reserva Federal (QE4), Pekín anunció
que había perdido la paciencia. «China no tiene más remedio que dejar de comprar
U.S Trasuries. Hemos permitido que
Washington manejase sus desequilibrios durante cuatro años, pero con la
inflación global y los consumidores de EEUU menguando en relación al PIB
mundial, creemos que la recuperación de Occidente no se va a producir hasta que
reformen sus programas de ayuda social».
Con el anuncio, Wall Street enloqueció. El oro llegó a los 5.000
dólares la onza, las materias primas se dispararon rompiendo techos y las cotizaciones
se desplomaron. Para evitar la tragedia se cerraron los mercados y Obama buscó
el respaldo de los líderes del G-20, pero nada impidió que los norteamericanos,
presos del pánico, vaciasen los supermercados. Ben Bernake inyectó a la
desesperada 1,5 billones de dólares de la Fed para salvar la divisa norteamericana,
pero no fue suficiente. Fue el 19 de diciembre de 2012. El día en el que el
dólar murió.
Este apocalíptico escenario, obviamente, no se ha producido
todavía, pero no es algo imposible. La ucronía es un aviso, en forma de vídeo, lanzado
por la National Inflation Association
(NIA) estadounidense el pasado 24 de noviembre y que ya ha tenido cientos de
miles de visitas en Youtube.
La NIA, que considera inevitable e] desplome del dólar y un retorno
de la hiperinflación, quizás exagere, pero 2010 ha demostrado que el sistema
financiero global, aunque regulado y supervisado, tiene una gran debilidad: es
muy vulnerable a la acción, coordinada o no, de actores individuales.
En el mundo hay un grupo selecto de personas que pueden, de
la noche a la mañana, romper la columna vertebral de la economía mundial. Banqueros
centrales, especuladores y gestores de fondos, pero también traders desconocidos que mueven cantidades
multimillonarias sin pestañear. Un estornudo suyo resfría al mundo entero. Son
ellos los que marcan el ritmo de las operaciones financieras y los que crean
agenda. Por las buenas o por las malas.
En 1992, George Soros noqueó al Banco de Inglaterra y obligó
a la libra a abandonar el Sistema Europeo de Cambio. Ganó 1.000 millones de dólares
en un día y, pese a ello, es hoy un aclamado gurú.
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