(Un artículo de Rosalía Sánchez en el suplemento económico
de El Mundo del 23 de diciembre de 2012 – La máquina alemana busca
trabajadores-)
Alemania nos llama. Alemania nos necesita. La economía
alemana tendrá que incorporar 1,7 millones de trabajadores extranjeros a su
mercado laboral desde ahora a 2020 y mira suplicante al sur de Europa. Hasta 2035,
para evitar que el motor se cale, la demanda es de cuatro millones de
trabajadores foráneos. Estos son los datos del último informe de la Asociación
deja Industria de Baviera (Vereinigung der Bayerischen Wirtschaft), cuyo
presidente, Bertram Brossardt, advierte que “actualmente tenemos ya un déficit
importante de mano de obra cualificada y este estudio demuestra que a pesar de
todas las medidas adoptadas ese déficit seguirá aumentando”.
Un informe anterior del Instituto Prognos ya hablaba
en 2008 de un agujero de mano de
obra. Entonces, con el PBI alemán cayendo en picado, resultaba difícil creer
semejantes augurios, pero el hecho es que el nivel de paro se ha mantenido
inalterablemente ajeno a la crisis y el Gobierno lleva ya un año practicando una
política muy activa de captación de trabajadores.
Merkel ha dicho esta semana que «el próximo reto de
integración europea es un mercado laboral común que podemos lograr en 10 ó 20 años»,
seguramente pensando en el trasvase de mano de obra natural que tiende a
establecerse entre economías como la española, con los seis millones de parados
que prevé la CEOE para 2013, y la alemana. La canciller señalaba como las dos únicas
condiciones necesarias que «hay que hacer más compatibles
nuestros sistemas sociales» y que «tenemos que aprender más idiomas».
Las administraciones están inmersas ya en la
construcción del viaducto de trabajadores y en el lanzamiento de un mensaje:
parados del mundo, Alemania os espera. Sólo el estado federado de Hesse ha
ofrecido publicamente en España 150.000 empleos y la llegada de españoles a Alemania
buscando trabajo ha aumentado un 53,4% en el primer semestre de 2012.
Después de cinco años de crisis económica y
sobresaltos financieros, mientras el resto de los países europeos ha
traspasado
sin piedad el umbral del dolor social y apenas alcanzan a ver un destello de
crecimiento al final del túnel, Alemania sigue pisando fuerte en el mercado
global, disfruta de más empleo que nunca antes en la historia de la República Federal
y está centrada en políticas a largo plazo que posiblemente prolonguen este
éxito, si es que consigue no dejarse arrastrar por la desconfianza que carcome el
euro.
¿Cómo ha llegado Alemania a convertirse en semejante
máquina todoterreno de creación de empleo? Tratar de definirlo en sólo diez puntos
es tan arriesgado como enseñar economía a un presidente en dos tardes, pero
podemos intentarlo.
Competitividad. El
ranking
del
Foro Económico Mundial, que incluye a 139 países, sitúa a Alemania como quinto
más competitivo del mundo en 2011, después de Suiza, Suecia, Singapur y EEUU. Cuenta
con las “sagradas mil”, mil pymes alemanas que son la número uno en su producto
en el mundo y 270.000 empresas industriales ampliamente establecidas en economías
emergentes de Asia y América Latina, reduciendo así su dependencia de la
debilitada zona euro. Esto es lo que permite que Alemania cierre el año en curso
con un aumento de las exportaciones del 4% a pesar del derrumbe de las ventas. La
Asociación Federal de la Industria cuenta incluso con otro aumento, el año que
viene, del 3%. Sólo China supera su superávit comercial.
Este nivel de competitividad se consigue a base de
contención salarial, pero también tiene un truco: las empresas alemanas reducen
costes de mano de obra ubicando parte creciente de su producción en los países del
Este, Rusia y Ucrania. La cuota de inversión externa en la región se ha incrementado
un 40% desde 2004 hasta hoy, logrando un gran aprovechamiento de los trabajadores
cualificados en esos territorios.
Implantación. Según
Deutsche Bank, la implantación internacional de los modelos de negocio alemanes
es clave en el sostenimiento de su PIB. No sólo externalizan sino que exportan un
modo de hacer. El ejemplo más palmario es la industria automovilística. Alemania
ha sido capaz de mantener desde 1998 la producción en su propio territorio en
cinco millones de unidades. Sin embargo ha duplicado la cifra fuera de sus
fronteras en el mismo período de tres a seis millones de coches. 2010 fue el primer
año en el que la fabricación extranjera ha superado a la local (6,1 millones
contra 5,6). Marca, barreras de entrada y adaptación al gusto local son los
factores con los que los analistas de Deutsche Bank justifican este éxito.
Mercado laboral flexible. Pero
llevar producción fuera no quiere decir perder empleo dentro. Alemania tiene
una tasa de paro media del 7%; en algunos estados es inferior al 4%. En
términos generales, esto significa que en Alemania hay que esconderse mucho;
pero mucho, para evitar trabajar. El sistema social ofrece muy amplia
cobertura, pero desincentiva el desempleo equiparando el paro a partir del
primer año a las ayudas sociales a los indigentes y excluyendo del seguro por
desempleo a quien rechace reiteradamente ofertas de trabajo, aunque sean en una
ciudad diferente a la de residencia o aunque se trate de un trabajo en otro
sector. Huelga decir que el empleo genera recaudación de impuestos
y consumo interno, por lo que se convierte en el motor de la economía, la
pone
en funcionamiento y genera más empleo.
Los alemanes, además, siguen estando relativamente
bien pagados, con una renta media de 30.000 euros en 2009, unos 10.000 más que
la española, y que habría ascendido a los 38.000.en 2012, según estimaciones del
FMI. Las empresas han evitado subidas excesivas de salarios pactando con los
sindicatos moderación a cambio de empleo, pero la gran reducción de costes
laborales tiene lugar vía flexibilidad, la clave de su mercado laboral. Durante
2009, el año que el PBI alemán perdió un 6%, el paro se mantuvo en el 7,5%
gracias a programas de reducción de jornada que permiten adaptar los horarios a
la demanda. Apenas hay, por tanto, ERE de extinción, sino ERE temporales en los
que la empresa paga un 10% del salario y la Administración el resto. La eficiencia
de los Jobcenter alemanes, similares
al INEM, es también fundamental. No están planteados como expendedores de
subsidios, sino como punto de encuentro entre empresas y demandantes de empleo.
Cuando un empresario necesita personal, buscan los perfiles más aproximados y
se los envían para que los forme durante seis meses según sus necesidades
específicas. El 80% acaba quedándose.
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