(Parte de un texto de
Daniel Lacalle en el suplemento económico de El Mundo del 10 de noviembre de
2013)
[…] Aquí conviene
diferenciar dos términos esenciales: presión fiscal y esfuerzo fiscal. Parecen lo
mismo, pero no lo son. El primero mide los gastos del Estado; el segundo, los
impuestos que pagan !as personas.
La presión fiscal se
obtiene dividiendo la recaudación tributaria entra el PIB, por lo que es un
dato macroeconómico que depende sobre todo de la actividad económica del país, y
no tanto de la bajada o subida de impuestos.
Por el contrario, el
esfuerzo fiscal mide el peso que representa la fiscalidad en la renta per cápita,
es decir, que porcentaje de lo que se gana va destinado al pago de tributos.
Por lo tanto, afecta de manera más directa al bolsillo de los ciudadanos.
Incluye todo tipo de impuestos, desde el IRPF hasta el IVA, pasando por las
cotizaciones a la Seguridad Social u otros impuestos directos.
Según un estudio
elaborado por el Instituto Juan de Mariana y la Asociación Española de Asesores
Fiscales y Gestores Tributarios (Asefiget), el esfuerzo fiscal en España se sitúa
en el 40%, supera la media de la Unión Europea y la de algunos países como
Alemania, Reino Unido y Suecia. Trabajamos más de medio año sólo para pagar
impuestos, y en 2013 esa cifra aumentó aún más.
En Europa, los impuestos
están ahogando la renta disponible de las familias y hundiendo a la ciase
media. Según un estudio del Instituto Económico Molinari publicado por Le Figaro,
los ciudadanos europeos trabajan hasta finales de junio exclusivamente para
pagar impuestos. Lo que se denomina «el día de la liberación fiscal», es decir,
la jornada en que dejamos de contribuir a los gastos del Estado.
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