(La columna de Pablo Rodríguez Suanzes en el suplemento económico de El
Mundo del 28 de junio de 2009)
El pasado 13 de junio [de 2009], Tim Harford recogía en su blog
(http://blogs.ft.com/undercover) un artículo suyo en Financial Times sobre la fiabilidad de los experimentos sociales que
incluyen a personas. Pone ejemplos conocidos, como el llamado Efecto Hawthorn, una prueba realizada entre
1924 y 1932 que demuestra que las personas
siempre responden a los cambios: «Te dediques a lo que te dediques, la
producción aumenta durante un tiempo si haces algún cambio». Idea fascinante, pero
controvertida, pues los humanos actúan de forma diferente al sentirse observados. Vamos, un efecto Heisenberg económico: (www.nuclecu.unam.mx/~vieyra/node20.html)
Los experimentos no son los únicos estudios que están
desfasados. En 1965, EEUU adoptó los cálculos de Mollie Orshansky, una
estadística, para establecer el Poverty threshold
o línea de pobreza (www.nytimes.com/2007/04/17/us/17orshansky.html). Orshanksy usó
el thrifty food plan, el más barato
de los cuatro planes de alimentación desarrollados por el Departamento de Agricultura
(www.ocpp.org/poverty/how.htm). Calculó que la alimentación suponía un tercio
de los gastos de una familia y estableció el mínimo de quién es pobre. Ese sistema lo sigue usando la Oficina
del Censo, pese a que excluye los beneficios sociales y sobre todo a que ahora la
comida supone sólo un sexto de los gastos, mientras que la vivienda, apenas
computada, es el máximo pago.
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