(Parte de la columna de
Pablo Rodríguez Suanzes en el suplemento económico de El Mundo del 13 de enero
de 2008)
[…] En el siglo XIX, las
divisas se conformaban en función de su valor en oro. De esta forma, un dólar americano
equivalía a una veinteava parte de una onza de oro. Y la libra esterlina era
aproximadamente una cuarta parte de una onza. Es decir, «tener un dólar equivalía
a tener un vale por 1/20 onzas de oro».
Cada emisión de billete
estaba respaldada por la misma cantidad en depósitos del preciado metal y cualquier
ciudadano podía acudir al banco y solicitar que le cambiasen su dinero por
lingotes. El sistema funcionó así hasta que, con las guerras mundiales y la crisis
del 29, los gobiernos fueron abandonando el patrón. Franklin D. Roosevelt comenzó
por restringir el cambio a los gobiernos y bancos mundiales y acabó por
prohibir la posesión del metal, lo que le valió el apodo de El ladrón: www.strike-the-root.com/columns/Chkoreff/chkoreff1.html
El 15 de agosto de 1971,
Richard Nixon eliminó la conversión del dólar en lingotes, pero son muchos los
que reclaman ahora su retorno. Lo que para Keynes era una «bárbara reliquia»,
para Greenspan es un «instrumento inseparable de la libertad económica». El Financial Times lo llama la «nueva
moneda global» y dice […] (www.ft.com) que es y
ha sido siempre una garantía de seguridad. Ron Paul, uno de los candidatos
republicanos a la presidencia de EEUU, defiende enérgicamente ese retorno,
culpando a la Reserva Federal de los males de la economía estadounidense: http://archive.lewrockwell.com/paul/paul251.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario