viernes, 11 de abril de 2014

La economía nació en Salamanca



(Un artículo de Pablo Rodríguez Suanzes en el suplemento económico de El Mundo del 3 de enero de 2010)

Siglos antes que Adam Smith o Marx, un grupo de religiosos españoles sentó las bases de la economía moderna. Para la mayoría de los españoles, los nombres de Tomás de Mercado, Luis de Malina, Diego de Covarrubias o Juan de Mariana no significan nada. No son deportistas ni salen en televisión, pero pese a ello, o probablemente gracias a ello, tienen fans en todo el mundo. 

Los mencionados, junto a algunos otros coetáneos, eran escolásticos, filósofos y teólogos. Pero también, a su manera, fueron economistas, los más importantes que ha dado nuestro país en términos de influencia y relevancia. Dos siglos antes de que Adam Smith escribiese La riqueza de las naciones y tres de que Karl Marx se diese a conocer, un grupo de españoles formaba la que hoy se conoce como Escuela de Salamanca. Estamos hablando de comienzos del siglo XVII y, ya entonces, estos precursores manejaban conceptos que hoy nos son muy familiares, como inflación, devaluación o valor, pero que antaño no estaban tan claros. 

Por eso, en los manuales de Historia del Pensamiento, se les reconoce como los precursores de la teoría económica moderna. Eso ha hecho que, especialmente en el mundo académico anglosajón, estos religiosos españoles sean muy conocidos y estudiados junto a Adam Smith o David Ricardo, aunque en España sigan en un sorprendente anonimato. 

En la década de los 50 del siglo pasado, estudiosos como Joseph Schumpeter o Marjorie Grice-Hutchinson ya situaron en Salamanca la cuna de la ciencia económica moderna. […] 

Los integrantes de esa heterogénea escuela nunca fueron realmente un grupo. Muchos de ellos no llegaron a coincidir en persona ni establecieron una teoría económica unitaria ni se pueden vincular entre sí sus descubrimientos y afirmaciones. Pero dieron un empuje a la ciencia económica como no había tenido antes y tardó mucho en repetirse. 

Sus trabajos contribuyeron tanto a actualizar y dar un sentido moderno a conceptos clásicos de la teoría económica como a dar un rostro más equilibrado y amable al comercio y la propiedad privada. Durante siglos, la Iglesia fue reacia a los fundamentos de lo que hoy es el capitalismo. Desde los préstamos (condenados como usura en diferentes concilios), a la actividad comercial (que se creía que no aportaba ningún valor a la sociedad), el discurso dominante era muy crítico con las instituciones básicas de la economía moderna, lo que incluía ataques a la propiedad privada y a la búsqueda de la riqueza. En este contexto, Covarrubias, De Molina o Martín de Azpilicueta destacaron los efectos positivos que la gestión privada, el libre intercambio y la acumulación de capital podía tener sobre la propia comunidad.
¿Qué movió, individualmente, a un grupo de filósofos y teólogos a interesarse por situaciones eminentemente prácticas y mundanas? La situación económica española durante los siglos XV a XVII ha generado miles de estudios. Políticamente, España se convirtió en el imperio más poderoso del mundo, con posesiones en todos los continentes. Sin embargo, esta hegemonía política y militar no se tradujo en una mejora económica. 

Al contrario, el ciudadano de a pie veía como el flujo de metales preciosos llegados de América enriquecía a los banqueros de los reyes, a la vez que presionaba al alza sobre los precios de los productos básicos. Todo en un contexto de continua expansión militar que sólo podía financiarse a través de nuevos tributos. Es en ese marco en el que surge la Escuela de Salamanca. 

[A finales de 2009], economistas y aficionados de todos los continentes acudieron a la ciudad castellana para asistir a The birthplace of Economic Theory (El lugar de nacimiento de la teoría económica), un encuentro organizado por el Mises Institute norteamericano y el español Instituto Juan de Mariana, dos think tanks de corte liberal. La fecha quería conmemorar el 400 aniversario de la publicación de De monetae mutatione (Tratado y discurso sobre la moneda de vellón), obra en la que Juan de Mariana, uno de los escolásticos más relevantes para el futuro de la ciencia económica, condenaba con dureza la política monetaria del monarca y advertía de las terribles consecuencias que ésta tenia y tendría sobre la economía española. Por su publicación, De Mariana pasó más de un año en prisión, en un complejo proceso que fue estudiado por Gonzalo Fernández de la Mora. 

Muchos estudiosos han visto en esta peculiar escuela española el origen también del liberalismo moderno, en el sentido europeo clásico de defensa de la propiedad privada, los mercados abiertos y la mínima presencia del Estado. Así, mientras que con la crisis económica internacional los partidarios de la intervención estatal han recuperado con honores la figura de John Maynard Keynes - e incluso, durante los instantes de mayor incertidumbre, la de Karl Marx-, otros han preferido remontarse mucho más en el tiempo para buscar soluciones a desafíos como la crisis de 2001 o la política laxa de los bancos centrales. 

La celebración de un evento conmemorativo de ideas tan controvertidas, precisamente en el año en el que todo el mundo ha dado la espalda al laissez faire en favor de la mano visible y poderosa del Estado, tenía un morbo especial. Durante tres días, las ponencias del congreso profundizaron en el pensamiento de las grandes figuras del siglo XVI, pero también se dedicaron a temas de rabiosa actualidad. 

El norteamericano Joseph T. Salerno habló de los efectos de la inflación en la moralidad y la sociedad, y Miguel Anxo Bastos, profesor de la Universidad de Santiago, del poder, el mercado y los bancos centrales. Los elementos más característicos, los que dieron singularidad y fuerza al congreso, fueron las constantes analogías entre la época de los escolásticos y el presente. Gabriel Calzada, profesor de Economía en la Universidad Rey Juan Carlos y presidente del instituto organizador del evento dedicó su charla, por ejemplo, a lo que Ben Bernanke (presidente de la Reserva Federal estadounidense) debería aprender del propio Mariana. Para los asistentes al congreso de Salamanca, el Estado no era el referente solido en el que apoyarse en los momentos de pánico, sino el ente desestabilizador del sistema, el que pone y dispone del dinero, los tipos de interés y los impuestos. El ente que, a través de sus instituciones económicas, en el fondo, ha sido más culpable de la génesis de la crisis que de su final.

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