(Un artículo de Pablo Rodríguez Suanzes en el suplemento
económico de El Mundo del 3 de enero de 2010)
Siglos antes que Adam Smith o Marx, un grupo de religiosos
españoles sentó las bases de la economía moderna. Para la mayoría de los
españoles, los nombres de Tomás de Mercado, Luis de Malina, Diego de
Covarrubias o Juan de Mariana no significan nada. No son deportistas ni salen en
televisión, pero pese a ello, o probablemente gracias a ello, tienen fans en todo el mundo.
Los mencionados, junto a algunos otros coetáneos, eran
escolásticos, filósofos y teólogos. Pero también, a su manera, fueron
economistas, los más importantes que ha dado nuestro país en términos de
influencia y relevancia. Dos siglos antes de que Adam Smith escribiese La riqueza de las naciones y tres de que
Karl Marx se diese a conocer, un grupo de españoles formaba la que hoy se conoce
como Escuela de Salamanca. Estamos hablando de comienzos del siglo XVII y, ya entonces,
estos precursores manejaban conceptos que hoy nos son muy familiares, como inflación,
devaluación o valor, pero que antaño no estaban tan claros.
Por eso, en los manuales de Historia del Pensamiento, se les
reconoce como los precursores de la teoría económica moderna. Eso ha hecho que,
especialmente en el mundo académico anglosajón, estos religiosos españoles sean
muy conocidos y estudiados junto a Adam Smith o David Ricardo, aunque en España
sigan en un sorprendente anonimato.
En la década de los 50 del siglo pasado, estudiosos como
Joseph Schumpeter o Marjorie Grice-Hutchinson ya situaron en Salamanca la cuna
de la ciencia económica moderna. […]
Los integrantes de esa heterogénea escuela nunca fueron realmente
un grupo. Muchos de ellos no llegaron a coincidir en persona ni establecieron una
teoría económica unitaria ni se pueden vincular entre sí sus descubrimientos y afirmaciones.
Pero dieron un empuje a la ciencia económica como no había tenido antes y tardó
mucho en repetirse.
Sus trabajos contribuyeron tanto a actualizar y dar un
sentido moderno a conceptos clásicos de la teoría económica como a dar un rostro
más equilibrado y amable al comercio y la propiedad privada. Durante siglos, la
Iglesia fue reacia a los fundamentos de lo que hoy es el capitalismo. Desde los
préstamos (condenados como usura en diferentes concilios), a la actividad
comercial (que se creía que no aportaba ningún valor a la sociedad), el discurso
dominante era muy crítico con las instituciones básicas de la economía moderna,
lo que incluía ataques a la propiedad privada y a la búsqueda de la riqueza. En
este contexto, Covarrubias, De Molina o Martín de Azpilicueta destacaron los
efectos positivos que la gestión privada, el libre intercambio y la acumulación
de capital podía tener sobre la propia comunidad.
¿Qué movió, individualmente, a un grupo de filósofos y teólogos
a interesarse por situaciones eminentemente prácticas y mundanas? La situación económica
española durante los siglos XV a XVII ha generado miles de estudios. Políticamente,
España se convirtió en el imperio más poderoso del mundo, con posesiones en
todos los continentes. Sin embargo, esta hegemonía política y militar no se
tradujo en una mejora económica.
Al contrario, el ciudadano de a pie veía como el flujo de
metales preciosos llegados de América enriquecía a los banqueros de los reyes, a
la vez que presionaba al alza sobre los precios de los productos básicos. Todo en
un contexto de continua expansión militar que sólo podía financiarse a través
de nuevos tributos. Es en ese marco en el que surge la Escuela de Salamanca.
[A finales de 2009], economistas y aficionados de todos los
continentes acudieron a la ciudad castellana para asistir a The birthplace of Economic Theory (El lugar
de nacimiento de la teoría económica), un encuentro organizado por el Mises Institute norteamericano y el
español Instituto Juan de Mariana, dos think
tanks de corte liberal. La fecha quería conmemorar el 400 aniversario de la
publicación de De monetae mutatione (Tratado y discurso sobre la moneda de vellón),
obra en la que Juan de Mariana, uno de los escolásticos más relevantes para el
futuro de la ciencia económica, condenaba con dureza la política monetaria del
monarca y advertía de las terribles consecuencias que ésta tenia y tendría sobre
la economía española. Por su publicación, De Mariana pasó más de un año en prisión,
en un complejo proceso que fue estudiado por Gonzalo Fernández de la Mora.
Muchos estudiosos han visto en esta peculiar escuela
española el origen también del liberalismo moderno, en el sentido europeo clásico
de defensa de la propiedad privada, los mercados abiertos y la mínima presencia
del Estado. Así, mientras que con la crisis económica internacional los
partidarios de la intervención estatal han recuperado con honores la figura de
John Maynard Keynes - e incluso, durante los instantes de mayor incertidumbre,
la de Karl Marx-, otros han preferido remontarse mucho más en el tiempo para
buscar soluciones a desafíos como la crisis de 2001 o la política laxa de los
bancos centrales.
La celebración de un evento conmemorativo de ideas tan
controvertidas, precisamente en el año en el que todo el mundo ha dado la espalda
al laissez faire en favor de la mano
visible y poderosa del Estado, tenía un morbo especial. Durante tres días, las
ponencias del congreso profundizaron en el pensamiento de las grandes figuras
del siglo XVI, pero también se dedicaron a temas de rabiosa actualidad.
El norteamericano Joseph T. Salerno habló de los efectos de
la inflación en la moralidad y la sociedad, y Miguel Anxo Bastos, profesor de
la Universidad de Santiago, del poder, el mercado y los bancos centrales. Los elementos
más característicos, los que dieron singularidad y fuerza al congreso, fueron
las constantes analogías entre la época de los escolásticos y el presente. Gabriel
Calzada, profesor de Economía en la Universidad Rey Juan Carlos y presidente del
instituto organizador del evento dedicó su charla, por ejemplo, a lo que Ben
Bernanke (presidente de la Reserva Federal estadounidense) debería aprender del
propio Mariana. Para los asistentes al congreso de Salamanca, el Estado no era
el referente solido en el que apoyarse en los momentos de pánico, sino el ente
desestabilizador del sistema, el que pone y dispone del dinero, los tipos de interés
y los impuestos. El ente que, a través de sus instituciones económicas, en el
fondo, ha sido más culpable de la génesis de la crisis que de su final.
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